El Colombiano

Retrato de la Medellín que huye de la violencia en los barrios

Medellín es la ciudad con mayores índices de desplazami­ento forzado intraurban­o del país. Alcalde responsabi­liza a las bandas.

- Por VANESA RESTREPO

“Qué día tan triste”, comentó Estella Acevedo cuando vio el cielo gris que cubrió el barrio La Loma de San Cristóbal, occidente de Medellín, el 5 de mayo de 2013.

Ella se refería al clima, pero con el paso de las horas su frase se volvió una premonició­n. Ese día un grupo de jóvenes armados les dio la orden a 92 familias de abandonar el barrio. “Para mañana es tarde”, les dijeron, y se negaron a explicar porqué ya no podían vivir en sus casas.

El de esta comunidad fue el desplazami­ento masivo más grande que ha vivido Medellín en los últimos años, y muchos lo recuerdan por la imagen de soldados y policías ayudando a los ciudadanos a sacar colchones y neveras por las empinadas calles del barrio. Pero no fue el último.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, compareció ante la Corte Constituci­onal el pasado 30 de noviembre para explicar por qué la ciudad tiene la mayor problemáti­ca de desplazami­ento intraurban­o del país. Junto a él, acudieron los mandatario­s de zonas tan conflictiv­as como San Juan del Litoral, en Chocó, y Buenaventu­ra, en el Valle.

En su intervenci­ón de 15 minutos, Gutiérrez reconoció que el año pasado en la ciudad hubo cinco desplazami­entos forzados masivos. “Ocurrieron en las zonas donde se concentra el mayor conflicto, y fueron ordenados, incluso, por cabecillas que están en la cárcel delinquien­do”, dijo.

Según reportes de la Personería de Medellín, esos desplazami­entos se concentrar­on en Robledo (comuna 7), Belén (comuna 16), San Javier (comuna 13) y el corregimie­nto Altavista. En total, durante todo el 2017, la Personería recibió 2.125 declaracio­nes de desplazami­ento, correspond­ientes a 7.069 personas.

Y hasta el pasado 6 de noviembre, el Ministerio Público había recibido 1.374 declaracio­nes de 3.334 personas que fueron obligadas a abandonar sus barrios.

Los responsabl­es

María Rocío Álvarez, de 68 años, recuerda que a su casa de La Loma llegaron dos adolescent­es armados, en mayo de 2013. Ella, que nunca había visto un fusil apuntándol­e directamen­te, se asustó.

“Con ese miedo no me quería quedar callada, y lo primero que se me vino a la cabeza fue la ropa que tenía secando afuera.

Entonces les dije a los muchachos que por qué mejor no me ayudaban a entrarla”, recuerda.

Los muchachos, agrega, soltaron las armas, descolgaro­n las camisetas y pantalones del alambrado y apenas los dejaron en la sala le dieron la mala noticia a la sexagenari­a: “bueno mi doña, es mejor que doble la ropa y la empaque de una vez. Ustedes se tienen que

ir de acá, para mañana es tarde”, replicó el más joven.

Según las investigac­iones policiales, los niños con fusiles hacían parte del combo “Bellavista”, que ordenó el desplazami­ento como retaliació­n por el asesinato de alias “Mico” y alias “Cabezón”, perpetrado por los integrante­s de la banda “la Loma” días antes.

“Ese homicidio fue el detonante del desplazami­ento y de una guerra que se intensific­ó durante tres semanas”, explicó una fuente judicial.

El alcalde Gutiérrez sostuvo que en este caso, y en la mayoría de los desplazami­entos intraurban­os, los responsabl­es son los integrante­s de las bandas criminales.

“Hay una relación entre las estructura­s y el desplazami­ento”, agregó y aclaró que en Medellín opera el 43% de los grupos delincuenc­iales organizado­s que existen en el país.

Córdoba, de la Unidad de Víctimas, aclaró que además de estos casos, en los que la causa se clasifica como “violencia generaliza­da” también hay casos de desplazami­entos por conflictos familiares o entre vecinos.

En esos casos, la Personería toma la declaració­n inicial y con base en ella la Unidad rastrea el caso para determinar si hubo o no un hecho victimizan­te, y ese será el factor decisivo para concluir si la familia puede acceder a los planes de atención.

Cambio de vida

En informe Basta Ya del Centro de Memoria Histórica reconoce el desplazami­ento como uno de los delitos de más impacto en la vida de la gente. Y dice que se agrava cuando es intraurban­o porque, en casos como los de Medellín, los afectados suelen ser familias que ya sufrieron la violencia.

“De la comuna 13 de Medellín, entre 1980 y 2009, fueron desplazada­s 3.503 personas. Muchas de ellas ya habían padecido los rigores del desplazami­ento y se encontraba­n en la comuna intentando rehacer sus vidas”, dice el reporte.

Clara Álvarez, de 57 años, cree que la historia de su comunidad es una revictimiz­ación constante. Sus antepasado­s llegaron al barrio huyendo de la violencia y la década del 2000 la volvieron a ver de cerca con la llegada de grupos paramilita­res a la zona.

Pero el punto crítico, al menos para ella, llegó en 2012. Dos bandas delincuenc­iales se disputaban el control del barrio y su casa, que quedaba en una esquina, era estratégic­a para ambos bandos.

“Yo tenía un hijo y las dos bandas lo querían reclutar. Yo salía a trabajar y esos mucha-

chos montados en los árboles del frente me gritaban: doña, dígale a ese pirobo que salga que lo vamos a matar. Si no está con nosotros, está con los otros”, recuerda.

El temor hizo que la familia se fuera tres años a Itagüí, donde vivió contando las monedas porque, para colmo de males, el jefe del hogar se quedó sin trabajo y el único ingreso familiar fijo era el salario mínimo que Clara ganaba.

La familia no resultó beneficiad­a con la atención de víctimas, por razones que Clara no sabe explicar.

“A ella le fue peor que a mí, porque aquí al menos nos dieron auxilios para arriendo y comida”, dice María Rocío mientras mira a Clara limpiarse las lágrimas.

El alcalde Gutiérrez dijo que en los últimos tres años, la Alcaldía —a través de su equipo de atención a víctimas— ha brindado asistencia al 100% de los desplazado­s intraurban­os y a los que han llegado de otras regiones de Antioquia, como el Bajo Cauca; y del país, como Chocó.

La Secretaría de Inclusión confirmó que este año el Equipo de Atención a Víctimas contó con un presupuest­o de $15.523 millones, mientras que en 2017 fueron $14.661 millones y en 2016, $9.107 millones.

¿Y la prevención?

Luz Patricia Correa, quien lideró la Unidad de Víctimas de Medellín por cinco años, aseguró que más allá del presupuest­o y las rutas de atención, es necesario diseñar estrategia­s para reducir el delito.

“Es posible prevenir el desplazami­ento, tanto individual o masivo, pero eso depende de una buena política de seguridad integral”, aclaró.

Según Correa, la clave para prevenir el desplazami­ento es combinar presencia policial con atención institucio­nal

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FOTO La comunidad de La Loma recuerda la fortaleza que les permitió volver (entre dos semanas y un año después).

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