El Colombiano

“Tuve la fortuna de nacer sin fortuna”

Dos días en Barichara hablando del destino, la identidad, la libertad, la esclavitud, el éxito, las artes, el amor, la vida y la muerte.

- Por MARTHA ORTIZ GÓMEZ Directora de EL COLOMBIANO

En Memorias de Adriano, Marguerite Your

cenar propone que: “El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligent­e”. ¿Usted nació en Amagá, pero, dónde nació usted desde esa mirada? ¿Ha nacido más de una vez?

“Qué hermosa pregunta. Tuve la fortuna de nacer sin fortuna. Saramago me decía que esa frase que acababa de decirle, debería ser el inicio de mis memorias. En el campo en donde nací y crecí, no en el pueblo sino muy arriba, no había ninguna clase de comunicaci­ón sino pata al suelo, pata limpia, solamente había escuelita rural de pisos de tierra, con una sola maestra regordeta, muy bondadosa y llena de sabiduría, a quien le dedico todo lo que me pase bueno en la vida. Se llamaba misia Rosario Rivera. Un día le hice a la maestra una pregunta: ¿Misia Rosario, por qué cuando Aquiles, pies ligeros, iba a dar la batalla final contra Héctor, el Rey de Troya, se devolvió a buscar a su amigo Patroclo, por qué no se fue solo si él era invencible? Y misia Rosario no supo contestarm­e. Esa noche, la maestra indagó en los libros que tenía, pero al día siguiente no me supo responder. ¿Por qué no me supo responder? Pues porque en esa época no existía en el lenguaje el homosexual­ismo y Aquiles, pies ligeros, era homosexual y su amigo se llamaba Patroclo. Entonces, me dijo: ‘Voy a averiguar y le digo’. Bueno, ahí descubrí el conocimien­to, descubrí que se pueden aprender cosas. De ahí en adelante todo me fue muy fácil, porque no me detenía nada, yo quería aprender”.

Usted ha sido estudiante, seminarist­a, arquitecto, abogado, profesor, periodista, político, presidente, traductor, empresario, poeta, artista... ‘pluriofici­o’, lo ha llamado. ¿Quién es, en definitiva, usted?

“Cuando terminé estudios en la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, me fui para Bogotá. No me fui a buscar empleo, sino a buscar destino y destino es empleo más los sueños. Todos esos oficios son una búsqueda del conocimien­to. Quise ser escritor, pero me desvió el quehacer de la política, entonces tomé el conocimien­to que tenía de los elementos literarios como instrument­o de creativida­d que aplicaba al quehacer de la política. Hice periodismo en EL COLOMBIANO y en La Defensa de Medellín. Siendo estudiante fundé un semanario que se llamaba Jerarquía. En mis mocedades escribí cuentos, pero la vieja frase de que ‘lo que natura no da, Salamanca no lo presta’, en mi caso tuvo plenitud apoteósica, porque natura no me había dado aptitudes de creativida­d como novelista ni como cuentista, los cuentos eran más bien la retórica de la época (...). Y me convertí en escritor político, pero uno que en la época del partido Liberal en Antioquia era temible (...). El poeta vallecauca­no Antonio Llanos me dijo: ‘Usted no se debe llamar Belisario sino Bélico’”.

¿Y quién no es Belisario Betancur?

“¿Quién definitiva­mente no soy? Pues a pesar de que salí de la violencia interparti­dista, nunca fui un violento y siempre he sido cultor de la paz. No obstante todas las vicisitude­s que me ha tocado surcar en la vida, siempre he sido un buscador de paz, porque la concibo no como una entidad metafísica sino como una entidad casi que antropológ­ica como fundamenta­ción de todo quehacer positivo del ser humano. Hay una concepción de Immanuel Kant, el filósofo alemán, sobre la paz y sobre la guerra. La paz, dice, no es solamente la ausencia de guerra sino la plenitud de las condicione­s, de las coordenada­s del ser humano, de su existencia. Soy antes que nada sembrador de paz, sembrador de destino entre mis compatriot­as, mis compatriot­as, para decirlo con lenguaje de Barba Jacob, nuestro paisano, mis compatriot­as son los habitantes del mundo. Me siento compatriot­a donde quiera”.

Se ha dicho que usted es el último presidente humanista que tuvo Colombia. ¿Cuáles considera que fueron los pros y los contra de esa faceta humanista en su liderazgo?

“Lo que quise ser quizás no lo fui por completo porque en mi propio ser la incompletu­d es una especie de estado de insatisfac­ción permanente. No poder llegar es la insaciabil­idad metafísica del ser humano, es la búsqueda. Entonces, repudio la condición de humanista. Me queda grande”. Lo dice María Mercedes Carranza.

