LO QUE QUIEREN… VS. LO QUE NECESITAN LOS HIJOS
Hoy en día los padres frecuentemente dedicamos más recursos a satisfacer las interminables exigencias de los niños, que en lo que realmente requieren para su sano desarrollo físico, moral y emocional. Pocos son los padres que se logran resistir a la presión de comprar los codiciados zapatos de la marca que están de moda o toda suerte de juegos de video y de poner a los niños en el mayor número de actividades extracurriculares posibles. De tal manera que la tarea de ser padres se vuelve, no solo cada vez más costosa, sino además extremadamente agotadora.
Los padres debemos tomar conciencia de que los niños desean más juguetes, amistades, ayuda y libertad, que lo que en realidad necesitan y que dárselos es un exceso que los perjudica más de lo que los beneficia.
Lamentablemente en el actual mundo consumista y competitivo, la necesidad de ocupar una posición socioeconómica destacada está llevando a que los padres tengan que trabajar incansablemente para poderles dar todo lo que los niños exigen. Parece que para compensar nuestra ausencia del hogar y de sus vidas estamos dispuestos a llenar a los hijos de toda suerte de regalos, viajes y oportunidades, tratando de ratificarles nuestro interés por ellos y de procurarles una mejor posición social.
Lo grave es que esta mal entendida “generosidad” hace que los hijos sean cada vez más insaciables, que se anule su creatividad y que se promueva insatisfacción y desinterés por todo. Hoy más que nunca los niños no tienen vida interior, viven aburridos y, a pesar de todo lo que les damos, se quejan continuamente de que “no tienen nada que hacer”.
Adicionalmente, cuando se les dan demasiadas cosas y privilegios a los hijos, se les distorsionan los valores porque, como se les da todo para ratificarles lo valiosos que son para nosotros, su valor personal reside en la cantidad de bienes que acumulen. Esta es quizás una de las principales razones por las que los valores económicos adquieren cada vez mayor importancia, pues no sólo compran comodidad y estatus, sino que equivocadamente se convierten en el elemento clave para engrandecer y ratificar el valor personal
Cuando se les dan demasiadas cosas y privilegios a los hijos, se les distorsionan los valores.