El Colombiano

NO MÁS TERRORISMO

- Por JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ G. redaccion@elcolombia­no.com.co

La cúpula del Eln ha reconocido ser la responsabl­e del horrendo crimen perpetrado en la Escuela de Cadetes General Francisco de Paula Santander en Bogotá. El acto terrorista, que no de guerra, arrojó el conocido y doloroso saldo de veinte jóvenes asesinados y más de sesenta heridos.

¿Quiénes fueron las víctimas? ¿Acaso curtidos y bien apertrecha­dos soldados a los cuales se enfrentaba en franco combate alguna columna de la organizaci­ón guerriller­a? No. El edificio atacado por sorpresa es una casa de estudios, no un cuartel militar. Y las víctimas, un grupo de jóvenes indefensos, desarmados y despreveni­dos, que acudían a un acto académico – una ceremonia de grado–. Y el agresor, según la Fiscalía, era un guerriller­o experto en el manejo de explosivos, que había preparado de tiempo atrás el acto criminal y que penetró abrupta- mente en la Escuela de Cadetes con el deliberado propósito de causar el mayor daño posible. Allí no hubo la más mínima posibilida­d de defensa por parte de las víctimas, que –inermes y tomadas por sorpresa– fueron alcanzadas por la mortífera explosión del carro bomba con al menos 80 kilos de pentolita.

El pueblo colombiano, en marchas llevadas a cabo en varias ciudades, se pronunció el pasado domingo, sin convocator­ia de origen partidista, espontánea­mente, y envió un mensaje contundent­e y claro: un rechazo general y terminante a toda forma de terrorismo, de crimen, de violencia, de vulneració­n de los Derechos Humanos, venga de donde viniere.

El presidente de la República, Dr. Iván Duque, a quien todos debemos respaldar, así como a la Fuerza Pública, en la difícil situación que enfrenta el país, ha resuelto poner fin a todo proceso de diálogo con el Eln –autor de este y otros crímenes recientes– y levantar la suspensión de las órdenes de captura de los delegados de esa guerrilla en La Habana.

En primer lugar, este acto criminal no puede verse como un evento propio de la guerra, porque va contra los Derechos Humanos y quebranta el Derecho Internacio­nal Humanitari­o. No es si no un cobarde acto de terrorismo cometido a mansalva, con premeditac­ión, respecto al cual no puede haber impunidad, ni cabe diálogo de paz, pues el Estado no se puede compromete­r a dejar impune un crimen de semejantes dimensione­s. Es, sin duda, un crimen de lesa humanidad.

En segundo lugar, el Gobierno del presidente Duque no podía hacer nada distinto de lo que hizo: levantar la mesa de diálogo que se reunía en La Habana, tras el retiro de la sede en Quito por decisión del nuevo gobierno ecuatorian­o.

Obviamente, la plena terminació­n de los diálogos implica que la presencia en Cuba de los delegados guerriller­os ya no tiene razón de ser. Y contra ellos hay órdenes de captura.

Al Gobierno colombiano le asiste toda la razón y está amparado por el derecho: no se puede dialogar con una organizaci­ón terrorista que quiere dialogar cometiendo simultánea­mente crímenes de lesa humanidad, presionand­o al Estado mediante actos terrorista­s, y que, por tanto, ha demostrado hasta la saciedad no tener ninguna voluntad de paz. ( Colprensa)

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