“Pues me queda grande. No le ponga total atención a lo de María Mercedes porque fuimos muy amigos y la amistad es un lente que deforma las apreciacio­nes críticas. Soy más bien un buscador, eso sí he sido desde niño, desde cuando con aquella maestra rural descubrí el conocimien­to. Un buscador con deseos de transmitir, no con mi nombre, sino de transmitir conocimien­to, o sea que soy un maestro de escuela, definitiva­mente, en donde quiera que me encuentre”.

Dentro de sus “pluriofici­os” hay uno recurrente, el de periodista. ¿Cuál es para usted el rol de la prensa en la sociedad y cuál es su opinión de los medios colombiano­s hoy?

“La misión del medio es mantener al interlocut­or, que es el destinatar­io o lector, al tanto del acontecer, pero al mismo tiempo mantenerlo positivame­nte, y en ningún caso, en ningún caso, ser cortapisas. Hoy, con la velocidad de la informació­n, es cuando finalmente somos contemporá­neos los unos de los otros. Ya no como una metáfora sino como una certidumbr­e, hoy, entonces, la función de la prensa es todavía más apremiante, su responsabi­lidad es pedagógica. Es de enseñanza, de informar enseñando, o enseñar informando. En la Oración a Jesucristo, que pronunció don Marco Fidel Suárez cuando era presidente, existe una frase que a mí me conmueve mucho: El destino de la humanidad, es progresar padeciendo. Esa frase pronunciad­a precisamen­te hace un siglo es el acta notarial de la realidad contemporá­nea. Qué duda cabe de que la humanidad está progresand­o, pero tampoco cabe duda de que está padeciendo”.

¿Y cuál es su opinión frente a la libertad de prensa en el país?

“A mi juicio hoy por hoy hay plena libertad de prensa en Colombia, tanta que en ocasiones no nos damos cuenta de esa plenitud. En un poema de Eduardo Carranza le dice a su amada: ‘ Tan cerca estás de mí que no te veo’. De tener tan próximas las cosas, terminan en ocasiones más bien recortando la visión, autorrecor­tándola en función de la proximidad. Quiero decirle, Martha, que en razón del disfrute de esa plenitud, en ocasiones le establecem­os cortapisas, pero eso dentro del propio ámbito de la libertad de que se le disfruta. En ningún caso que yo sepa hay censura de prensa, ni siquiera cuando esa censura de prensa podría tener a juicio de quién la ejerza, alguna justificac­ión. Pero no, para mí, la censura no tendría justificac­ión de ninguna clase. Y le repito que incluso llegué al exceso dialéctico de decir: si tuviera que escoger entre el desbordami­ento y la censura, me quedaría con la autorrespo­nsabilidad, en ningún caso censura, que no cuenten conmigo, porque yo no censuraré. Y hoy por hoy creo que la prensa en Colombia es muy constructi­va”.

Cuando lo estudio tengo una duda: ¿usted fue conservado­r por nacimiento o por convicción? ¿Qué me responde?

“Esa es una pregunta perversa”.

No, es una pregunta justa, porque sin duda su pensamient­o es liberal.

“Bueno, en primer lugar, la herencia por mucho que la queramos es irracional. La herencia no nos pregunta, la herencia nos establece. Sin derecho a protesta de nuestra parte. La protesta sería ex post facto, después de que se tiene, lo que se hereda, y en todo caso prevalece, es el afecto mismo creado por el ámbito familiar con cualquiera de esas considerac­iones o desavenenc­ias en cuanto a lo que se hereda.

A mí no me preguntaro­n al nacer en una montaña al Suroeste de Antioquia, ni por el color de mi piel, ni por la religión, ni por el partido político. Yo nací conservado­r y nací católico y sigo siendo católico, y no obstante algunas veleidades en el camino, sigo siendo conservado­r. Nací en un hogar recalcitra­ntemente conservado­r campesino, que no deliberaba su creencia política ni tampoco su creencia religiosa. Eran conservado­res y católicos porque sí, como el amor y como las rosas.

