OPORTUNA ADVERTENCIA
La oportuna advertencia del expresidente Uribe al gobierno Duque, para que “enderece, porque si no lo hace nos va mal”, no debe incomodarlo. Recordemos aquel precepto atribuido al Libertador de que solo le es útil al gobernante “aquel que le dice la verdad y le aconseja el bien”. Las palabras de Uribe son de buena fe y consecuencia de la experiencia que dan los años. Deben ser evaluadas correctamente por el actual mandatario, colmado de fortalezas intelectuales y morales, para que su gobierno resulte provechoso como el país espera.
Hay muchas cosas que heredó Duque y que debe empezar a enderezar, sin pausa y sin tregua. Recibió una alta deuda pública externa que debe atender para honrar la palabra de la nación. Unos precios del petróleo que han descendido en los últimos días a niveles preocupantes. Una situación fiscal agobiadora que no se soluciona descargando más gravámenes contra las personas sobre las cuales tradicionalmente se endosan las mayores responsabilidades tributarias. Problemas con reformas inaplazables a la justicia, al régimen pensional, a la educación, a la salud. Onerosos compromisos para desarrollar el posconflicto que exceden las limitaciones financieras de país. Y para hacer más confuso y difícil el panorama, un éxodo de venezolanos que demandan mayores servicios de comida, techo, salud, empleo y seguridad, lo que agota la capacidad económica interna para satisfacer tantas necesidades. El cuadro no puede ser más patético.
De los retos más desafiantes que tiene Duque es lograr la respuesta oportuna y exitosa del gabinete a los emplazamientos de la política. No hay duda de que sus ministros son calificados tecnócratas, jóvenes talentosos. Pero dudamos que tengan esa sensibilidad política para saber cómo se mueven eficientemente dentro de los pasillos del Congreso. Recelamos de su capacidad y habilidad para adivinar las marrullas y encarar a congresistas cazurros cuyos partidos no se sienten represen- tados en el gabinete. Son ministros que comienzan el curso entre los vericuetos por donde transita la curtida acción política y parlamentaria. Y en esa actividad, bastante extraña para sus temperamentos, convencer sin negociar de antemano potes de tóxica mermelada. Suponemos que habrá ajustes en el gabinete a medida que las necesidades apremiantes de gobernabilidad lo vayan indicando.
Creemos que ya es difícil “enderezar” la reforma fiscal. Se desperdició la ocasión de haber presentado un estatuto tributario serio, justo, simplificado y moderno. Precipitadamente concebido como salida de emergencia a una difícil coyuntura presupuestal y no haberse planeado con sólida estructura que durara por buen tiempo. No es serio que cada dos años haya una nueva reforma, porque es un pésimo mensaje, por la carencia de reglas de juego claras y estables, no solo para el simple ciudadano sino para los inversionistas extranjeros y nacionales.
Es cierto que apenas van 120 días de la posesión presidencial. Falta aún mucho camino por recorrer. Pero la gobernabilidad hay que activarla, no admite aplazamientos. Y además, abundan los detractores, los enemigos no agazapados sino evidentes, que capitalizan bajo sus banderas las marchas de protesta social para socavar la estabilidad institucional, presupuestando sobre la inconformidad su eventual triunfo electoral en las elecciones de 2022