El Colombiano

DICIEMBRE EN REALIDAD NO EXISTE

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Es imposible sustraerse al ingreso de diciembre. Este año la zona andina del país tajó con cuchillo el tránsito del pesado año al último mes, cuando los asuntos toman suavidad de loto. De aguaceros a pedradas, se pasó a soles de voltaje superlativ­o. La radio anunció, incluso, fenómeno de El Niño.

Claro, la naturaleza aporta su ración celeste. Juega con las esferas superiores para mandar anuncios de mutación. En esta circunstan­cia debieron de apoyarse los inventores de leyendas, que hicieron coincidir el nacimiento de todos los dioses alrededor del solsticio invernal del hemisferio norte.

Por eso tenemos cosechas y fiestas, fuegos astrales y artificial­es, alboradas non sanctas. La luz es la insignia de diciembre, luz diurna y luces nocturnas. Las avenidas y parques chorrean fosforesce­ncias, para quemar las pupilas infantiles con ensoñacion­es que durarán hasta la tumba.

De este modo las imágenes de fin de año fabrican una mitología portátil, imposible de borrar. Se pueden cambiar las ideas, las costumbres, los amores. No los fantasmas rojos impresos en tercos tableros del inconscien­te. Sin remedio, somos hechura de la “idiotez” de la infancia, como la cataloga Ambrose Bierce.

En estas calendas del mes doce las pieles se doran, los ojos refulgen, las fantasías alertan sobre la naturaleza imprecisa y múltiple de los humanos. Ni siquiera la más eficaz de las religiones históricas, la del dinero, ha logrado desterrar las magias milenarias. Las compras y el consumo se apoderaron del rito, pero el mito perdura imbatible.

Por eso diciembre en realidad no existe. Es apenas un paréntesis confeccion­ado para hacer soportable­s las atrocidade­s del año. Si se eliminara de los almanaques, la humanidad hace rato habría emigrado a Marte, el planeta ad hoc de la Tierra, según la oportuna definición de Samper Ospina.

Hay que llenar el tanque de gasolina en los siguientes días de tutainas. Permitirle al hombre interior un atisbo hacia latitudes alternativ­as. Que observe las innumerabl­es opciones de vivir, diferentes a la esclavitud de pagar cuotas, a la añoranza de la pasión que nunca será viable, al miedo a la llegada de populismos de derecha o de izquierda.

Los soles son más tercos, aparecen invulnerab­les a las guerras y desembarco­s de marines. En estas fechas son lujuria y avaricia para los míseros mortales

...diciembre en realidad no existe. Es apenas un paréntesis confeccion­ado para hacer soportable­s las atrocidade­s del año. Si se eliminara de los almanaques, la humanidad habría emigrado a Marte.

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