Conservo la esencialid­ad del pensamient­o Conservado­r y la esencia liberal del pensamient­o social cristiano. Por eso siempre pensé que lo que el Frente Nacional hizo que fue afirmar los dos partidos históricos, era sabio. Lo que no fue sabio fue olvidar que había otras corrientes distintas del Partido Liberal y del Partido Conservado­r que estaban moviéndose por los alrededore­s y que esas corrientes tenían que tener expresión institucio­nal. Por ese pensamient­o, cuando ya aspiré algún día a la Presidenci­a quise hacer un movimiento nacional y compromete­rme a que todos, todos, todos los instrument­os de control irían a estar en manos del partido contrario. Y todos, absolutame­nte todos, se pusieron en manos del Partido Liberal. Entonces, digamos que soy un hombre de centro con raíces profundas en el Partido Conservado­r. Entre los maestros domésticos, Fernando Gómez Martínez, no Juan Zuleta, que era muy conservado­r, pero el doctor Gómez Martínez, que fue mi profesor de Derecho Constituci­onal, sí. El propio eslogan del periódico EL COLOMBIANO durante tantos años ‘Un periódico de todos y para todos’ está diciendo de la universali­dad que se le quiere dar no al ámbito de los avisos, al ámbito del pensamient­o, al ámbito de la orientació­n general, es lo que es EL COLOMBIANO en sus manos”.

Ha dicho que la distancia en tiempo le permite hablar con libertad del pasado y que para las nuevas generacion­es es importante entender la historia, pero afirma que no quiere hablar de política, ¿llegará el día en que hablemos de política?

“Vivo hablando de política, pero de la suprapolít­ica. Por ejemplo, qué más de la esencialid­ad de la política que la educación, ese es el meollo mismo de la política. Se debería ser político en tanto que

“DESCUBRÍ QUE SE PUEDEN APRENDER COSAS. DE AHÍ EN ADELANTE TODO ME FUE MUY FÁCIL, PORQUE NO ME DETENÍA NADA, YO QUERÍA APRENDER”.

“YO NACÍ CONSERVADO­R Y NACÍ CATÓLICO Y SIGO SIENDO CATÓLICO, Y NO OBSTANTE ALGUNAS VELEIDADES EN EL CAMINO, SIGO SIENDO CONSERVADO­R”.

“SI LA POLÍTICA TIENE COMO PROPÓSITO Y COMO CONTENIDO LA DIGNIDAD DE ESE SER HUMANO, EL FACTOR FUNDAMENTA­L PARA ESA EXALTACIÓN ES SIN DUDA LA EDUCACIÓN”.

se es activista de la educación. Porque si la política tiene como propósito y como contenido la dignidad de ese ser humano, el factor fundamenta­l para esa exaltación es sin duda la educación. Y qué más político que la cultura, y yo vivo inmerso en los temas de la cultura, y ella es parte de la esencialid­ad misma de la política. A un filósofo austro-alemán llamado Max Scheler le preguntaro­n qué es a juicio suyo la cultura y él escribió un libro para dar respuesta a esa pregunta, se llama El saber y la cultura. Y una de las respuestas que da es esta: ‘la cultura es todo aquello que nos queda después de haber olvidado todo lo que hemos aprendido’”.

MEMORIA Y TERTULIA ¿Está escribiend­o sus memorias?

“Me puedes mochar de ese rumor”.

Entonces, al no ser usted quien cuente su propia historia, otros la van a contar por usted. ¿Le teme a los errores que puedan tener esas narrativas históricas?

“No le tengo miedo a la historia porque no le tengo miedo a ningún episodio de mi vida y, por consiguien­te, la narrativa o la interpreta­ción que de esos episodios se formule desde cualquier situación es explicable en la libertad del ser humano, en torno a las apreciacio­nes en el contexto de la libertad, y yo soy muy respetuoso de esa libertad”.

Usted ha tenido el privilegio de las buenas conversaci­ones: La tertulia del Bosque de la Independen­cia, la de doña Paulina Posada Escobar, la del Café automático...

“¿Y cómo fue que usted supo todo eso?” (risas).

Mi pregunta es, en todos estos años de buenas conversaci­ones, ¿quién ha sido el mejor interlocut­or?

“María Mercedes Carranza”.

¿Y por qué? ¿Y qué atributos tenían esas conversaci­ones?

“Todos los días a la madrugada nos llamábamos”.

¿Todos los días?

“Todos los días. O me llamaba o la llamaba (...). Ella era una mujer culta, muy independie­nte e informada. Entonces, era una excelente interlocut­ora, magnífica conversado­ra”.

¿Con quién tiene aún una conversaci­ón pendiente?

“No se me vaya a reír, no es una tomadura de pelo lo que le voy a decir, tengo una conversaci­ón pendiente con Pla

tón. Le tengo muchas preguntas, no sé cuándo se las haré, pero quiero verlo”.

¿Y cuáles preguntas le haría?

“Una de las preguntas que tengo para hacerle es cómo dejó que Sócrates bebiera la cicuta. Sócrates se negó a escapar porque alegaba que los jueces que lo condenaron eran jueces legítimos, pero la condena era visiblemen­te ilegítima... Pues sí, tengo esa conversaci­ón pendiente”.

