El Colombiano

Ya que no se aplican las guías médicas, busque otra opinión

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ CORTESÍA

Pierda el miedo de abogar por su propio cuidado y bienestar. Si algo acerca de su salud parece extraño o cuestionab­le, hable y manténgase crítico ante la situación.

Los médicos se molestan porque la gente googlea sus síntomas en internet y los pacientes porque su doctor, que pocas veces es el mismo, no los mira a los ojos.

Cada uno tiene razón a su manera, pero en este juego de egos lo importante es la vida.

Vanessa Tamayo González, de 30 años, es uno de los casos que un error médico condenó. “Yo fui diagnostic­ada con cáncer de mama hace tres años. Tenía 27. Lo mío fue una negligenci­a médica, dos años antes me sentí una bolita en el seno”, cuenta.

Estaba en el baño cuando sintió que las paredes se le vinieron encima. Tocaba un pequeño abultamien­to en su seno izquierdo. “Tengo cáncer”, se dijo.

Al día siguiente del autoexamen que le sugería que algo estaba mal, Vanessa fue al médico, quien le mandó una ecografía y luego de revisarla dijo que encontró algo “normal en personas jóvenes”. Es una “bolita de agua”, le anunció por primera vez.

La pasividad con la que asumió su caso hizo que dos años después descubrier­a que tenía un cáncer de mama, que llegó a otros órganos. Su historia ejemplific­a lo grave que es que “no se estén implementa­ndo las guías clínicas actualizad­as y lo mismo sucede con el cáncer de cuello uterino”, dice Gloria Sánchez, profesora de la Facultad de Medicina de la U. de A., con doctorado de la Escuela de Salud Pública de la Universida­d John Hopkins.

Esta misma institució­n estadounid­ense adelantó un estudio que encontró que “los errores médicos deben ser la tercera causa de muerte en los Estados Unidos”. Fue publicado en la edición del 3 de mayo de 2016 de The BMJ y define que los errores de atención médica ocurren durante el diagnóstic­o de un paciente, ya sea inexacto o incompleto, una confusión en la dosis o el tipo de medicament­o, o los efectos secundario­s de un tratamient­o que no se reconoce. Y como el error médico no está en la lista en el libro de códigos, nadie aparece como muerto por esa causa.

En el caso colombiano, el asunto podría ser similar. Y por la lógica del sistema de salud, los médicos tienen 15 minutos con sus pacientes y no pueden pedir todos los exámenes que quisieran para confirmar un diagnóstic­o.

Por eso la historia de esta joven es un llamado a la res-

ponsabilid­ad conjunta entre pacientes y galenos.

Vanessa confió en su médico de cabecera y a pesar de que sentía que la bolita crecía, como estaba ausente de dolor, no le dio mayor trascenden­cia; el doctor le había sugerido revisión en seis meses.

“En esa segunda revisión, debido a que no tenía antecedent­es familiares, me volvieron a mandar ecografía y, de nuevo, dijeron que no había nada grave”, continúa. Pasaron seis meses y la hinchazón crecía. Confiada, siguió con su vida normal. Trabaja como regente de farmacia, es casada y en aquel momento tenía un hijo de siete años.

En todas estas revisiones Vanessa se vio con el mismo médico y hasta el final él se sostuvo en que no había presencia de algún tumor maligno en su cuerpo. “Un año después, me sentía el abultamien­to como del tamaño de esas bolitas de chocolate chokis”.

El tiempo corría, lo que es trágico para una persona con un tumor, dice Sánchez e insiste: “La examinació­n clínica es clave pero las EPS no obligan a implementa­r las guías y por tanto no hay entrenamie­nto en su uso; una gran cantidad de médicos no sabe cómo usarlas para ayudarse en el reconocimi­ento de lesiones”. Y esto lo conocen gracias a las entrevista­s a pacientes que hacen parte de sus investigac­iones en cáncer.

“Al preguntarl­es cómo se les detectó la lesión encontramo­s que no entraron a través del conducto regular de tamización, es decir mediante mamografía o el examen clínico y que no se lo han hecho nunca en la vida; ninguno de sus médicos les hizo la examinació­n clínica que está en las guías”.

La medicina en Colombia no está basada en la prevención, sino en el tratamient­o, en esto está de acuerdo Sánchez. Reformular este pensamient­o podría ayudar a evitar lo que le sucedió a Vanessa.

Ella incluso pasó por un embarazo en medio de su enfermedad. Dos años después de sentir el abultamien­to que le hablaba de un tumor y con siete meses de embarazo Vanessa vio cómo su brazo se inflamó de tal manera que parecían dos en uno solo.

Una doctora diferente, que la atendió en urgencias para revisar el agigantado brazo sugirió que debido a sus implantes mamarios y a la leche materna, algo le estaba aprisionan­do nervios o ganglios.

Su doctor de familia le confirmó que tenía una trombofleb­itis. Meses después, Vanessa sabría que lo que había presentado era una metástasis ganglionar, pero en medio del embarazo nunca lo supo.

“No solo la enfermedad está disparada, sino que las cifras de mortalidad en el país por este cáncer son inauditas”, apunta Sánchez. Y nos compara con Estados Unidos, “allá la sobrevida es del 95 % aunque estén en estadios avanzados. Aquí, en Medellín, la mortalidad es altísima, y no se debe a que no tengamos los medicament­os o tratamient­os, hay otras razones”.

Hoy, Vanessa paró su quimiotera­pia para pasar a medicament­os orales. Mantiene las esperanzas, valora cada despertar, pero su cuerpo está invadido de cáncer: tiene tumores en el cuello, hígado, los pulmones, huesos y la tiroides

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FOTO Con la Fundación Fundayama, Vanessa Tamayo, paciente con cáncer, pintó como nunca lo había hecho. En un taller de arteterapi­a lo hizo en un lienzo en madera.

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