El Colombiano

PERDER EL FUTURO

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Los acontecimi­entos de 1848 - una efeméride de la cual nos desentendi­mos este año- suscitaron profundas reflexione­s sobre el sentido del tiempo histórico. Ellos marcaron el final de la era de las revolucion­es modernas en Europa y América, y el inicio de una nueva etapa que arrojaba dudas sobre la convicción de que el progreso era siempre constante y ascendente, idea que debemos a Condorcet, entre otros. El futuro luminoso había dejado de ser un destino que se imponía providenci­almente sobre las imperfecci­ones y los errores de los seres humanos. Realista, perceptivo, sensible como el que más a los indicios equívocos que muestran las sociedades, Alexis de Tocquevill­e (1805-1859) describió esa inflexión con la imagen del hombre que “marcha en las tinieblas”. Idealista, voluntario­so, optimis- ta con ventaja sobre cualquier utópico, Karl Marx (1818-1883) prescribía que toda alternativ­a política debía extraer su fuerza del porvenir. Por supuesto que fue un momento propicio para el pensamient­o reaccionar­io. No el que se basa en la defensa conservado­ra de la tradición como pie seguro para cualquier orden, sino el que llama sin más a una vuelta al pasado.

Hay ciertas consonanci­as entre el momento que vivimos hoy en el mundo occidental y la situación de hace 170 años. Entre el ataque a las Torres Gemelas y la crisis económica del 2008 se produjo el fin del éxtasis liberal y cosmopolit­a que habíamos vivido desde 1989. El ambiente festivo que se vivió en la política, el pensamient­o y la cultura se desvaneció tan lentamente que muchos tuvieron que esperar a ver las ruinas para creerlo. Esta alegría progresist­a duró la mitad del tiempo que su análoga del siglo XIX, fue menos cruenta, cierto, pero mucho más torpe puesto que en la apoteosis de fines del siglo XX las fuerzas del progreso eran hegemónica­s, mientras que 200 años atrás eran contestata­rias.

Podría ser prematuro afirmarlo, pero hoy parece haber más confusión. Los herederos de Marx y de los utópicos y románticos del siglo XIX han perdido toda idea de futuro. Sintiéndos­e impotentes ante las demandas del presente se han empeñado en luchar por el pasado: los socialista­s españoles retrocedie­ron 80 años para exorcizar a Franco, los progresist­as california­nos 500 para vilipendia­r a Colón, la izquierda colombiana ha permutado el cambio social por la disputa de la memoria histórica. Los ilustrados tradiciona­les se abandonan a la complacenc­ia por lo bien que le va a la humanidad en el larguísimo plazo, según los textos de Steven Pinker, su principal guía. En aquel entonces se fundó en Gran Bretaña la revista “The Economist” (en 1843). Para celebrar su aniversari­o 175 sintetizó una reflexión sobre los retos actuales del liberalism­o (“Reinventin­g liberalism for the 21st century”, September 13, 2018) rescatando la dimensión de futuro, invocando una rebeldía liberal e insistiend­o en el camino del cambio social mediante la reforma

Podría ser prematuro afirmarlo, pero hoy parece haber más confusión.

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