POR QUÉ VOY A DAR $1.8 MIL MILLONES PARA LA ASISTENCIA FINANCIERA UNIVERSITARIA
Aquí hay una idea simple con la que apuesto que la mayoría de los estadounidenses están de acuerdo: a ningún estudiante de secundaria calificado se le debe prohibir la entrada a una universidad con base en la cuenta bancaria de su familia. Sin embargo, sucede todo el tiempo.
Cuando las universidades revisan las solicitudes, todas con la excepción de unas pocas consideran la capacidad de pago de un estudiante. Como resultado, a los solicitantes de alto rendimiento de familias de ingresos medios y bajos se les niegan los puestos que se guardan para los estudiantes cuyas familias tienen más recursos. Esto afecta tanto al hijo de un granjero en Nebraska como a la hija de una madre trabajadora en Detroit.
Estados Unidos está en su fina cuando premiamos a las personas con base en la calidad de su trabajo, no el tamaño de su billetera. Negar a estudiantes la entrada a la universidad con base en su habilidad para pagar menosprecia la oportunidad equitativa, perpetúa la pobreza intergeneracional y golpea en el centro del sueño americano.
Yo fui afortunado. Mi padre era contador y nunca ganó más de US$6.000 al año. Pero pude financiar Johns Hopkins University por medio de un préstamo de la Defensa Nacional, y trabajando en el campus. Mi diploma de Johns Hopkins me abrió puertas que de otra manera habrían estado cerradas, y me permitió vivir el sueño americano.
Yo siempre he estado agra- decido por esa oportunidad. Dí mi primera donación a Hopkins el año después de graduarme: US$5. Era todo lo que podía dar. Desde entonces, he dado a la universidad US$1,5 mil millones para apoyar investigación, enseñanza y asistencia financiera.
Hopkins ha progresado en convertirse “ciega a la necesidad”, admitiendo a estudiantes con base sólo en el mérito. Quiero asegurar que la universidad que me dio una oportunidad a mí podrá abrir esa misma puerta de oportunidad permanentemente para otros. Y entonces, estoy donando US$1,8 mil millones más a Hopkins que serán utilizados para asistencia financiera para estudiantes calificados de ingresos bajos y medios.
Esto hará que las admisiones en Hopkins sean “ciegas a la necesidad” para siempre; las finanzas nunca más serán un factor en la decisión. La universidad podrá ofrecer niveles más generosos de asistencia financiera, reemplazando préstamos para muchos estudiantes con becas. Aliviará el peso de la deuda para muchos graduandos. Y hará que el campus sea más diverso socioeconómicamente.
Pero Hopkins es una universidad. Un análisis reciente por The Times encontró que en docenas de las universidades élite de Estados Unidos, más estudiantes provienen del 1 % superior de la escala de ingresos que del 60 % inferior de esa escala, aunque muchos de esos estudiantes de bajos ingresos tienen las calificaciones para ingresar.
Y hasta recientemente, según algunas estimaciones, la mitad de estudiantes de alto rendimiento de ingresos bajos y medianos ni siquiera aplican a las universidades principales -en gran parte porque creen que no lo pueden financiar, dudan que serán aceptados, o ni siquiera tienen conocimiento de sus opciones.
Como resultado, frecuentemente pierden la oportunidad -y también lo hacen las universidades que se beneficiarían de sus talentos y perspectivas diversas. Nuestro país también pierde.
La universidad es un gran nivelador. Varios estudios han demostrado que los estudiantes que asisten a universidades selectivas tienen ingresos similares después de graduarse. Pero demasiados chicos calificados de familias de ingresos bajos y medios están siendo eliminados.
Becas federales no le han seguido el ritmo a los costos ascendentes, y los estados han recortado la asistencia. Las donaciones privadas ni pueden ni deben llenar el vacío del apoyo gubernamental.
Juntos, los gobiernos federal y estatal deben comprometerse a mejorar el acceso a la universidad y reducir las cargas a menudo prohibitivas de la deuda a tantos estudiantes y familias
Negar a estudiantes la entrada a la universidad con base en su habilidad para pagar menosprecia la oportunidad equitativa, perpetúa la pobreza intergeneracional y golpea en el centro del sueño americano