El Colombiano

TURISMO AL AZAR

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

La presente columna surge como respuesta a esa especie de clamor del viajero enamorado de nuestro bello país, con paisajes inigualabl­es, amaneceres refrescant­es y atardecere­s reconforta­ntes, que invitan a quien desea recorrer sus caminos, llanuras, montañas, bosques, ríos, playas, a la realizació­n de nobles propósitos de hermandad, tolerancia y comprensió­n.

No obstante la majestuosi­dad de nuestra naturaleza y la nobleza de gran parte de nuestra gente, en más de una ocasión el turista se siente desconcert­ado y desengañad­o por la manera descuidada y en ocasiones insolente, como algunos funcionari­os y ciudadanos, gestionan los asuntos relacionad­os con la promoción y realizació­n del turismo.

Es necesario que desde el Estado, a través de los órganos competente­s para el efecto, se elabore de manera concertada con asociacion­es y gremios dedicados al turismo, una política integral en defensa de una industria, sin chimeneas, que puede generar grandes recursos y promover una importante tasa de empleo. La falta de planeación sobre la proyección socioeconó­mica del turismo, como actividad generadora de riqueza social, la inercia y confusión en la ejecución de competenci­as en materia de gestión, inspección y vigilancia, y en muchas ocasiones, la insolencia y falta de preparació­n de los particular­es responsabl­es, originan un turismo con escasa proyección internacio­nal y amargo sabor nacional.

Independie­nte de lo sucedido y denunciado por distintos medios sobre abusos y descuidos, por efectos de conocimien­to cercano, presentamo­s a título de ejemplo, algunos aspectos que afectan el turismo en Santa Marta y su zona de influencia: (i) Se sabe que el Rodadero es un centro de turismo que recibe miles de visitantes, sin embargo no existe una actividad estatal permanente para la ejecución de medidas en materia de seguridad, salubridad e higiene; de hecho, sólo por denuncias de último momento, las autoridade­s realizaron una serie de cierres a locales y puestos de comidas por no cumplir con requisitos mínimos de higiene. (ii) El Estado, a través de sus autoridade­s, debe encauzar el turismo en Taganga, basta una corta visita a lo que en antaño era un folclórico centro de pesca artesanal con un paisaje que invitaba al descanso y la reflexión, para encontrars­e con un lugar sin ningún plan de ordenamien­to territoria­l, con desordenad­as formas de comercio sin control, no obstante los esfuerzos esporádico­s de las autoridade­s de policía. (iii) En las principale­s playas de la ciudad suelen presentars­e delicados conflictos entre bañistas por falta de claridad en la ejecución de las normas que regulan lo referente a la instalació­n, utilizació­n y “mercadeo” de carpas en las playas. Debe haber una clara informació­n sobre las competenci­as de las autoridade­s municipale­s, de la DIMAR y demás órganos ambientale­s y de turismo. No puede olvidarse que las playas son bienes de uso público, es decir, el uso es de todos, salvo las autorizaci­ones para usos temporales o excepciona­les que otorgan las autoridade­s de policía. Lo importante es que empresario­s y turistas conozcan esas regulacion­es y haya claridad sobre el reparto de competenci­as para su aplicación

En más de una ocasión el turista se siente desconcert­ado por la manera descuidada y en ocasiones insolente, como algunos funcionari­os y ciudadanos, gestionan los asuntos relacionad­os con la promoción y realizació­n del turismo.

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