López Obrador, el presidente sin avión ni casa presidencial.
El presidente López Obrador se niega a usar el avión y la casa presidenciales y se bajó el salario.
El sábado anterior asumió el cargo un presidente distinto a sus antecesores en México. No solo por su ideología de izquierda, que rompe con el gobierno de casi un siglo de la derecha, también porque Andrés Manuel López Obrador, Amlo, es un mandatario sin avión ni casa presidencial y que, por su propia iniciativa, ganará 60 % menos de salario.
En su primer viaje como mandatario, el pasado domingo, López Obrador acaparó la atención al viajar en una aerolínea comercial mientras el Boeing 787-8 de 218 millones de dólares destinado para los desplazamientos del Jefe de Estado permanecía en su hangar, a la espera de ser vendido.
Un día después, abrió las puertas de la lujosa casa presidencial de Pino Alto para que los ciudadanos la visiten como un centro cultural, mientras él continúa residiendo en su casa de Ciudad de México.
Más allá de la espectacularidad de estas acciones, en lo estructural su proyecto de austeridad se basa en una reforma aprobada en septiembre en el Congreso, gracias a la mayoría de su partido Morena y que tiene como punto medular la aplicación del artículo 127 de la constitución, el cual señala que ningún empleado
del Estado puede ganar más que el presidente.
Como su salario bajó del equivalente a 42 millones de pesos colombianos a 16 millones de pesos, arrastró para abajo el monto que el Estado mexicano destina para el resto de pagos a funcionarios. Por eso, esta semana más de 600 trabajadores judiciales solicitaron recursos de amparo para evitar la reducción de sus ganancias y acusaron al presidente de entrometerse en la independencia de la justicia.
Lo simbólico y lo de fondo
Está por verse si estas medidas, anunciadas como parte del proyecto de austeridad del nuevo presidente, serán garantía para que no suban los impuestos como él mismo afirmó en su posesión. El impacto en la opinión pública, en cambio, es más inmediato: 63 % de los mexicanos creen que López Obrador mejorará la situación de México, según la encuesta De Las Heras Demotecnia.
Por esto, para el investigador de la Facultad Latinoame-
ricana de Ciencias Sociales (Flacso) en México, Mario Torrico, se trata de decisiones “más políticas que económicas”, las cuales siguen la línea de las que tomó Evo Morales al asumir la presidencia de Bolivia en 2016, quien redujo a la mitad los honorarios en el sector público.
Esto, agrega, no significa que no sean pertinentes, pues
México ocupa el lugar 135 entre las 180 naciones evaluadas en el Índice de Percepción de la Corrupción, elaborado por Transparencia Internacional, y la brecha salarial entre los altos funcionarios y sus empleados es de hasta 18 veces.
Para el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado Mauricio Jaramillo Jassir, “es demasiado sectario” juzgar las decisiones de Amlo como populistas. “Son actos simbólicos, pero consecuentes con su discurso de campaña”, agrega.
Más allá del calificativo, el nuevo presidente de México marca desde el principio una línea que lo separa con el pasado. Desde una casa en Ciudad de México, donde peregrinan ciudadanos esperanzados para pedirle empleo o una ayuda económica, el izquierdista fortalece una figura heroica, con la que pretende llevar a cabo reformas en temas como la seguridad y la migración