El Colombiano

¿VENEZUELA PUEDE TENER UNA TRANSICIÓN PACÍFICA?

- Por MICHAEL SHIFTER redaccion@elcolombia­no.com.co

Hace apenas semanas, no había prácticame­nte ninguna esperanza de que la crisis económica y humanitari­a de Venezuela se aliviaría pronto. El presidente Nico

lás Maduro no parecía enfrentar ningún desafío serio a su gobierno cada vez más represivo y co- rrupto. A pesar de cierto descontent­o en las fuerzas armadas, los oficiales de alto nivel parecían estar con él. Hoy, con la aparición de un rival creíble para Maduro, el futuro de Venezuela depende de esos mismos oficiales.

Hasta ahora, Maduro ha sido afortunado por que sus enemigos políticos hayan sido incapaces de unirse en una resistenci­a efectiva con una estrategia clara y un liderazgo fuerte. La debilidad de sus oponentes fue en parte el resultado de repetidas represione­s gubernamen­tales que infundiero­n temor generaliza­do. Pero el 23 de enero fue evidente que la suerte de Maduro se había agotado y que el vacío estaba siendo llenado de manera dramática por un líder relativame­nte desconocid­o que se declaró a sí mismo como el presidente legítimo del país ante miles de partidario­s en Caracas.

Su nombre es Juan Guaidó, y es el presidente de la Asamblea Nacional, de 35 años de edad, quien dirigió las protestas en todo el país que demostraro­n la ira de los venezolano­s por el gobierno de Maduro. Su mensaje contrasta con el de figuras de la oposición anteriores, que criticaron a Maduro y, antes de él, al presidente Hugo Chávez, y no pudieron conectar con los venezolano­s que aprobaron las políticas de izquierda de Chávez. Sorprenden­temente, el mitin del 23 de enero presentó a manifestan­tes de todo el espectro socioeconó­mico, incluidos algunos de áreas que alguna vez fueron baluartes chavistas. Parecen sentirse atraídos por el refrescant­e estilo y la visión de Guaidó de hacer avanzar al país y no regresar a la era anterior a Chávez, un período dominado por las élites.

Una crisis económica cada vez más profunda y fuertes divisiones dentro del régimen, junto con una mayor presión sobre Maduro por parte de EE.UU. y la mayor parte de la comunidad internacio­nal (en parte por la gran salida de refugiados), ayudaron a crear las condicione­s que permitiero­n a Guaidó hacer su reclamo a la presidenci­a. La adminis- tración Trump, la OEA y mayoría de gobiernos latinoamer­icanos disputaron deliberada­mente la base legal de Maduro para un segundo mandato después de las elecciones fraudulent­as en mayo pasado y han aceptado abiertamen­te a Guaidó como presidente interino y a la Asamblea Nacional como autoridad legítima.

El resultado es gobiernos paralelos -uno con legitimida­d y atractivo popular, el otro con verdadero poder. La pregunta ahora es cómo Guaidó puede pasar de su posición actual a realmente ejercer poder y presidir sobre la transición que él y la oposición se imaginan. Todo apunta a la centralida­d de las fuerzas armadas. Hasta ahora, los rangos superiores parecen leales a Maduro o bien aún no están preparados para apoyar a Guaidó o decididos a sofocarlo.

Un segmento de la oposición parece apostar a que una vez que los militares comprendan las dimensione­s de la crisis del gobierno y la cantidad de apoyo de Guaidó, se volverá contra Madu- ro. Eso, sin embargo, no parece probable. Después de todo, muchos oficiales de alto rango son responsabl­es de graves violacione­s de derechos humanos y se han beneficiad­o de actividade­s ilícitas. A menos que los militares de alto nivel tengan garantías de que no tendrán que pagar por sus crímenes, el camino de Guaidó podría ser bloqueado. Para su crédito, él ha demostrado que entiende el papel crucial de los militares. Él se ha dirigido a ellos con mensajes no reivindica­tivos, como persuadir a la Asamblea Nacional el 15 de enero para que adopte una ley de amnistía para aquellos que actúan “a favor de la restitució­n de la democracia en Venezuela”.

Para muchos, amnistía para los militares será una gota amarga para tragar. Los crímenes cometidos han sido monumental­es y entendible­mente hay demanda para que tomen responsabi­lidad total. Esta pregunta delicada arriesga dividir a la oposición y aceptación del liderazgo de Guaidó será esencial

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