PRESIDENTE: ¡GOBIERNE!
Cumplidos los primeros cien días del mandato de Iván Du
que Márquez, debe hacerse el usual balance de su gestión. Lo primero que llamó la atención, fue la forma como él hizo el “nombramiento” de sus ministros y algunos colaboradores cercanos: lo llevó a cabo a través de las redes sociales sin haberse posesionado, como si fuese lo mismo el anuncio que el acto jurídico de designación que es privativo de quien tenga competencia y esté investido de la función correspondiente.
Además, la selección no fue afortunada por evidente inidoneidad de algunos: el empresario nominado al Ministerio de Defensa, solo piensa en criminalizar la protesta social tan abundante estos días, como copiosa ha sido la represión policial, porque se cree que toda muestra de inconformidad es sinónimo de transgresión a la ley; la señora encargada del despacho de Justicia y del Derecho no entiende todavía el oficio asignado, por lo cual ya amenazó con renunciar si su raquítica reforma a la justicia no avanzaba (¡enorme pérdida para el país!). El de Hacienda, es caso aparte: a pesar de sus defendidas competencias ha sido objeto de graves acusaciones por corrupción y sus propuestas tributarias son un desastre, pues pretende llenar el enorme hueco fiscal heredado con los ingresos de los pobres, la clase media y los pensionados.
Algunos colaboradores son competentes ( Trujillo, en Relaciones Exteriores; Ceballos como comisionado de Paz, etc.) y otros un total desacierto ( Ana Milena Muñoz, enviada a Egipto, Ordóñez en la OEA,
Francisco Santos embajador en EE.UU., etc.). ¡Se nota el afán de pagar favores! A propósito de esto, fue una dura bofetada para todos otorgarle la Cruz de Boyacá (Grado de Comendador) al babieca Ernesto Macías, presidente del Congreso, “por sus servicios al país” los cuales, al parecer, se reducen al pretérito apoyo electoral y al planificado discurso bravucón del siete de agosto. Ese festín de condecoraciones, usual para mediocres y arrodillados, continuó el mismo cinco de octubre en Neiva cuando al nuevo “padre de la Patria” se le otorgaron quince distinciones más, algo que haría sonrojar al propio Simón Bolívar.
Así mismo, no se percibe en el presidente don de mando y liderazgo (ni siquiera cuando hace proselitismo con los “Talleres Construyendo País”, en las regiones); incluso, falta mucha coherencia entre lo prometido como candidato y lo que ahora hace. Fruto de ello, es la pobreza de su agenda legislativa, la cual lo muestra como un mandatario sin norte ni claridad de ideas; a título de ejemplo, su propuesta de reforma a la Justicia solo piensa en paños de agua tibia y en el mantenimiento del statu quo. Y, para acabar de ajustar, sus proyectos anticorrupción y en materia política han terminado asfixiados y sin apoyo. En ello, por supuesto, influye el hecho de que no haya derramado mermelada a borbotones en el Congreso como su innombrable antecesor.
También, sus presencias internacionales parecen fríamente calculadas como las del Chapulín: Roma y la bendición papal; EE.UU., cuyo presidente lo llamó “gran amigo” de esa nación. Y el muy movido París, en las conmemoraciones del fin de la Primera Guerra Mundial. Otro tanto debe decirse del desfile de artistas mediocres por el palacio de gobierno. Por supuesto, se debe destacar el tono sereno y hasta “conciliador” observado, pues no es una persona “camorrera” al estilo de otras que pelean hasta con la sombra; sin embargo, esto a veces se confunde con una pasividad desesperante que muy poco ayuda a la buena imagen del político que rige los destinos de un Estado, máxime si hasta ahora no ha enfrentado grandes conflictos y solo endereza los de poca monta.
Así las cosas, queda la amarga sensación de que hay un gran desgobierno y el escenario no puede ser mejor para las aspiraciones presidenciales de reprobado Gustavo Petro; así las cosas, parece necesario recordarle a este joven presidente que se debe poner, ya, a gobernar el país
Queda la amarga sensación de que hay un gran desgobierno. Falta mucha coherencia entre lo prometido como candidato y lo que ahora hace.