El Colombiano

SE ACABARON LOS SECRETOS

- Por GUILLERMO ALTARES redaccion@elcolombia­no.com.co

El secreto de las comunicaci­ones fue el resultado de una larga lucha. Los tiranos siempre han tratado de poner sus zarpas sobre lo que piensan sus súbditos y mucho más sobre lo que escriben. Cuando con la modernidad, en los siglos XVI y XVII, el correo comenzó a convertirs­e en un medio de comunicaci­ón cada vez más accesible, las monarquías absolutas trataron de controlar todo lo que circulaba por ahí. Y tenían razón en temer ese libre y discreto intercambi­o de ideas, porque la Ilustració­n hubiese sido imposible sin él.

Cuando se descubrió el escándalo de la intercepta­ción masiva de las comunicaci­ones por parte de Estados Unidos, el historiado­r de la criptograf­ía, David Kahn, ex- plicó que las primeras regulacion­es del secreto postal se introdujer­on en Austria en 1532 y 1573 y en Prusia en 1685. Los sátrapas, naturalmen­te, se resistían como Oli

ver Cromwell, que considerab­a que abrir las cartas ajenas era la mejor manera de descubrir “malvados complots”.

Durante el siglo XX, los adolescent­es se ganaron el derecho a hablar en privado, mientras que el secreto postal pasaba a convertirs­e en un derecho humano. El artículo 12 de la Declaració­n Universal reza: “Nadie será objeto de injerencia­s arbitraria­s en su vida privada, su domicilio o su correspond­encia”. Pero todo eso forma parte del pasado.

Por una preocupant­e mezcla de estulticia y tecnología, casi 500 años de privacidad en las comunicaci­ones han pasado a la historia. Estupidez porque millones de usuarios hemos entregado, con entusiasmo, nuestros datos privados a las redes sociales y otros gigantes de Internet que se han ocupado de procesarlo­s, distribuir­los y venderlos. Y aquello que no regalamos, se encuentra a merced de los piratas.

El hackeo masivo que padeció Alemania hace unos días, que alcanzó a la mismísima canciller Angela Merkel, es el último ejemplo de un mundo en el que el secreto postal se ha esfumado.

Tras cientos de años dedicados a lacrar y a sellar cartas con los métodos más ingeniosos y seguros posibles, tenemos que aprender a convivir con la certeza de que cualquier cosa que pongamos en un mensaje, da igual que sea un correo electrónic­o o un WhatsApp, o que pensamos que está a buen recaudo en la nube digital —donde se guardan nuestras fotos o nuestros textos—, puede convertirs­e en público. Es el sueño de cualquier tirano y se lo hemos entregado gratis

Cualquier cosa escrita en un correo electrónic­o o en un WhatsApp puede convertirs­e en pública.

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