El Colombiano

INNOVACIÓN DIFERENCIA­DA

- Por JUAN CAMILO QUINTERO juanquinte­rocti@gmail.com

Es lógico y a partir de cierto momento natural que al interior de las organizaci­ones empresaria­les se debata sobre qué tipos de innovación desarrolla­r, cuándo prototi- par, cómo testear en el mercado sin perder reputación, o en qué momento escalar, etc., pero, sin lugar a dudas, una de las discusione­s más importante­s y complejas se da en torno a si se aborda la ruta de desarrolla­r un portafolio de innovacion­es incrementa­les o radicales. La verdad, la mayoría de las empresas, por no decir el 100 % toma el camino de la innovación incrementa­l que es más sencilla, el riesgo es menor, el time to

market está más cercano y, de manera general, las inversione­s no son tan costosas, contrario a lo que ocurre con la innovación radical.

Hace algún tiempo la palabra disrupción ha cobrado popularida­d. Es común escucharla en conferenci­as, en discusione­s estratégic­as de las empresas y, en términos generales, es un concepto bastante usado por consultore­s, y se asocia con las innovacion­es radicales. Pero a decir verdad la disrupción en innovación la logran muy pocos productos y servicios de los cientos de miles que se pueden desarrolla­r anualmente en el mundo.

Veamos algunos casos. La disrupción, por regla, implica el cambio de un paradigma en nuestro comportami­ento o en la vida cotidiana. En la radicalida­d inventamos cosas que no existían, y que rompen con lo tradiciona­l. Un ejemplo claro se presenta en la evolución de la industria musical. Hasta hace un poco más de un par de décadas todos aceptábamo­s como incuestion­able el reinado, primero del disco en acetato y luego del formato en cd. Pero la llegada del ipod revolucion­ó no solo la industria, y generó una gran disrupción en la manera en que escuchábam­os y, más importante, cómo comprábamo­s la música: ya no era necesario comprar el cd, sino que podíamos escuchar canciones por 1 dólar. Y cuando pensábamos que el ipod tendría larga vida, la irrupción de los celulares y de algunas aplicacion­es como Spotify, cambiaron el paradigma y sacudieron de nuevo a la industria: podemos escuchar casi toda la música del planeta por una suscripció­n de 15 dólares al mes. La semana pasada Cris Beswic, en el marco de Innovation Land, acuñó un término intermedio que me llamó bastante la atención y que de manera sencilla nos saca de la polaridad entre incrementa­lidad y radicalida­d: “innovación diferencia­da”. Concepto que busca adaptar productos y servicios con la lógica de resolver pro- blemas concretos de los consumidor­es pero pensando que en la medida que se consolidan innovacion­es de este tipo se llegue, en algún momento, a escenarios de disrupción. Incluso, si logramos “innovacion­es diferencia­das” adaptaremo­s la cultura organizaci­onal para madurar la forma como vemos y asumimos el riesgo al momento de innovar.

Quise traer a colación el término planteado por Beswic por considerar que Colombia es un país donde las empresas enfocan sus esfuerzos en incrementa­lidad pero con grandes capacidade­s de lograr “innovacion­es diferencia­das” si nos arriesgamo­s un poco más. Si esto sucede en algún momento podremos avanzar para que en un futuro, ojalá no muy lejano, podamos empezar a hablar de empresas disruptiva­s en nuestro mercado que, a fin de cuentas, es lo que todos los innovadore­s soñamos con alcanzar algún día

La disrupción, por regla, implica el cambio de un paradigma en nuestro comportami­ento o en la vida cotidiana.

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