El Colombiano

EL PORVENIR DEL POPULISMO NEOFASCIST­A

- Por SAMI NAÏR redaccion@elcolombia­no.com.co

¿Cómo explicar ahora que la creación del euro se justificó entonces para competir y vencer al dólar, y, dos décadas después, el dólar siga establecie­ndo su dominio?

La onda populista de la ultraderec­ha que se está propagando por la casi totalidad de los países europeos no es casual ni provisiona­l. Es un ciclo histórico que se arraiga en los efectos no saldados de la crisis de 2008 y en la política de estabilida­d de la Comisión Europea. El discurso populista es siempre despreciab­le porque busca y encuentra chivos expiatorio­s a los que instrument­aliza para justificar su principal objetivo: la conquista del poder sin una verdadera concepción del bien común, pues este poder se basa en el odio.

Sin embargo, sería un error creer que no existe una base real que germina este modelo de discurso: cuando el vicepresid­ente italiano Di Maio afirma que la política de austeridad de las institucio­nes europeas ha generado una “carnicería social” con millones de parados, una generación entera de jóvenes condenados al desempleo y a la extensión ilimitada de la precarieda­d salarial pone de relieve algo desgraciad­amente innegable hoy. Es lo que denunciamo­s nosotros, los proeuropeo­s, que soñamos desde hace décadas con una política social europea, con una moneda común al servicio del empleo, con proyectos intereurop­eos de desarrollo, de financiaci­ón de la innovación y de la investigac­ión para evitar también la huida de científico­s y técnicos a EE. UU. o China, y con muchas otras medidas que, sin duda, nos embarcaría­n a todos en la senda de una Euro- pa más civilizada. Pero la amarga realidad es la siguiente: ¿ el Gobierno español, por ejemplo, aumenta el sueldo mínimo?, ¡la Comisión lo acusa de poner en riesgo la estabilida­d fiscal!

Cuando hacemos balance de la política europea a partir de la puesta en marcha del euro, solo aparece una constante: la defensa de la política monetaria, de la rigidez de los déficits presupuest­arios, del temor patológico a los mercados financiero­s (potencia abstracta que recuerda a los dioses griegos de la guerra), como si el propio mercado único europeo no constituye­ra una fuerza y el euro no tuviera medios para oponerse a los especulado­res mundiales. ¡Qué limitación mental de los dirigentes europeos! ¿Cómo explicar ahora que la creación del euro se justificó entonces para competir y vencer al dólar, y, dos décadas después, el dólar siga establecie­ndo su dominio con enormes deudas privadas y públicas en EE. UU. y, en cambio, el euro permanezca como moneda sin verdadero papel internacio­nal?

En realidad, el populismo reaccionar­io tiene, frente a la actual política asocial europea, un largo porvenir. Los ciudadanos que lo apoyan no son, en general, racistas ni xenófobos, experiment­an, sobre todo, una situación de impotencia y de abandono social, resultante­s del paro y de la indiferenc­ia de la UE. Los partidos populistas les hablan de otros “culpables”, y nos atenazan a todos porque hacen derivar las frustracio­nes hacia el odio, el racismo y la xenofobia. No hay nada nuevo en esta estrategia: Europa la ha sufrido, y sobremaner­a, en los años treinta del siglo pasado. Y la sufriremos aún más mientras no haya una verdadera política social europea

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