¿Cuál ha sido su momento de mayor esclavitud y su momento de mayor libertad?

“La mayor esclavitud, la Presidenci­a que asumí el 7 de agosto de 1982, y el momento de mayor libertad, cuando dejé la Presidenci­a, el 7 de agosto de 1986”.

¿Cómo sintió esa esclavitud y esa libertad?

“Los problemas que encontré eran muy arduos y los que se vinieron encima, los agravaron. El problema que encontré fue el déficit fiscal. No había un céntimo, la deuda externa era muy alta. Habíamos asumido unos compromiso­s internacio­nales (...), nos habíamos comprometi­do a hacer el Mundial de Fútbol y lo suspendí. Aproveché el momento psicológic­o en que supimos que a García Márquez le habían dado el Premio Nobel y en ese momento en la euforia nacional general, la euforia de América Latina, anuncié que el Estado colombiano no estaba en capacidad financiera de hacer el Mundial de Fútbol, pero que en cambio del Mundial que daba una gloria efímera, teníamos una gloria perenne en el Premio Nobel colombiano que duraría por los siglos de los siglos. En lo cual no me equivoqué”.

¿Cómo describe ese cambio a la libertad?

“El momento es que retornaba a mi ser buscador del conocimien­to que se encuentra por doquier. Solo que hay que saber buscarlo, saber encontrarl­o”.

¿Qué es para usted el éxito?

“La plenitud del conocimien­to en cualquier escenario, como ahora se dice”.

¿A quién considera usted una persona exitosa?

“Gonzalo Restrepo. Gonzalo es de la familia de los Restrepo Jaramillo, fue el espécimen que no quiso seguir el derrotero familiar, en las letras, en la política, en las artes, sino que fue un ser pragmático que prefirió la praxis y una vez que prefirió la pra- xis, alcanzó el éxito. Éxito por cierto en unos almacenes que llevan ese nombre: Éxito. ¡Qué coincidenc­ia! Este hombre se ha aplicado -ya se jubiló- a hacer el bien silenciosa­mente, casi que a escondidas de sí mismo, como soslayándo­se”.

Retomando las Memorias de Adriano, allí se dice que para evaluar la existencia humana hay tres medios: el estudio de sí mismo, la observació­n de los hombres y los hitos. ¿Qué ha aprendido de usted mismo y qué ha aprendido de los hombres?

“Martha, yo soy un admirador de esa criatura que es el ser humano por la capacidad que tiene de asimilació­n del conocimien­to y de creativida­d (...). Por eso soy activista de la supracultu­ra de la educación y la suprapolít­ica”.

Vamos a cambiar de tema. Vamos a trabajar primero uno que se llama el amor.

“El amor es eterno mientras dura”.

¿Y qué es eso que es eterno mientras dura?

“Es la dación del ser humano. Es la entrega a una querencia que hace la plenitud de su propio ser. Y que equivocada o acertadame­nte desde la antigüedad tiene como territorio privativo una víscera llamada el corazón”.

¿Ese amor es posible o imposible?

“Pues es posible, lo demuestra toda la historia de las artes y las letras a lo largo de los siglos. Un amor imposible también tuve, no vaya a pensar que es broma: Margarita Gautier -La dama de las camelias-”.

Presidente, ¿y usted ha amado?

“Yo he amado y soy hombre de lealtades muy largas, porque estuve casado con Rosa Elena, mi novia de adolescenc­ia y de estudiante, algo más de 50 años, y llevo con Dalita creo que 15”.

¿Se ha sentido amado?

“Sí, me he sentido amado”.

¿Qué deberían hacer los partidos políticos colombiano­s tradiciona­les para reconectar con la Colombia de hoy?

“¿Qué es partido en política y qué es la política? La política, como por repetirlo retóricame­nte, es el oficio de dirigir los pueblos a través de la historia en busca de la felicidad -eso casi es un poema-. La esencialid­ad en la política en la práctica es eso. Y ¿qué es un partido político? Un partido político se puede definir de muchas maneras, pero creo que la más simplista puede ser: un conjunto de gentes -los activistas- que siguen un conjunto de ideas - los programas- con el objeto de ascender al poder, de capturar el poder para aplicar esos programas en beneficio de la comunidad, de hacer feliz a la misma, eso puede ser una definición. Ahora su pregunta: ¿Y qué deben hacer los partidos históricos en Colombia para conectar e identifica­rse con la comunidad? Pues lo primero es hablar el lenguaje de la sinceridad a la comunidad y hacerlo en un lenguaje no cifrado, y no solamente sobre sus propias carencias, sino también sobre sus ensoñacion­es o el derecho a la felicidad”.

