El Colombiano

LOS ‘SEXTOS’ DE JEFF BEZOS Y LA MUERTE DE LA PRIVACIDAD

- Por KARA SWISHER redaccion@elcolombia­no.com.co

Resulta que los multimillo­narios de internet son tan torpes como el resto de nosotros cuando se trata de mensajes de texto románticos.

“Sabes qué quiero? Quiero emborracha­rme un poco contigo esta noche”, escribió Jeff Be

zos, el fundador y jefe ejecutivo de Amazon.com en un texto a la personalid­ad de la televisión

Lauren Sanchez. “No caído. Solo un poquito borracho. Quiero hablar contigo y planear contigo. Escuchar y reír”.

La semana pasada The National Enquirer -una publicació­n amiga de Trump que hizo la tarea sucia- reveló los textos y los detalles de una nueva relación que tiene Bezos en el tiempo que ha seguido al final de su matrimonio de 25 años con MacKenzie Bezos.

Junto con los informes sensaciona­listas, que mencionan algunas fotos eróticas, The Enquirer reveló muchos de los mensajes de Bezos para que todo el mundo los vea.

“Te amo, niña viva”, escribió, invitando a una competenci­a en Twitter sobre lo que eso significa exactament­e. (Yo aún no lo sé.) “Básicament­e ¡ quiero estar

contigo! Luego quiero quedarme dormido contigo y despertar mañana y leer el periódico contigo y tomar café contigo”, escribió.

“Me gusta cuando eres fuerte, y me gusta cuando eres vulnerable. Todo. Lo único que no me gusta es no estar contigo. Todo esto es desde mi corazón”, decía otro mensaje.

Tantos textos, tantos mensajes dolorosame­nte incómodos, a veces robóticos, profundame­nte vergonzoso­s descubrier­on a un hombre muy confundido en medio de algo.

Sin embargo, tenía otro punto que señalar: “Si el hombre que quiere poner dispositiv­os de audición en la casa de todos no sabe que todos siempre están mirando, no sé quién lo hará”, escribió en Signal, aludiendo al dispositiv­o Amazon Echo que ha tenido su cuota de problemas de privacidad. Si cogieron así al hombre más rico del mundo, dijo, “nadie está a salvo”.

Si hay algo que nos enseña esta última violación de la privacidad en línea es que, en palabras de Scott McNealy, director ejecutivo de Sun Microsyste­ms, en 1999, “de todos modos usted tiene cero privacidad. Acéptelo.”

Aún no lo hemos aceptado, e incluso en esta época avanzada de siempre estar encendidos, no estoy segura de que debamos hacerlo. Esos dulces nadas que Bezos le estaba enviando a una persona no se debieron convertir en tuits para que el mundo entero los viera y, peor aún, que la mayoría asumió que estaba bien verlos.

Algunos en los medios de comunicaci­ón se han centrado en la posibilida­d de que resentimie­nto por el divorcio de Bezos podría tener efectos secundario­s en Amazon, lo que sugiere que Bezos podría tratar de controlar y cambiar la compañía. Los conocí a ambos en los primeros días de la historia de Amazon, una historia en la que Bezos estaba bastante presente e importante. Si bien las cosas pueden cambiar, me sorprender­ía mucho que cualquiera de los dos se complacier­a con cualquier acrimonia que pudiera perjudicar a la compañía. Pero usamos esto como una excusa para mirar sus vidas privadas de todos modos.

Parte del problema es que a Estados Unidos le falta una ley de privacidad verdaderam­ente rigurosa. Ni siquiera hacemos de cuenta que la privacidad es algo para proteger, y no hay consecuenc­ias por revelar los puntos débiles personales de otros convertido­s en tantos datos. Claro que esto también lo hacemos a nosotros mismos. No es por echarle la culpa a la víctima pero elegimos exhibirnos.

¿Publicar sus fotos de sus vacaciones en Aruba en el muro siempre cambiante del museo performati­vo que es Instagram? ¡Por supuesto! Escribir un largo soliloquio sobre sus peleas con vecinos y tíos abuelos en Facebook? ¡Me apunto! ¿Tweet sobre un problema con un lavaplatos con un minorista en Twitter? Espera, esa soy yo.

Creo que entiende lo que quiero decir. Somos tanto el forraje como los creadores de la contaminac­ión acústica que se está acumulando tanto, incluido el discurso nacional. Ese discurso nacional nos entregó a Bezos como un día de entretenim­iento. ¿No está entretenid­o? Yo lo estoy, y estoy avergonzad­a.

A Estados Unidos le falta una ley de privacidad verdaderam­ente rigurosa.

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