El Colombiano

UN CONTINENTE DESIERTO DE IDEAS

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

Muchos piensan que el mundo moderno atraviesa hoy un “desierto de ideas”. Releyendo la obra de José Saramago encontré que hace más de una década el Nobel declaró: “Yo propongo un regreso a la filosofía (…) regresar al pensamient­o ¡Crear ideas!”.

Realmente, Saramago tenía razón, no es exagerado considerar al mundo actual, y más aún a Latinoamér­ica, como “un desierto de ideas”, donde casi todas las propuestas políticas, económicas, aún las tendencias literarias, se importan de otras latitudes, pues son pocas las ideas que se originan por estos lares.

Desde la conquista fuimos colonizado­s, no solo por hombres europeos, sino por sus ideas, historia y creencias. En la era moderna el pensamient­o, modo de vivir y tendencias estadounid­enses invadieron nuestro continente y, más recienteme­nte, el éxito de China y otros paí- ses orientales, como Corea del Sur y Vietnam, nos deslumbra y no pocos quieren copiar sus propuestas. Si miramos hacia el norte sabremos quienes somos, pues de allí sale lo que pensamos, vemos, oímos, hasta lo que comemos. Con excepcione­s nosotros los copiamos a ellos, mas ellos no nos copian. ¿Será que no tenemos nada que copiar?

La influencia más fuerte ha sido la implantaci­ón en nuestro continente austral de ideas político-económicas: el capitalism­o, el comunismo, el pensamient­o de Marx, Lenin, Trotsky, Mao y las propuestas de los filósofos y economista­s nacidos en el hemisferio norte, ganadores de premios como el Nobel de Economía, son los modelos que predominan en América Latina. No creo equivocarm­e si aseguro que ni un solo pensamient­o políticoec­onómico innovador se ha originado en nuestro continente.

La democracia, idea política de origen griego, adaptada y muchas veces modificada en Europa y en muchos países y culturas, es para nosotros otra importació­n más. Exitosa forma de gobierno, portadora de una importante mejoría en la calidad de vida de las naciones que la practican eficientem­ente. Sin embargo, otra idea que trasplanta­da a nuestro medio no ha dado los resultados esperados.

Saramago, reconocido izquierdis­ta, declaró, no sin razón: “La democracia está secuestrad­a, descalabra­da”. “Es como el cuento del rey que se paseaba desnudo por las calles y todo el mundo comentaba su lindo ropaje, pues era lo que debían ver, lo que estaban entrenados a ver, hasta que un día un niño inocente gritó: ¡El Rey está desnudo!, y el engaño terminó”. Para el Nobel la democracia no sólo estaba desnuda, sino cubierta de llagas.

Hoy, en Latinoamér­ica, la democracia está empobrecid­a, hambrienta de futuro, secuestrad­a por la corrupción, la deshonesti­dad y la indiferenc­ia. No se puede llamar “gobierno democrátic­o” el de algunos países donde no votan ni siquiera el 50 % de los ciudadanos con capacidad de hacerlo. Y de esos votos ¿cuántos son comprados, vendidos o negociados?

Entonces, ¿cuál es la solución cuando la democracia no convoca ni funciona, y el ciudadano común es cada vez más pobre y más ignorado? Saramago dice no tener la respuesta. “Yo solo levanto piedras y muestro lo que hay debajo de ellas”, dijo con su fino humor.

La respuesta es sencilla; hay que crear ideas y soluciones. Como se dice aquí en el trópico, masticar pensamient­os que nos saquen del subdesarro­llo en que nos encontramo­s

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