Si ese fin último es la felicidad, defíname por favor qué es la felicidad...

“La plenitud del ser”.

¿Y es feliz?

“Soy feliz en el ámbito personal, pero no tengo una felicidad plena cuando miro el espectácul­o de la humanidad contemporá­nea, más concretame­nte espectácul­o de las desigualda­des en el país, entonces mi felicidad no es plena. Por eso lo que he querido ser es un sembrador de destino que no es un cosechero del sembradío a título personal. Sino que el cosechero de ese sembradío sea la comunidad colombiana. Esto puede aparecer un poco idealista o utopista”.

Cuénteme de su relación con EL COLOMBIANO.

“Yo ya tenía resuelto el problema de mi educación porque ya me había, no acogido, sino recogido la Universida­d Pontificia Bolivarian­a. Me había ganado un concurso de una beca emulando con ciento y tantos estudiante­s de todo el país. Entonces ya tenía resuelto mi colegio, estaba interno, tenía comida, dormida, estudio, biblioteca (...). Pero me faltaba la plata, no tenía ni un centavo en el bolsillo...

[En EL COLOMBIANO existía la sección Ecos y Comentario­s (hoy se llama Ecos) y sus amigos Jaime Sanín Echeverri, Miguel

Arbeláez Sarmiento y Otto Morales Benítez , contratado­s por Fernando Gómez Martínez, escribían dos Ecos todos los días].

“Entonces a ellos se les ocurrió cederme cada uno un Eco y ahí se arreglaron mis problemas de plata de bolsillo, porque

esto lo hacíamos a espaldas de las directivas de EL COLOMBIANO. Yo tenía que escribir todos los días tres Ecos, pero con tres estilos distintos, con el estilo de Otto Morales, que eran Ecos sin un solo punto aparte y siempre, siempre, citando a Víctor Raúl Haya de la Torre oa

José Carlos Mariategui. Jaime Sanín Echeverri usaba mucho el lenguaje de los escritores españoles del Siglo de Oro y me quedaba fácil porque yo estaba ahí en la Biblioteca (de la UPB.) con la colección de Espasa y eso se subsanaba con poner dos o tres palabritas rebuscadas. Y la columna de Miguel Arbeláez sí era más fácil para mí porque era el avant garde, era Hermann Hesse, era Rilke, era Kafka... Entonces, eran tres estilos distintos cada día”.

A escondidas...

“A escondidas, aprendí a escribir a la fuerza. Esa fue mi primera vinculació­n con EL COLOMBIANO, la clandestin­idad. Muchos, muchos años después tuvimos la sospecha de que sí sabían. De que don Julio Hernández sabía, pero nos toleraba porque yo era un muchachito enjuto y no me cabía el alma en el cuerpo. Y en todo caso se trata de escribir notas intemporal­es y espaciales de manera que si se cortaba alguna, servía para más adelante. Eso me sirvió a lo largo de la vida como usted no se lo imagina.

Y al cabo del tiempo en La Defensa necesitaro­n un Jefe de Redacción, un todero. Le ofrecieron a Miguel Arbeláez y dijo no porque estaba en EL COLOMBIANO. ¡Qué iba a cambiar a EL COLOMBIANO, un monstruo, por una cosita chiquitica y sectaria por allá en La Veracruz! Le ofrecieron a Jaime Sanín y dijo no. Y entonces ellos dijeron, pero tenemos un tipo que es un tigre, que es Betancur. Me presentaro­n al director, el doctor Manuel J. Betancur. Entonces él me dijo: ‘joven Betancur y usted sabe...’, ‘sí doctor yo sé’. ‘¿Sabe titular?’ ‘Sí, yo sé’. ‘¿Armar? Claro que yo sé’. Yo sabía de todo y no sabía nada, porque hasta entonces mis vínculos con EL COLOMBIANO eran los que te dije antes: la clandestin­idad en tres estilos. ‘Entonces, venga el lunes para que comencemos, martes y miércoles’. Y aquí la expresión para definir terror era: !Me tragó la tierra! En EL COLOMBIANO el jefe de armada era

Alberto Acosta, era tartamudo, lo llamábamos a veces el doctor Ca-ca porque era ca... ca... camaradita. Desde el martes o miércoles estuve en los talleres de EL COLOMBIANO clandestin­amente, primero, recibiendo cables, luego mirando cómo se distribuía la noticia en las páginas, titulando; ‘el miércoles, el jueves y el viernes camaradita te va a tocar solo’. Alberto Acosta se iba a tomar trago en un Café en la esquina, por la misma acera de EL COLOMBIANO, y yo les llevaba allá pruebas de las páginas que iban saliendo, y ellos con un lápiz rojo -que todavía me aterra-, rayaban y seguían tomando... Y ahí me tiene, periodista a la fuerza con fórceps, pero hecho en EL COLOMBIANO por completo, Martha. Por completo es por completo”.

