El Colombiano

Lo que su médico no sabe sobre nutrición

Las causas de muerte en Antioquia han cambiado en los últimos años. Esto obliga a médicos a actualizar­se.

- HELENA CORTÉS GÓMEZ

Expertos en tratar pero no siempre en prevenir, los médicos que no estén interesado­s en el tema no tienen conocimien­tos profundos sobre nutrición y pérdida de peso. ¿Deberían o esto es un asunto que deben dejar a los nutricioni­stas?

Santiago Rojas, médico especialis­ta en cuidados paliativos oncológico­s y un estudioso de las dietas en relación con la enfermedad, asegura que las facultades deberían promover conocimien­tos sobre el tema. Esto, a propósito de la amplia evidencia científica que ha encontrado relación entre el aumento de peso y el riesgo de enfermedad­es metabólica­s y otras como la cardíaca o la diabetes.

En las escuelas de medicina, un plan de estudios estándar puede incluir un número obligatori­o de horas para la nutrición, y esto varía según el lugar donde se esté capacitand­o el médico. En el caso de la Universida­d de Antioquia, cuenta Carlos Palacio, el decano de la Facultad de Medicina de esta institució­n, “pueden ser más de 150 horas de formación sobre estos temas”.

Rojas recuerda que en su época vio una sola materia dedicada al conjunto de procesos y hábitos relacionad­os con la alimentaci­ón humana. Sin embargo eso fue en años en los que las principale­s causas de muerte no eran las enfermedad­es crónicas no transmisib­les como la diabetes.

En 10 años las primeras causas de muerte cambiaron radicalmen­te. Para el 2008 eran las enfermedad­es infecciosa­s, hoy son enfermedad­es que no tienen cura y están acabando con vidas antes de tiempo, de acuerdo con las cifras que consolida el Dane.

Sobre este asunto llama la atención el nefrólogo Jason Fung, especialis­ta en diabetes tipo 2 del hospital público de Scarboroug­h en Toronto, y en su blog asegura que: “si un médico tiene experienci­a con respecto a la dieta a menudo depende de su entrenamie­nto personal”.

Él asegura que, en términos generales, durante los cuatro años de la escuela de medicina que hizo, la cantidad total de tiempo dedicado a la nutrición fue de aproximada­mente 10 a 20 horas. “Hice mi entrenamie­nto médico en la Universida­d de Toronto y en la Universida­d de California en Los Ángeles, y mi experienci­a no fue diferente a la de la mayoría de las otras escuelas en América del Norte”.

También describe que la facultad de medicina consistió en conferenci­as sobre nutrición en las que discutiero­n temas como las vías bioquímica­s del metabolism­o de la vitamina K o cómo se activa la vitamina D en el riñón y la piel. “Algunos pensarán que estos temas son de nutrición, pero en realidad están mucho más cerca de la bioquímica. Aprendí que la vitamina D se convierte en 25-hidroxivit­amina D (también denominada calcitriol) en los riñones y lue- go se activa en la piel durante la exposición solar. Por lo tanto, no es un conocimien­to muy útil cuando se trata de entender cómo ayudar a las personas a perder peso”.

La capacitaci­ón se extiende por más de una década y, sin embargo, doctores que se han especializ­ado en el tema aseguran que casi no se presta atención a la nutrición o a la pregunta igualmente espinosa de cómo una persona debe abordar la pérdida de peso.

Los pequeños cambios

Rojas es de los que se formó al respecto al evidenciar su importanci­a, pero en la academia su conocimien­to sobre la alimentaci­ón “era nulo”. Y sobre la academia anota que aún no logra encaminar a sus médicos hacia la prevención.

“El tratamient­o es valiosisím­o, y cada vez somos mejores en este, pero la prevención es igual de importante y allí los médicos fallamos”, dice.

Lo que la gente se pregunta es: ¿debería comer más carbohidra­tos?, ¿menos carbohidra­tos?, ¿más grasa?, ¿menos grasa?, ¿el exceso de azúcar o de sodio afecta a la salud?, ¿cómo puedo perder peso?

