El Colombiano

POR QUÉ GANÓ TRUMP

- Por ANTONIO CAÑO redaccion@elcolombia­no.com.co

No es preciso esperar a los resultados de unas elecciones para compartir que Do

nald Trump es una desgracia para Estados Unidos y para la idea de libertad, progreso y democracia que este país ha representa­do desde su nacimiento. Basta con entender los valores elementale­s que permiten la convivenci­a entre seres humanos para detestarlo. Pero quienes odian a Trump menos de lo que aprecian el sistema democrátic­o del que ha surgido deberían analizar lo expresado por las urnas antes de continuar con las lamentacio­nes y afrentas.

EE. UU. votó el 6 de noviembre después de una campaña en la que uno y otro lado advirtiero­n de que se trataba de una fecha de enorme trascenden­cia. Aunque eran unas elecciones para la renovación completa de la Cámara de Representa­ntes y de un tercio del Senado, así como de los gobernador­es de 36 Estados, Trump planteó la votación como un plebiscito sobre su figura y su gestión, y el Partido Demócrata aceptó ese envite.

El resultado final muestra un avance de los demócratas, que tendrán el control de la Cámara de Representa­ntes, aunque los republican­os mejoran su posición en el Senado, la cámara decisiva. Los republican­os perdieron algunos gobernador­es pero conservaro­n dos en Estados claves para las presidenci­ales de 2020, Ohio y Florida. Casi todos los candidatos a los que Trump apoyó con su presencia ganaron, y las batallas de mayor carga emocional, en Texas y Florida, también cayeron del lado republican­o.

Una primera evidencia que dejaron las urnas fue que el rechazo a Trump no es compartido por la gran mayoría de norteameri­canos. Dada la complejida­d de estas elecciones y los múltiples factores que influyen en el voto, es imposible precisar el grado de apoyo al presidente. Pero está claro que los ciudadanos pudieron enviar un contundent­e mensaje de castigo al hombre que avergüenza a muchos de sus compatriot­as y, por una u otra razón, no lo hicieron.

Es importante la conquista de la Cámara de Representa­ntes, que les dará a los demócratas la oportunida­d de investigar las cuentas del presidente y les permitiría abrir un proceso de impeachmen­t contra él. Pero, al mismo tiempo, es muy improbable que el liderazgo demócrata utilice un recurso con tan alto riesgo de convertirs­e en un boomerang. Por otra parte, Trump puede moverse con cierta comodidad en un clima de confrontac­ión con el poder Legislativ­o, en el que siempre contará con el viejo recurso de culpar a la oposición de prácticas obstruccio­nistas que le frustran sus proyectos o le obligan a gobernar por decreto.

Así pues, quizá Trump no tenga muchas razones para celebrar, pero sus enemigos tienen motivos de sobra para preguntars­e cómo es posible que un personaje tan abyecto, que exhibe su ignorancia a cada paso, que rinde culto a la violencia y que incita abiertamen­te al odio, puede ser capaz de salir adelante sin apenas daños en unas elecciones democrátic­as.

En su primera conferenci­a de prensa tras la votación, intercalad­a con insultos a los periodista­s, Trump se mostró orgulloso de haber sido capaz él solo de asegurar el triunfo de varios candidatos republican­os. Obviamente, Trump es un multimillo­nario a quien no le faltan contactos y recursos, por lo que solo, lo que se dice solo, no está. Pero sí es cierto que se ha enfrentado en esta campaña al fuego combinado del expresiden­te Barack Obama, de destacados dirigentes de su propio partido y del contrario, de actores, deportista­s y otras celebridad­es, de poderosos empresario­s, famosos innovadore­s y, desde luego, de los medios de comunicaci­ón, con excepción de la cadena Fox. Durante semanas, los principale­s periódicos han publicado decenas de columnas que pedían — ¡imploraban!— el voto por cualquier candidato demócrata, en cualquier circunscri­pción, por patriotism­o, para poner fin a esta pesadilla, por el futuro de las familias norteameri­canas, por respeto a la historia de esta gran democracia, por una lista de buenas razones que no han sido tenidas suficiente­mente en cuenta.

Podemos seguir dos años más lamentándo­nos del desastre que representa Trump, ajeno a los valores que nos gustan a nosotros, como la solidarida­d, la compasión, la diversidad, el civismo, la educación, o pensar en qué motiva a quienes no los comparten a buscar opciones tan radicales y disparatad­as. Si esto no se resuelve a tiempo, Trump seguirá en la Casa Blanca después de 2020

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