...¡Pero en la clandestin­idad!

“Sí. Y después mi profesor de Derecho Constituci­onal fue el doctor Gómez Martínez, imagínese”.

¿Medellín, Bogotá... O hay otros amores?

“En Medellín me eduqué. Medellín me educó. Me educó la Universida­d Pontificia Bolivarian­a. Me educó EL COLOMBIANO. Me educó el vespertino La Defensa... Cómo no tenerle afecto a esa ciudad en la que crecí intelectua­lmente y en la que aprecié los distintos estamentos de la sociedad, pienso que mirándome en el espejo retrovisor, con un poco de resentimie­nto de mi parte, entre los de arriba y los de abajo, yo esta- ba en los de abajo. Pero, como en virtud del conocimien­to fui ascendiend­o en la escala social, guardo afectos muy grandes por esa ciudad. Y luego me vengo a buscar destino a Bogotá (...). Empiezo a participar en las tertulias literarias y políticas. Ya había desapareci­do el escritor que quise ser. Porque ya entonces el poder de la palabra y de la escritura que había adquirido en EL COLOMBIANO y en la Bolivarian­a los apliqué al menester de la política”.

¿Tiene un tema que le obsesione estudiar?

“Sí, la filosofía. Y asisto a certámenes de filosofía, generalmen­te como discípulo, muy pocas veces como expositor. En algunas ocasiones en universida­des europeas”.

¿Por qué el amor por la poesía?

“En la poesía se expresa absolutame­nte todo el universo vivencial, el cosmos vivencial del ser humano. A través de un verso o mediante un poema, se llega muy profundame­nte a la esencialid­ad del ser humano, a su razón de ser más que en otras ciencias u oficios, sin necesidad de llegar al cánon de los parnasiano­s, que era sacrificar un mundo para pulir un verso, no”.

Le pido recomendar un libro a cuatro tipos de personas: a sí mismo, a sus nietos, a los jóvenes colombiano­s y a mí. El primero es a sí mismo:

“El Quijote”.

El segundo, a los nietos:

“El Quijote”.

El tercero, a los jóvenes de Colombia:

“El Quijote”.

Y el cuarto, a mí.

“El Quijote”.

¿Por qué el Quijote?

“Por su contenido y su continente. Porque su contenido es una suma de caracteres recogidos de una manera muy sabia por Cervantes. Por el lenguaje, por la manera como el español que había surgido por allá en la Edad Media en Latín, ahí se fue depurando. El español había tomado cuerpo con el Cantar de Mío Cid en el año 1207 y llegó Cervantes y ese lenguaje vacilante del cancionero de Mío Cid, no del Mío, sino de Mío Cid, Cervantes lo transmutó”.

Hablemos de tres pintores: Manzur y Débo

ra Arango, y de un pintor un poco escondido que se llama Belisario Betancur.

“Manzur es un gran dibujante, y para ser pintor hay que ser antes que nada dibujante. Fue un gran transmisor del dibujo. A mí me tuvo un año haciendo esas itálicas, implacable­mente. Sobre esa base del gran dibujante, ha venido buscando y buscando en los movimiento­s pictóricos sin asirse a ninguno definitiva­mente, como ha hecho Fernando Botero, que encontró su vivencia y se quedó en esa vivencia y la ha ido refinando hasta llevarla incluso a la escultura. Entonces Manzur tiene esa completud del dibujante, del buscador, del enseñante, del maestro y del realizador. Y qué más le digo, ¿de qué otro pintor?”.

Débora Arango: hay un cuadro en la Casa Blanca, que era la casa de ella, donde usted está cargado en los hombros de doña Bertha. Cuénteme de ese cuadro.

“Mi vida fue siempre una lucha en la política, pero enfrentado a los dirigentes de mi partido en Antioquia, a los dirigentes tradiciona­les. Era una especie de rebeldía sin causa, quizá con un poco de retaliació­n social, o sea, por yo estar abajo y ellos estar arriba, quizá, y porque habían dispuesto que habían unos que tenían mucho y otros que no teníamos nada, aunque

“EN LA POESÍA SE EXPRESA ABSOLUTAME­NTE TODO EL UNIVERSO VIVENCIAL, EL COSMOS VIVENCIAL DEL SER HUMANO. A TRAVÉS DE UN VERSO O MEDIANTE UN POEMA, SE LLEGA MUY PROFUNDAME­NTE A LA ESENCIALID­AD DEL SER HUMANO”.

la verdad, yo nunca hice de eso ley inútil, no, pero quizá por allá en el rondón del alma, quizá había esos residuos de resentimie­nto.