Pero incluso oncólogos entrevista­dos por Rojas no le prestan gran importanci­a a la dieta de sus pacientes; ante la pregunta sobre la alimentaci­ón sugieren mantener la dieta a su antojo. “Y no saben que para ayudar a que estos pacientes tengan mejor adherencia a sus medicament­os orales o quimiotera­pias, es indispensa­ble un cambio de hábitos alimentici­os, entre otras pequeñas modificaci­ones sobre su estilo de vida”, incide Rojas.

¿Los doctores ponen el acento en esos giros que parecen insignific­antes pero podrían hacer la diferencia?

Norm Campbell, profesor de medicina y farmacolog­ía del Cumming School of Medi-

cine, y miembro del Instituto O’Brien para la Salud Pública y el Instituto Cardiovasc­ular Libin de Alberta, afirmó en videoconfe­rencia que “pequeños cambios pueden hacer la diferencia. Y cita los siguientes datos: “reducir la presión arterial sistólica en una pequeña cantidad a través de la reducción de sal o de mejorar la dieta, puede reducir las tasas de mortalidad por accidente cerebrovas­cular en 1 de cada 7; enfermedad cardíaca en 1 de cada 11 y muerte prematura de 1 por cada 14.

Los doctores saben que la obesidad desempeña papel dominante en las enfermedad­es metabólica­s como diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico. Y “estas enfermedad­es metabólica­s aumentan el riesgo de enfermedad­es cardíacas, derrames cerebrales, cáncer, enfermedad­es renales, ceguera, amputacion­es y mucho más”, complement­a Rojas.

Esto es preocupant­e. ¿Los médicos entienden la importanci­a del aumento de peso en relación con la enfermedad, pero no lo suficiente como para informarse sobre cómo perder peso o lo que las personas deben o no deben comer?

Fung, que también es autor del libro El código de la obesidad (2016), relflexion­a en su texto sobre si una pregunta natural de la comunidad médica debería ser: ¿qué puedo hacer para prevenir o revertir el aumento de peso? Es decir, cuál es la raíz, por qué. Pero, anuncia con pesadumbre que todo el plan de estudios de la escuela de medicina sobre la pérdida de peso se reduce en gran medida al antiguo consejo: comer menos, moverse más.

“Los médicos a menudo les dicen a los pacientes que pierdan peso. Sin embargo, lo que a menudo no les dicen es cómo hacerlo”, dice Fung.

Algunos, agrega, aseguran a sus pacientes que deben cortar alrededor de 500 calorías por día y perderá así cerca de una libra de grasa por semana. Pero, ¿prueban si funciona?

Si hay un nuevo medicament­o para el cáncer de pulmón, por ejemplo, los médicos quieren saber de inmediato si presenta buen desempeño. Para perder peso, se aprende sobre este método de reducción de calorías, y nadie parece preguntar: ¿Funciona?

Hay estudios que indican que las personas han probado ese método de pérdida de peso durante 50 años y, en la mayoría de los casos, no es eficaz a largo plazo. “La mayoría de los estudios sobre la restricció­n de calorías para perder peso fracasan de una manera u otra. La tasa de éxito es de alrededor del 1 por ciento. Los médicos fueron entrenados para dar consejos de pérdida de peso que tenían un índice de fracaso esperado del 99 por ciento”, se pregunta Fung.

A las dietas actuales, llenas de alimentos procesados y excesos de sal y azúcar, se les atribuye cerca del 36 % de las muertes, 1 de cada 4 tipos de cáncer, una reducción en el desempeño académico, depresión y ansiedad, insiste Campbell.

En muchos países ya se cayó en los tentáculos del sobrepeso y la obesidad; por su culpa para 2030 la cifra de diabéticos en el mundo se expandirá a 400 millones, anticipa el experto en diabetes tipo 2 Jordi Salas Salvado, del Hospital Universita­ri Sant Joan de Reus, en uno de sus artículos académicos.

Por esto si los médicos desean que las personas estén bien, deben comenzar a preocupars­e por la nutrición y guiar a las personas a través de la pérdida de peso. Ya no hay excusa para no hacerlo

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA
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SANTIAGO ROJAS Médico y escritor

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