EN NOMBRE DE LOS QUE NO PUEDEN HABLAR
En 1983, cuando el periodista Al
berto Donadio conoció a su esposa Silvia Galvis, ella tenía enmarcada en su oficina una frase del escritor Albert Camus que decía, hablando del oficio que compartían: “Debemos comprender que no podemos escaparnos del dolor común y que nuestra úni- ca justificación, si hay alguna, es hablar mientras podamos en nombre de los que no pueden”.
Alberto jamás ha olvidado estas palabras. Ellas resumen el sentido del trabajo que ha realizado durante más de 40 años, desde que empezó a trabajar como periodista de El Tiempo en 1972, denunciando el tráfico ilegal de especies en el Amazonas y el uso abusivo del Agente Naranja un herbicida utilizado en la guerra de Vietnam para el control de plagas en los cultivos de algodón en el Tolima.
Ellas también sintetizan el pensamiento que ha animado su oficio de abogado defensor del libre acceso a los documentos públicos, de columnista de El Espectador, y de escritor de más de 20 libros sobre la historia contemporánea y la corrupción financiera y política en Colombia.
Él las recordó esta semana al recibir el Gran Premio Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista por su labor como pionero del periodismo de investigación en Colombia.
El premio es un justo reconocimiento a su papel como fundador, junto con Daniel
Samper, de la Unidad Investigativa de El Tiempo, “animados por la convicción común de que el periodismo es oidor, veedor y fiscalizador de los poderes públicos y privados y abanderado del interés público”. Esta misma convicción se convirtió en el soporte de sus libros dedicados a desentrañar los descalabros financieros como “Banqueros en el banquillo”, “¿Por qué cayó Jai
me Michelsen?”, “Los farsantes”, “El montaje” y “El cartel de Interbolsa” o los dedicados a recordar la vida del director de El Espectador, Guillermo Cano, y los momentos finales de la vida del magistrado Alfonso Reyes
Echandía, presidente de la Corte Suprema sacrificado en el holocausto del Palacio de Justicia.
Es también la convicción que animó las investigaciones históricas que realizó junto con Silvia Galvis para escribir “Colombia nazi” y “El jefe supremo”, y luego lo llevó a ocuparse de arrojar luces sobre aspectos desconocidos de la guerra con el Perú, la corrupción en el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla y el
asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.
En el acta de entrega del premio a Alberto Donadio, el jurado destacó “su celo por la verdad, su espíritu insobornable, su tozudez en la búsqueda de pruebas, su rigor en stricto sensu, su amplia cultura resguardada por una memoria ilímite, su prosa de tonos irónicos e indignados, su generoso magisterio ejercido fuera de la academia, y sobre todo, su ejercicio diario y apasionado desde la región”.
Al agradecer el premio, Donadio advirtió que el buen periodismo puede parecer incómodo para los gobiernos, pero siempre será necesario para defender los derechos de los ciudadanos.
“El gobierno no es del gobierno sino de los ciudadanos pero solo un manojo de ciudadanos tiene el tiempo y el conocimiento para ejercer la fiscalización sobre los poderes públicos, que en cambio sí pueden realizar los medios de comunicación a nombre de toda la comunidad. Su cometido y su derrotero es llevar a cabo esa vigilancia” dijo.
También recordó las palabras escritas por don Fidel Cano en 1887, en el primer número de El Espectador: “No damos a las buenas y a las malas acciones unos mismos nombres. No hablamos a los dueños del poder el lenguaje de la lisonja. No tributamos aplausos a los hombres ni a sus actos sino cuando la conciencia nos lo mande”.
Bellas y sabias palabras que los periodistas no debemos olvidar si queremos ejercer nuestro oficio con honradez y dignidad
Al agradecer el premio, Donadio advirtió que el buen periodismo puede parecer incómodo para los gobiernos, pero siempre será necesario para defender los derechos de los ciudadanos.