[Belisario Betancur recuerda que cuando conoció directamen­te a Bertha Hernández y terminó la reunión, se largó un fuerte aguacero y él la llevó en su camioneta Fiat]: “Le dije: ‘doña Bertha, ¿tiene vehículo? ‘No’. ‘Yo la llevo’. Imagínese, Martha, doña Bertha Hernández de Ospina y Betancur... y entonces, en Los Cedritos, en la avenida Caracas, al llegar a la 72 por la avenida Chile, ahí se formaba una charca por una mala alcantaril­la. Yo pasé y se apagó el motor, ahí, a las 6:00 de tarde, en mitad del charco. Todo Bogotá desfilaba por ahí o una parte muy importante: y esto es muy raro, doña Bertha y Betancur, qué cosa tan rara, y entonces, ahí comenzaron las caricatura­s y, por supuesto, Débora Arango no perdonó: doña Bertha cargando a Betancur, esa es la explicació­n”.

Y el tercer pintor se llama Belisario Betancur. Cuénteme de esa faceta.

“Buscador de destino. Hubo un momento de mucho entusiasmo con Caravaggio y en razón de mis vivencias académicas y de viajar mucho me dijo Manzur: ‘¿por qué no pintas?’ Le dije la vieja frase: ‘Lo que natura no da, Salamanca no lo presta’. Empecé con la itálica, a mover la mano. El maestro Manzur sostuvo siempre que yo tenía condicione­s muy importante­s de pintor, pero que mi indiscipli­na en aras de la academia y de la política la habían frustrado -él no lo dice nunca- sino que siempre pregunta ¿qué estas pintando? Y siempre estoy pintando algo y algunas de mis hijas tienen cuadros míos y he participad­o en algunas colectivas...”.

¿Es un hombre de Fe?

“Soy un hombre que ha tenido veleidades por torpezas mías, por identifica­r las fallas de algunos seres humanos, con fallas de la iglesia. Cosa que es un absurdo: unas son las personas y otras las intencione­s. Pero soy creyente. Nací como católico y soy católico. Pertenezco a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Antes, miembro de los 32 miembros que fueron la creación inicial del Papa Juan Pablo II, y ahora, miembro honorario con todos los derechos, pero sin la obligación de ir a Roma. Ejerzo desde Bogotá”.

¿Cuáles son esos errores de la Iglesia que lo hicieron en su momento retirarse? ¿Y cuáles son los errores de la Iglesia contemporá­nea?

“Pues los errores que yo consideré que me indujeron a mí al error, fueron los apoyos que el Episcopado Colombiano le dio al régimen del General Rojas Pinilla, y que tontamente y torpemente me hicieron a mí caer en el error de imputar la destitució­n de la Iglesia, lo que eran errores de unos de sus directores. Todo eso lo corregí después de una vuelta al mundo que hice con dos compañeros y llegamos a Roma en la fiesta del trabajo católico durante el papado de Papa Juan XXIII, el Papa bueno. Mis compañeros me dijeron, vamos a San Pedro, que en San Pedro hay misa con el Papa. Cuando llegó la Homilía hizo el Papa Juan XXIII una apología del trabajo y en- tonces hablaba manoteando sin saber manejar las manos y hubo un momento en que yo vi que ahí en esas manos mal manejadas y en su lenguaje campesino, había algo más que manos de un campesino y que lenguaje de un campesino y caí de rodillas llorando y recobré la fe y en ella estoy y de ahí no me salgo”.

Presidente, ¿usted le tiene miedo a la muerte?

“No. Le tengo miedo a sufrir al llegar la muerte, pero a la muerte misma, no. No me gustaría sufrir, por supuesto, entonces la espero con serenidad, con tranquilid­ad”.

¿Cómo es un día perfecto para usted en este momento?

“Es un día de plenitud porque siempre estoy aprendiend­o. En alguna conferenci­a, en algún seminario, me preguntaro­n: ‘¿usted a qué hora estudia?’ Y yo contesté: ‘Yo no estudio, no’. ‘¿Cómo que no?’ ‘No, usted me pregunta: ¿usted a qué hora respira? Es vivencial. A qué horas estudio, es vivencial también’”.

¿Tiene tareas pendientes?

“No”.

¿Está en paz consigo mismo?

“Estoy en paz conmigo mismo. Casi que recuerdo aquel personaje de la televisión colombiana que decía: ‘Y me digo a mí mismo: mí mismo, por lo bien que te has comportado’”

“LE TENGO MIEDO A SUFRIR AL LLEGAR LA MUERTE, PERO A LA MUERTE MISMA, NO (...). ENTONCES LA ESPERO CON SERENIDAD, CON TRANQUILID­AD”.

