El Colombiano

Cuentas de impuestos del posconflic­to

El presidente Iván Duque ha dicho que faltan recursos para desarrolla­r regiones afectadas.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M.

En 2018 fueron invertidos $425.000 millones de tributos al carbono y de renta. Algunos dicen que se desfinanci­an otros programas. ¿Es verdad?

Superar tantos años de violencia y desarrolla­r las zonas más afectadas por el conflicto es costoso, pero es un compromiso del Estado con las regiones que sufrieron los embates de la guerra.

Por eso, desde la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, el Gobierno ha ido diseñando estrategia­s para llevar recursos al post-acuerdo. La Administra­ción de Juan Manuel Santos calculó que en los próximos 20 años serían necesarios unos 129,5 billones de pesos, y la Contralorí­a General de la Nación aseguró el año pasado que para cumplir con todos los objetivos harían falta, otros 40 billones de pesos.

El Gobierno de Iván Duque ha dicho, en varias ocasiones, que el posconflic­to está desfinanci­ado y que ni siquiera el dinero para cubrir los cálculos iniciales de la era Santos existe. Sin embargo, la ejecución del posconflic­to continúa y necesita dinero para realizar importante­s inversione­s que se requieren en departamen­tos golpeados. Encabezan la lista Antioquia, Caquetá y Arauca (ver infográfic­o).

Impuestos verdes

Uno de los recursos que podría tener una destinació­n diferente (ambiente, por ejemplo), y que terminó en el posconflic­to fue el impuesto al carbono.

De acuerdo a la Ley de Páramos (Ley 1930 de 2018), el 70 % va al Fondo Colombia en Paz que distribuye recursos para la mayoría de los programas que implementa­n el Acuerdo de Paz con las Farc como la reincorpor­ación de excombatie­ntes, los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l, la Jurisdicci­ón Especial para la Paz y la Sustitució­n Voluntaria de Cultivos Ilícitos, entre otras.

Según las cuentas de la Dian, a noviembre de 2018 el recaudo por el impuesto al carbono ascendió a 294.000 millones de pesos; es decir, 205.800 millones fueron a dar al posconflic­to.

Por eso, la Contralorí­a General de la República advirtió que este impuesto debe ir a otro asunto: “se hace necesario contar con recursos que permitan al sector ambiental realizar inversione­s que lleven a resultados significat­ivos en materia de corregir las externalid­ades negativas ocasionada­s por las emisiones de gases de efecto invernader­o producto del consumo de combustibl­es fósiles”.

Por su parte, Jorge Restrepo, profesor asociado de economía de la U. Javeriana y director del Centro de Recursos para Análi-

sis del Conflicto, explicó que la Contralorí­a no contempló que “precisamen­te son las zonas donde había condicione­s de seguridad adversas, que desapareci­eron, las más vulnerable­s a la deforestac­ión y al deterioro ambiental, por lo que es erróneo decir que los impuestos verdes no se deberían gastar en la implementa­ción del Acuerdo”.

Obras por impuestos

Por otro lado, desde diciembre de 2016, en Colombia se creó la figura de obras por impuestos, que le da la posibilida­d a las empresas de pagar hasta el 50 % de su impuesto sobre la renta, a través de la ejecución directa de proyectos de inversión a desarrolla­rse en las Zonas Más Afectadas por el Conflicto Armado (Zomac).

Durante 2018, fueron aprobadas 23 iniciativa­s que sumaron $220.000 millones de pesos, cifra que no alcanzó el tope establecid­o por el Ministerio de Hacienda para esa vigencia, que fue de $234.000 millones (ver informe). En 2019, la cartera dio un cupo de 250.000 millones para invertir en estos proyectos.

Si bien esos serían recursos que como todos los impuestos de renta terminaría­n en el Presupuest­o General de la Nación para financiar las necesidade­s del país, poner una cuota logra que no se haga un hueco en las finanzas públicas y, en cambio, los privados puedan cumplir, a través de los impuestos, con la función del Estado.

El Alto Consejero para el Posconflic­to, Emilio Archila, explicó que se trata de una herramient­a para mejorar las condicione­s de vida en esas las zonas, columna vertebral de la política de estabiliza­ción conocida como Paz con Legalidad. “Se pretende que los recursos del Estado lleguen a estas zonas con mayor rapidez, que haya más plata del gobierno y que no haya una dispersión de recursos”

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