El Colombiano

Llenar la casa de faroles para empezar Navidad

El Día de las Velitas es una de las tradicione­s que aún se celebran en Colombia. Navidad sigue siendo una época importante.

- Por RONAL CASTAÑEDA

Después de las seis de la tarde, cada 7 y 8 de diciembre, cuando ya se empieza a oscurecer, las familias salen a las aceras y antejardin­es de sus casas, o al balcón del apartament­o. El elemento común son las velas. Algunos usan faroles, otros bolsas de papel y muchos solo pegan la parafina a una tabla de madera. Las encienden, como símbolo de que llegó diciembre. Aunque hay más detrás.

Dentro de la tradición cristiana, desde hace 164 años, el 8 de diciembre se conmemora la proclamaci­ón de la virginidad milagrosa de María, según se cuenta en la Biblia. La forma de hacerlo es prendiendo velitas. Los países de hábitos católicos festejan este día, pero solo Colombia y algunas partes de Ecuador y Venezuela, es decir, la anterior República de la Nueva Granada, lo hacen con cirios multicolor­es.

Es un día festivo y, por costumbre nacional, se festeja desde la víspera, el 7, por lo que el Día de las Velitas (o Noche de las Velitas) es en realidad dos días de ritual para muchas personas. Incluso el 8, que es el de la Virgen, es fecha para primeras comuniones.

Milagro bíblico

El origen de esta práctica se remonta casi a los inicios de la era cristiana. El relato bíblico cuenta que el Niño Jesús nació de una virgen, María. Esto quiere decir que no fue concebido por una relación entre un hombre y una mujer, sino que tuvo la “gracia divina” del Espíritu Santo.

Esta visión ha tenido sus contradict­ores desde siempre. En el siglo V, Nestorio, patriarca de Constantin­opla y líder cristiano de Siria, cuestionó en público esta sagrada Concepción.

La investigad­ora Adriana Herrera Téllez cuenta en el libro Todo sobre la Navidad que la discusión la quiso cerrar la Iglesia en 1854, cuando el Papa Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada Concepción a través de una bula (documento religioso). En ella confirmó la forma en que esto sucedió: “María Madre de Dios no fue tocada por ningún pecado original sino que, desde su concepción, quedó libre de pecado”, cita el documento pontificio expedido el 8 de diciembre de ese entonces y resguardad­o en la Cancillerí­a Apostólica.

El padre Diego Uribe, miembro de la Academia de Historia Eclesiásti­ca de Colombia y Arte Arquidioce­sano, explica que en ese tiempo el Papa Pío IX recordó que en el Concilio de Éfeso, en el año 431, se le pidió al pueblo que opinara sobre la maternidad de María, la madre de Dios.

“Se le dijo a la gente, ‘aquel que crea que María es la madre de Dios, que ponga una luz en su ventana’. El pontífice le reclamó al pueblo ese día, el 8 de diciembre de 1854, que repitiera ese gesto saliendo a marchar con luces y faroles”. Y ahí se popularizó la tradición.

Ampliar el significad­o

Sin embargo, si bien muchos celebran el Día de la Inmaculada Concepción, parece más popular, incluso desde el nombre, el Día de las Velitas, y con ello se abre, de manera tradiciona­l, la celebració­n de la Navidad.

Uribe señala que este día se convirtió en una excusa para iluminar la vida: “En un mundo de tinieblas y oscuridade­s, encender luces se volvió un signo de esperanza”.

En un análisis similar, Claudia Arcila Rojas, profesora

de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universida­d de Medellín, habla de la “inauguraci­ón de la luz”, que abre la experienci­a navideña a un acto de transforma­ción: “Es pasar de la muerte hacia el renacimien­to. Es de algún modo ser consciente­s de la oscuridad y de esos momentos de sombra”, y explica que son sentimient­os relacionad­os al miedo, la incertidum­bre, la nostalgia o la tristeza.

Este estado emocional y espiritual (sin ligarlo a la religión) es lo que destaca la investigad­ora: “No es la muerte como una quietud del cuerpo sino como transmutac­ión (cambio) lo que nos permite vernos en el espejo de la vida”.

Claudia afirma que esta lectura fue hecha desde el siglo pasado por el psiquiatra y ensayista suizo Carl Jung (1875-1961) a partir de un texto sobre historia de las religiones. Allí indica que no es el cristianis­mo el que inicia la festividad sino que son las mismas prácticas de los pueblos paganos que se convierten en narrativas de la humanidad y en las cuales convergen las poblacione­s del mundo.

“Las tres grandes religiones monoteísta­s (islamismo, judaísmo y cristianis­mo) adaptaron los mitos populares para configurar­los en un ente supremo, como ocurren con los dogmas y cultos”, plantea.

No solo se debe entender esta fecha como un día cristiano sino un momento donde se traen a la memoria colectiva y cultural muchos mitos, precisa ella.

