La casa del futuro
Diferentes desarrollos tecnológicos comienzan a llegar,
Hace poco más de una década era difícil imaginar que el futuro del despertador, la linterna, el reloj o el álbum de fotos se escondía en un smartphone.
La nanotecnología estaba llamada a transformar también nuestra casa. No era la primera vez que se anunciaba una revolución doméstica. Sin embargo, como le sucediera a la domótica, apenas ha alterado nuestras costumbres cotidianas. Los cambios llegan de manera muy paulatina, casi sin darnos cuenta.
Es cierto que tenemos un reloj en el horno y que se desconecta cuando termina el tiempo de cocción, pero estamos lejos de las neveras que avisan cuando los alimentos caducaban o de los baños que detectan los cambios de presión sanguínea. Las transformaciones domésticas no son revolucionarias. Les cuesta llegar, pero cuando lo hacen es para quedarse.
En comparación con los carros o los lugares de trabajo, las viviendas tardan en reflejar esos cambios. Un viaje por algunas de las empresas más innovadoras del sector descubre que el futuro de la vivienda no está solo en manos de la tecnología. También que la lógica, la libertad individual —o la customización, como se dice ahora— y la facilidad de uso son clave para que una innovación triunfe.
“Si alguien nos hubiera dicho hace poco que una casa podría calentarse con lo que consume un secador de pelo, nos habría parecido ciencia-ficción. Sin embargo, está pasando”. La arquitecta navarra Sara Velázquez construyó en Bilbao un edificio de consumo energético casi nulo (Passivehaus) más alto del mundo. La calefacción de los 171 pisos cuesta a sus inquilinos un 75% menos que la de una vivienda convencional, gracias a que sus arquitectos aplicaron sencillas leyes de la física destinadas a evitar pérdidas de calor por la fachada y a aprovechar el calor del sol y el generado por los habitantes.
En 2020, en España todos los nuevos edificios deberán ser de consumo casi nulo. Por eso Velázquez sabe que un inmueble bien aislado no solo ahorra en la factura de la luz, sino que también alarga la vida de la arquitectura.
Ventanas solares
Álvaro Beltrán (Ávila, 1975) está preparado para ese cambio. Tras graduarse como economista en la Universidad de Mánchester fundó Onyx Solar. Pensó en fabricar cristales que además de utilizarse en ventanas pudiesen captar energía solar para evitar tener que añadir paneles en los edificios. En una feria de Abu Dabi conoció a otro físico, Teodosio del Caño y juntos lanzaron los vidrios fotovoltaicos que captan y acumulan energía solar gratuita. Los han utilizado empresas como Samsung o Coca-Cola, Apple o Heineken, y se han instalado en el estadio de los Miami Heat, la sede de Novartis, en Nueva Jersey o el edificio más alto de Singapur.
El último logro de Beltrán y Del Caño fue conseguir que estos vidrios sean transitables. Es decir: que se pueda caminar sobre ellos. Eso es fundamental para iluminar cenitalmente, para construir cubiertas fotovoltaicas que dejen pasar la luz del día mientras acumulan la energía del sol. Beltrán está convencido de que desde todas las escalas —una casa o un rascacielos— se puede luchar contra el cambio climático y convertir los edificios en acumuladores de energía solar.
Hace ya un tiempo que el gigante del baño en España, la multinacional Roca, abordó la sostenibilidad desde la única manera posible: tratando de ahorrar agua. Más allá del empleo de griferías que reducen el caudal, su innovación más emblemática es un lavabo que recicla sus aguas negras para que lleguen filtradas a la cisterna del inodoro. El invento permite ahorrar el 50% del agua que se consume. Sin embargo, su alto costo no ha permitido su uso generalizado.
Por su parte, Marta Gálvez, de Philips, explica que más