El Colombiano

Nelson Mandela, el límite del legado de un hombre

- Por JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

Cinco años después de su muerte permanece el peso político de su lucha contra la discrimina­ción, pero esta persiste.

En la constituci­ón de Sudáfrica que eliminó el Apartheid (la exclusión legal de los negros en ese país), puede verse la mano de un hombre. Esta es una afirmación figurada y a la vez literal, pues el presidente Nelson Mandela, quien promovió la carta de 1996, fue modificand­o a mano fragmentos durante la elaboració­n del texto.

Así, donde decía que no habría discrimina­ción racial, él agregaba “ni sexual”, como puede verse en el borrador original en el museo del Apartheid en Johanesbur­go.

Esas palabras al margen, puestas allí por un hombre que intentó cambiar Sudáfrica, primero por las armas y luego a través de la negociació­n, son las que perduran tras su muerte hace cinco años. Lo otro que persiste, pese a sus esfuerzos, es la brecha social entre blancos y negros en este país, que tiene el peor indicador de desigualda­d del mundo.

Vida paralela al siglo XX

Mandela era, en palabras de Jerónimo Delgado, profesor de estudios africanos de la Universida­d Externado, “la personific­ación de la justicia”. Incluso antes de pasar 27 años en la cárcel y escapar a la pena de muerte por su vinculació­n al ala armada del Congreso Nacional Africano (CNA), Mandela ya era un encantador natural.

En 1952, por ejemplo, siendo todavía un militante del ala civil del CNA, quemó en televisión pública a su carné de paso, el documento que identifica­ba su condición de inferiorid­ad como negro en un Su-

dáfrica en la que el Apartheid recién comenzaba.

El trayecto de su vida, los cambios que tuvo en sus posturas, son también las transforma­ciones del siglo XX. Mandela pasó de afirmar que “tomarían el poder a la manera de Castro”, en referencia a la victoria comunista en Cuba, a buscar el entendimie­nto con los blancos y, desde prisión, estudiar afrikans, la “lengua de los conquistad­ores blancos”.

Esta posición le permitió, como explica Delgado, implementa­r en Sudáfrica una transición distinta a la de Zimbabue y

Lo que queda del sueño

Mucho antes de su muerte, Mandela eligió poner su sueño en otras manos. como señala Víctor de Currea Lugo, experto en relaciones internacio­nales en África y Medio Oriente, este hombre “no se dejó seducir por el poder” y pese a su popularida­d solo tuvo un periodo presidenci­al.

Pero la legitimida­d moral que acumuló en su vida era difícil de transmitir a sus sucesores. Si bien en el discurso todos los presidente­s de los últimos 20 años mantienen sus ideas, algunos “las han desdibujad­o”, como afirma Delgado. Se refiere al expresiden­te Jacob Zuma, quien renunció en febrero de este año por un escándalo de corrupción (ver recuadro).

Para De Currea, Mandela “logró desarmar un apartheid contra los negros, pero no contra los pobres”. Hoy, el 10 % de los sudafrican­os posee el 90 % de la riqueza de todo el país y la apertura política contrasta con una exclusión social y económica que mantiene en manos de los blancos los mayores sistemas de producción.

Nelson Mandela, contrario a su título de “padre de la nación sudafrican­a”, de personific­ación de la justicia, era solo un hombre, y los hombres, incluso aquellos cuyas vidas excepciona­les coinciden con las circunstan­cias para cambiar las sociedades, siguen siendo apuntes en los márgenes de la historia

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