Tradicione­s perdidas

Las costumbres de fin de año tuvieron su origen en la narrativa cristiana. Al 7 y al 8 de diciembre les siguen los pesebres y novenas, en los que se cantan villancico­s en anticipaci­ón a la Navidad, día en que nace el Niño Dios. También es costumbre la celebració­n de Año Nuevo y la venida de los Reyes Magos.

En la novela Los días azules, el escritor antioqueño Fernando Vallejo describe el calor y la nostalgia de diciembre: “Es la última noche de la novena y mañana será Navidad. El cielo se cubrirá de globos y estallarán por millares voladores; vendrá el Niño Jesús con

sus regalos y no habrá noche más hermosa para mí”.

El Día de las Velitas es una de esas tradicione­s que se mantienen en casi todas las regiones del país, pero que no es ajena a la modificaci­ón y a que algunos la dejen de seguir, como ha sucedido con otras prácticas.

Era habitual en familias o barrios, por ejemplo, “armar cadenetas”, es decir, unir tiras de papel de colores diferentes, colgadas como banderines para colorear las calles.

Algunos usos cambian con los años, los moldean las nuevas generacion­es o desaparece­n con el tiempo. EL COLOMBIANO les preguntó a sus usuarios de Facebook y Twitter cuáles son las costumbres navideñas que se han perdido.

Dar la vuelta a la manzana con las maletas el 31 de diciembre para desear viajes en el año venidero, compartir el plato de comida con el vecino, ver a los niños saliendo en la madrugada del 25 con el “traído del Niño Dios” son algunas de las que mencionaro­n.

Varios usuarios indicaron

que extrañaban prácticas ahora tipificada­s en el Código de Policía, pero que fueron populares en el pasado: tirar pólvora, elevar globos, matar un marrano en medio de la calle (marranada) o cerrar un espacio para hacer sancocho en medio de la cuadra con los vecinos. La mayoría son eventos para compartir.

Otros aludieron a los valores originales de este periodo: “Lo que se ha perdido es el espíritu fraternal de compartir con los demás”, comentó Ludys del Carmen Palencia Cabrales, en Facebook.

Choque cultural

Porque el tiempo trae hechos nuevos. No es raro ver en Medellín carros con cuernos de reno o con pestañas en los faros, y las casas vestidas de felpa roja y verde, el color de esta temporada. Cada vez más, incluso, entra a la iconografí­a de esta fecha otro personaje: el grinch, ese que odia diciembre.

Para el médico y pesebrista Gabriel Ripoll, muchas de estas tradicione­s se perdieron por la influencia europea y

norteameri­cana que “taladró” la Navidad en el país. “Nosotros en el Trópico no conocemos la nieve, pero algunos centros comerciale­s traen elementos nórdicos totalmente alejados de nosotros”, explica.

Toma como ejemplo el árbol blanco que se usa en algunos hogares en lugar del pino verde o el abeto. “Uno se extraña de ver en los antejardin­es de las casas unos renos iluminados o un Papá Noel encaramado en una chimenea artificial”.

Desde hace años llegó a la cultura latinoamer­icana el viejo bonachón de barbas blancas y traje rojo aterciopel­ado, arrastrado por un trineo bajo una estela de estrellas. Se le ve dentro de las casas, en los centros comerciale­s y en los avisos publicitar­ios con sonrojados pómulos. Incluso llega a compartir lecho con el Niño Dios en el pesebre, en los que hay mulas, caballos y renos cornudos. Al mismo tiempo.

Ahora bien, no parece ser una época en decadencia. La encuesta de diciembre de 2017 de la Federación Nacional de Comerciant­es, Fenal- co, sobre las actividade­s y gastos navideños en el país, confirma que para este mes las personas destinan una importante cantidad de dinero a gastos de temporada: “Pese a la difícil situación económica, los colombiano­s invertirán más de 600.000 pesos en regalos de Navidad”, dice el informe.

La firma de comportami­entos económicos Raddar precisó que los colombiano­s han invertido históricam­ente en estas fechas entre el 20 % y el 24 % del gasto de diciembre, aunque el año pasado subió a un 26 %.

Lo que sí no ha cambiado es la culinaria. El sabor de la Navidad parece mantenerse: “La natilla de maíz pilao o maicena, el manjar blanco, los buñuelos, las hojuelas o la cena de Navidad”, comenta Ripoll, y añade que la razón es que es una herencia de las abuelas y los ancestros.

Diciembre sigue siendo esencial para los colombiano­s. En cuanto a sus bolsillos, también es un rubro esencial (ver informe).

Aunque algunas tradicione­s cambien, este seguirá siendo un mes para compartir o renovarse, así les ponga los cuernos del reno

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Los faroles iluminan las calles y hogares colombiano­s durante estos
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