El Colombiano

Refugiados, en el olvido en isla del Pacífico

Cerca de 600 refugiados llevan cinco años confinados a la espera de que Australia les dé asilo.

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

Hablamos con personas que estuvieron en Nauru, cerca de Australia, donde 600 exiliados llevan cinco años confinados.

Son 22 kilómetros cuadrados y la desesperac­ión está en todas partes. Esa es Nauru, una isla del Pacífico ubicada a 3.000 kilómetros de Australia, donde esta nación mantiene a los solicitant­es de asilo que fueron intercepta­dos en el océano cuando intentaban llegar a tierra firme para pedir refugio en el país.

No lograron su cometido. Se quedaron atrapados y viven en tiendas de campaña o comunidade­s con otros refugiados como ellos. Son de Bangladés, Birmania, Lebanon, Irán, Sri Lanka, Siria o Somalia y se fueron de sus países por las guerras, la falta de oportunida­des o la persecució­n contra los católicos.

Kazem* es uno de ellos, un iraní que se convirtió del islam al cristianis­mo. “En mi país, si haces eso, lo primero a lo que te enfrentas es a la tortura y a la prisión. A la larga, te enfrentas a la muerte”, cuenta. Él escapó junto a su esposa y desde 2013 está en la isla esperando asilo.

Personas como Kazem huyeron porque sintieron que no podían seguir sumidos en el conflicto, pero, aunque se alejaron de las balas, ahora viven en el encierro de Nauru. Sin embargo, conocer las historias de su vida pasada es complejo, así lo explicó a EL COLOMBIANO Christine Rufener, sicóloga de la organizaci­ón Médicos Sin Fronteras (MSF) que trabajó en la isla desde noviembre de 2017.

Pero Rufener ya no está junto a los refugiados. El gobierno australian­o ordenó que se retiraran de Nauru en octubre de este año al considerar que no necesitaba­n sus servicios. En sus cálculos está que cerca de 600 personas están en la isla necesitand­o atención psicológic­a y la mayoría de ellos llevan hasta cinco años en el lugar. Océano Índico

“Están en un limbo donde no quieren morir, quieren una oportunida­d, pero no sienten que vaya a llegar”, comenta. Estos refugiados han tenido la oferta de regresar, incluso con dinero, y las rechazan. ¿La explicació­n?: “La gente no se siente segura, quieren estar en Australia y su única posibilida­d era quedarse esperando en Nauru. Ahora llevan cinco años de espera”.

Enfermarse, ¿la salida?

El gobierno australian­o tie- Océano Pacífico m k 0 00 3. Detalle ne una política de tramitació­n indefinida. Por esto, ante la negativa de los refugiados de volver a sus países y el impediment­o que tienen para llegar hasta Australia, su estadía en la isla no tiene fecha final. Ante ese estatismo, hay quienes logran tocar tierra australian­a cuando son evacuados por razones médicas.

La sicóloga Rufener lamenta que esa sea “la oportunida­d de entrar al país”, porque, una vez en territorio, el sistema está obligado a atenderlos. Pero aparece un problema más: como si se tratara de la situación de los migrantes en la frontera de Estados Unidos y México, en Nauru también hay separación de familias porque solo una persona puede acompañar al enfermo y los demás se ven obligados a quedarse en la isla, lejos de sus seres queridos.

Según un reporte de MSF, más de un tercio de los pacientes solicitant­es de asilo y refugiados estaban separados g in R d n la Is de sus familiares cercanos, una pena para aquellos que atravesaro­n el océano con sus seres queridos intentando encontrar un futuro mejor para todos, pero terminaron confinados en Nauru

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