UN “NO FELIZ” AÑO NUEVO PARA TRUMP
El título de esta columna no es un “mal deseo” para el presidente Trump, sino el planteamiento de un escenario posible para el año venidero, que podría ser el más complejo de su primer período presidencial.
A pesar de lo difícil que ha resultado intentar “leer” al presidente Trump, pues es una especie diferente dentro de la fauna política de los EE. UU., es claro que no lo pilotean mayormente concepciones filosóficas, ni siquiera partidistas, sino los impulsos que de él surjan.
Analistas en EE. UU. se lamentan de que el presidente “no lee”, que los informes técnicos que le preparan las agencias estatales quedan inéditos y solo sirven para reciclar papel. Lo que lo guía al parecer es una mezcla azarosa y falible de “instinto con ego omnisapiente”. Eso explica que, en estos años de altísima rotación den- tro del ala oeste de la Casa Blanca, se haya establecido la regla no formal que al presidente solo se le dice “sí” y no es laboralmente sano oponerse. Por eso resulta preocupante la anunciada salida del General
John Kelly, Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, cuya estoica permanencia en ese cargo solo puede explicarse por un elevadísimo espíritu patriótico. El retiro de Kelly, tal vez la excepción al coro de “yes man” que aplauden al presidente, que intentó que la desmesura de la oficina oval no se desbordara y materializara, sería el inicio de una tormenta perfecta que viene configurándose con la acumulación de los vientos que el mismo presidente y su twitter provocan a diario.
Sin freno, el presidente podría dar órdenes sin mucho respaldo lógico y racional, en un ambiente paranoico de per- secución política y legal que iniciaría ahora que hay mayoría demócrata en la Cámara. En campaña para ser reelegido, pero con la probabilidad todavía considerable de que se desate una crisis económica a finales del 2019 o principios del 2020, y que su “maestría negociadora” quede desvirtuada con el falaz acuerdo con Corea del Norte. Con una confrontación profunda con China, que no desaparecerá así se aplace la guerra comercial. Sin el necesario análisis de consecuencias que las decisiones requieren y con poca consideración sobre la interdependencia que dichas decisiones tienen con otros factores y actores, no solo para hoy sino especialmente para más adelante. Sin tener claro que su intención de imponer su interpretación de los intereses estadounidenses por la fuerza o con las herramientas geoeconómicas que tiene el país más poderoso del planeta, pero que ya no es el poder solitario que fue luego de la terminación de la Guerra Fría, está llevando a que los otros actores mundiales vean la necesidad de construir un nuevo aparataje global institucional, económico y especialmente monetario, que reduzca al máximo la capacidad de influencia de un EE. UU., que cada vez es menos visto como un aliado sino como un soberano.
Que Dios guarde a los EE. UU. y que yo me equivoque absolutamente
Al presidente solo se le dice “sí” y no es laboralmente sano oponerse.