EDITORIAL
“A punto de iniciarse 2019 los mercados financieros están en su derecho de mostrar señales serias de inquietud, con lo cual aumenta la prevención frente a economías vulnerables”.
Desde hace unos meses se están acumulando señales que revelan que 2019 será un año complicado para la economía mundial. Si bien es cierto la economía estadounidense avanza a velocidad de crucero, cerrando el año con una tasa de desempleo en un mínimo histórico y con la expansión más larga desde 2007, el resto del mundo no le siguió el paso y poco a poco se fue quedando atrás. Los riesgos a la baja en el crecimiento mundial que se anunciaban a principios de año se fueron materializando, se perdió el impulso y la sincronización en el desempeño positivo de las principales economías.
Hasta ahora los analistas advertían acerca del aumento de los costos de endeudamiento como consecuencia del aumento de las tasas de interés, del elevado nivel de la deuda de algunos países y grandes empresas, de la volatilidad de los mercados de capitales y de la fuga de la liquidez de las economías emergentes. El viernes pasado, para completar, se dieron a conocer algunos datos sobre la economía china que agregaron más razones a la inquietud sobre el futuro cercano.
Los datos en cuestión, in- formados por la oficina de estadística china, fueron los de ventas minoristas y producción industrial, que resultaron más débiles de lo esperado, aunque aún en terreno positivo, pero que para los estándares de ese país representan tasas moderadas. En efecto, las ventas al detal crecieron en noviembre al menor ritmo registrado desde hace quince años ( 8,1 %), mientras que la producción industrial fue la más floja desde hace treinta y tres meses con un crecimiento de 5,9 %. Las cifras más impactantes fueron las de ventas de carros que, en el mercado más grande del mundo, cayeron por primera vez desde 1990.
Los mercados financieros leyeron la información china como un indicio inequívoco de decaimiento económico que se sumó a un mal tercer trimestre en Europa y el resto de Asia. Al fin y al cabo, la economía china y su demanda de materias primas son esenciales para los mercados emergentes y, por esa vía, para la economía internacional. Wall Street reaccionó mal ante las noticias, con una caída de 1,9% al cierre del viernes, también se desplomaron las bolsas en donde se transan valores asiá- ticos como lo muestra el índice CSI 300 y el Hong Kong’s Hang Seng. En Europa el Stoxx 600 cayó 0.6 por ciento.
El nerviosismo de los mercados no es exclusivamente por los nubarrones que se ciernen sobre los emergentes. También comienza a revelarse la preocupación de cuánto tiempo pueden durar los recortes impositivos y los estímulos fiscales recientes que protegen a la economía estadounidense de un crecimiento más lento en el extranjero y una guerra comercial, por ahora en tregua, pero con la posibilidad de profundizarse. En general, el riesgo con esos comportamientos de los mercados es sobre todo el de una reducción en el valor de los activos financieros que lleve a que los hogares se sientan menos ricos, con lo cual se desplomaría su confianza y, por ende, el consumo. Al final, a punto de iniciarse 2019 los mercados financieros están en su derecho de mostrar señales serias de inquietud, con lo cual aumenta la prevención frente a economías vulnerables que muestren desequilibrios importantes en sus cuentas macroeconómicas. Quedamos avisados para hacer las cosas bien en ese horizonte enrarecido