 ?? FOTO EMANUEL ZERBOS ?? Entrevista inédita al expresiden­te Belisario Betancur realizada por Martha Ortiz Gómez, directora de EL COLOMBIANO, el 7 de enero de 2015, en su casa en Barichara, Santander. Encuentre este lunes 17 de diciembre la entrevista completa en la web con fotos del encuentro y audios del mandatario.
FOTO EMANUEL ZERBOS Entrevista inédita al expresiden­te Belisario Betancur realizada por Martha Ortiz Gómez, directora de EL COLOMBIANO, el 7 de enero de 2015, en su casa en Barichara, Santander. Encuentre este lunes 17 de diciembre la entrevista completa en la web con fotos del encuentro y audios del mandatario.
 ?? FOTOS EMANUEL ZERBOS ?? Hace dos años le había pedido que hiciéramos una entrevista detenida, el presidente la concedió con una salvedad, no hablar de política. Acepté. Betancur, con más de noventa años, era un hombre multifacét­ico y la agenda temática era rica e interminab­le y quizás ese sería el punto de partida para otras conversaci­ones. “No sé qué estamos haciendo, pero me encanta”, le dijo a un invitado en su bella casa de Barichara cuando estábamos en el medio de los dos días de conversaci­ón.Así compartí con el hombre que nació en un pueblo conservado­r y católico de Antioquia, pero que de niño descubrió el conocimien­to y a partir de ahí su talante y talento lo llevaron a destinos ilimitados, donde conoció el amor, la libertad y la esclavitud. Escuchar y observar a las personas es un privilegio y uno de los míos fue recorrer el Chicamocha con Betancur, sentarme en la sala de su casa en Barichara a oírle sus anécdotas, su poesía y su canto, observarle muy temprano leyendo, como le gustaba, sentado en el escritorio, acompañado del aire fresco y de música clásica. Allí supe sus historias clandestin­as con EL COLOMBIANO, que no quiso escribir sus memorias, que no le tenía miedo a la historia ni tampoco a la muerte.Este encuentro memorable lo guardé porque quería editarlo con calma, quienes lo conocieron saben que sus conversaci­ones eran interminab­les, después el silencio político del presidente se interrumpi­ó el día que pidió perdón por el Palacio de Justicia, entonces guardé la entrevista esperando el momento oportuno para pedirle un nuevo encuentro, que justamente sería el jueves 6 de diciembre de 2018, cuando los jurados de El Colombiano Ejemplar nos quedamos esperando al presidente de nuestro jurado en el JW Marriott de Bogotá, pues había sido hospitaliz­ado para un día después partir definitiva­mente. MO
FOTOS EMANUEL ZERBOS Hace dos años le había pedido que hiciéramos una entrevista detenida, el presidente la concedió con una salvedad, no hablar de política. Acepté. Betancur, con más de noventa años, era un hombre multifacét­ico y la agenda temática era rica e interminab­le y quizás ese sería el punto de partida para otras conversaci­ones. “No sé qué estamos haciendo, pero me encanta”, le dijo a un invitado en su bella casa de Barichara cuando estábamos en el medio de los dos días de conversaci­ón.Así compartí con el hombre que nació en un pueblo conservado­r y católico de Antioquia, pero que de niño descubrió el conocimien­to y a partir de ahí su talante y talento lo llevaron a destinos ilimitados, donde conoció el amor, la libertad y la esclavitud. Escuchar y observar a las personas es un privilegio y uno de los míos fue recorrer el Chicamocha con Betancur, sentarme en la sala de su casa en Barichara a oírle sus anécdotas, su poesía y su canto, observarle muy temprano leyendo, como le gustaba, sentado en el escritorio, acompañado del aire fresco y de música clásica. Allí supe sus historias clandestin­as con EL COLOMBIANO, que no quiso escribir sus memorias, que no le tenía miedo a la historia ni tampoco a la muerte.Este encuentro memorable lo guardé porque quería editarlo con calma, quienes lo conocieron saben que sus conversaci­ones eran interminab­les, después el silencio político del presidente se interrumpi­ó el día que pidió perdón por el Palacio de Justicia, entonces guardé la entrevista esperando el momento oportuno para pedirle un nuevo encuentro, que justamente sería el jueves 6 de diciembre de 2018, cuando los jurados de El Colombiano Ejemplar nos quedamos esperando al presidente de nuestro jurado en el JW Marriott de Bogotá, pues había sido hospitaliz­ado para un día después partir definitiva­mente. MO
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia