Solo Dios quiso que ese día no fuera mi muerte
“A nuestra casa, que teníamos en venta, con un comisionista, llegó una señora “Gloria” (Amparo del Carmen Giraldo Álvarez). Desde que la vi no me gustó y se lo dije a mi esposo, José Virgilio. Él nunca dudó de ella y la consideraba una mujer de bondad extrema, dulce y conversadora. Un día ella apareció y le dijo a Virgilio que le prestara la escritura para ella hacer una hipoteca porque no tenía la plata completa. No sé el porqué pero él se comió el cuento. Le reproché y me respondió, siempre aconsejado por el comisionista, que no había de qué preocuparse. El día antes de firmar escrituras nos citó a una cafetería y no pudimos asistir porque yo estaba muy enferma y me sometían a unas quimioterapias. Al día siguiente, 3:00 p. m. nos encontramos en la notaría en el Centro. Gloria nos dijo que la escritura no saldría a su nombre sino de su madrecita linda, que se había enamorado de la casa. La acompañaba una sobrina suya, Jenny Johana Cortes, muy jovencita. Todo el tiempo me insistieron que les recibiera un vaso de agua o un dulce. Siempre lo rechacé por las quimio. Cuando mi esposo, que era un gran lector, empezó a leer la escritura, hablaba todo enredado y no sabía ni lo que leía (ya estaba drogado). Reclamé la plata y el comisionista nos dijo que tranquilos que todo está en Bancolombia del Coltejer. Salimos de la notaría y Gloria nos subió a un taxi, que dijo era suyo. Cuando llegamos a la Playa en vez de bajar hacia el Coltejer, el taxista cogió hacia el Pablo Tobón y de allí hacia el parque Obrero. Yo le decía para dónde nos llevan, intentaba sacudir a Virgilio pero él no reaccionaba. Parecía totalmente drogado. Cerca del Obrero, a la entrada de un callejón, paró. Gloria se bajó dio dos o tres pasos y apareció el sicario. Mi esposo fue asesinado de varios balazos. A mi me pegó seis, todos mortales, en la cabeza, uno me destrozó un ojo. El asesinó me dejó muerta, pero Dios no quiso que ese fuera mi día”.