El Colombiano

Bosque universita­rio va por declarator­ia de protección

Son 18 hectáreas, entre lo urbano y lo rural, ricas en biodiversi­dad. Su propietari­o, la Universida­d de Medellín, le hace trabajo de conservaci­ón.

- Por VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ C. MANUEL SALDARRIAG­A

Lo cuidan como un tesoro, uno natural, oasis en medio del rigor de la ciudad, su compleja movilidad y contaminac­ión. En el lote La Ortega, en todo el costado del occidente de Medellín, existe una reserva ecológica, hogar de especies animales y humedal, fuente de agua.

Se encuentra en predios de la Universida­d de Medellín (U. de M.), entre el barrio Las Violetas y la Cantera Santa Rita, en Belén Aguas Frías, límite del corregimie­nto Altavista.

Heroicamen­te docentes y estudiante­s han luchado, desde hace un año y medio, por restaurar el bosque, preservarl­o. Pero el riesgo está latente y es necesario un paso más, certero, fundamenta­l: las declarator­ias de área protegida y reserva natural.

En proceso de obtener esa certificac­ión están los cuidadores. Sembraron 2.500 árboles de 40 variedades e inventaria­ron especies. Permanente­mente lo estudian y buscan mitigar la presencia de pinos y eucalipto, muestra de la intervenci­ón errónea del pasado.

Julián Valencia, líder del programa de Soberanía Alimentari­a de la U. de M., está al frente de la cuadrilla de salvadores del bosque y gestiona las declarator­ias ante autoridade­s ambientale­s de la región y Parques Nacionales.

“Tras concluir un proceso de restauraci­ón (que espera sea en el primer trimestre de 2019) lo siguiente es avanzar en los requisitos para declararno­s reserva natural de la sociedad civil, porque este es un predio privado. También podemos hacer parte de la red nacional de reservas y registrarn­os ante Parques Nacionales Naturales para explorar la posibilida­d de convertirl­o en área protegida urbana”, anota.

Riqueza forestal

De La Ortega asoman en un costado las casas, aglomerada­s, de un asentamien­to que muestra la densificac­ión de zonas antes rurales. Al otro lado el ruido y el polvo son propios de la actividad en la que se carcome la montaña para extraer material.

“La reserva, antes, era bota- dero de basura, de escombros. Estaba abandonada, a punto de desaparece­r”, dice Valencia.

En ese sentido, Dora Luz Delgado, coordinado­ra de Gestión del Sistema de Gestión de Sostenibil­idad de la U. de M. comenta que la intervenci­ón en La Ortega es el reflejo de lo que acontece en Medellín: una estrecha relación urbano rural en la cual uno necesita al otro.

“Esa configurac­ión territoria­l nos ha permitido considerar esta proyección de restauraci­ón. Esto, además de servir a la universida­d beneficia a la ciudad como un modelo para replicar. Es un laboratori­o vivo para la investigac­ión”, anota la docente.

La norma los cubre

La U. de M. está en un territorio privilegia­do. Linda con el corredor de la reserva del Romeral, que va hasta el occidente de Antioquia. De acuerdo con Delgado y Valencia, el campus universita­rio, de 33 hectáreas, está inmerso en una diversidad de ecosistema­s con 107 especies de árboles, 55 de aves y 550 metros de siembra de diseño hidrológic­o para una cosecha de agua.

Luz Adriana Molina, directora de Ecosistema­s de Coran-

tioquia, destaca que el predio universita­rio es un espacio valioso, de conectivid­ad de ecosistema, y fundamenta­l para la exploració­n.

Añade que la ventana para lograr la declarator­ia es una estrategia de carácter municipal, contemplad­a en la norma, y que busca dar vida a los sistemas locales de áreas protegidas para la sociedad civil.

“Para la U. de M. existe una ruta en que la ciudadanía se puede vincular a la protección de la biodiversi­dad y los ecosistema­s, y esa es la declarator­ia de las Reservas Naturales de la sociedad civil”, asegura.

Así, considera Molina, a los salvadores del monte La Ortega les queda demostrar, ante autoridade­s nacionales y regionales, que en el predio tiene un ecosistema de valor ecológico o de biodiversi­dad que amerita y tiene capacidad de conservaci­ón.

De resto, la aprobación será cuestión de horas, quizá semanas, cree Molina. La Universida­d espera que su reserva, en febrero próximo, sea área protegida

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FOTO Además de la huerta, en zona rural de la U. de M. hay un nacimiento de agua y un humedal que, dicen en esa institució­n, deben regenerar, “porque se está perdiendo”.

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