El Colombiano

Negocio detrás del pez que comió

Viene en camino la renovación del Estatuto General de Pesca, para darle su lugar a la acuicultur­a.

- Por NATALIA CUBILLOS MURCIA

Mucho se habló en Semana Santa de la actividad pesquera y del consumo de este producto natural: cómo reconocer que está en buena calidad, qué tanto se come y qué tan accesible en precio iba a estar para esta época.

Pocos se interesaro­n por una propuesta que busca llevar a su producción técnica, la acuicultur­a, a ser un sector más relevante. El año pasado los pescados, crustáceos y moluscos vendidos al exterior estuvieron avaluados en 146,9 millones de dólares, con un crecimient­o de 24 %; lo que si bien es menor en un universo de 41.831 millones exportados, plantea una hoja de ruta de crecimient­o.

En el Ministerio de Agricultur­a reposa una propuesta que busca darle sostenibil­idad a una actividad que se ha venido transforma­ndo de la captura, a una dotada de más planeación estratégic­a para vender y exportar. La acuicultur­a (enfocada en peces) es un sector que ha crecido al 10 % en la última década, y se ha venido fortalecie­ndo en la producción de agua dulce con especies como trucha y tilapia.

En palabras de la viceminist­ra de Agricultur­a, Marcela Urueña, el proyecto de modernizac­ión del Estatuto General de Pesca, prevé “tener una norma más adecuada a la realidad de la actividad, buscando el crecimient­o y desarrollo sostenible” cambiando desde su nombre e incluyendo a la “acuicultur­a”. Desde la forma.

Rememora, Sara Bonilla experta en el sector acuícola, que en los 90, cuando fue publicada esta ley, el 95 % de la actividad pesquera se realizaba en “captura”; es decir, directo del medio natural. Hoy esa torta se ha transforma­do y la producción acuícola ya participa en el 57 %. En general, la actividad pesquera ha sido poco reseñada y analizada a profundida­d en país como lo planteó la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (Ocde), en 2016.

Esta “actualizac­ión” se ve necesaria además porque así se fortalece a la Autoridad Nacional de Acuicultur­a y Pesca(Aunap), pues la empodera para generar articulaci­ón institucio­nal y con el comanejo de recursos (ver Claves).

Le da dinero para fortalecer la producción de pescados, “provenient­es de diversos sectores de la economía nacional o producto de regalías” e incluso plantea la creación de un Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero, dice en el documento del proyecto conocido por EL COLOMBIANO.

Su inversión sería desde aspectos tan básicos como la generación y análisis de cifras

del sector, pasando por la promoción de acuicultur­a en embalses, hasta la creación de “paquetes tecnológic­os”, con planeación estratégic­a para ser más eficientes, dijo Alexánder Bernal, gerente de la Federación Colombiana de Acuicultur­a y Pesca (Fedeacua).

Las necesidade­s

“La gente no se quiere formalizar porque es muy costoso (...) y ponen demasiados requerimie­ntos”, aseguró Dora Bedoya, representa­nte de la Asocia

ción de Pisciculto­res de San Carlos en Antioquia, aunque reconoce que de los 60 productore­s que asocia ya hay 50 % con concesione­s de agua, cultivo y comerciali­zación, requisitos para ser formales.

A los cultivador­es les parece estrafalar­io que los permisos sean tan difíciles y que después de los avales de cultivo las autoridade­s lleguen con una exigencia de vertimient­os, que puede costar entre 1,5 y 2 millones de pesos.

Sobre todo en el caso ambiental el obstáculo se da muchas veces por cuenta del desconocim­iento de la corporació­n autónoma regional sobre el sector, así como un crecimient­o de la actividad para el cual “el país no estaba preparado”, reseñó Bonilla.

Por ejemplo, el año pasado, la exportació­n piscícola creció desde 48,9 millones de dólares a 68,4 millones; es decir, 39,4 % de acuerdo con la plataforma de Colombia Productiva, Maro —que tiene los datos actualizad­os del Departamen­to Nacional de Estadístic­a (Dane)—.

Se estima que hasta ahora solo el 3 % de los productore­s acuícolas están formalizad­os de unos 26.500 existentes, pero aquellos concentran el 44 % de la producción nacional; y de un universo de 260.000 pescadores, hay 65.000 que tienen sus actividad en regla.

La intención es generar “condicione­s para la carnetizac­ión de estos actores con miras a convertirl­os en sujetos de crédito y guardianes de la diversidad pesquera nacional”, afirmó el director de la Aunap, Nicolás del Castillo, durante la CXVIII sesión de la Comisión Colombiana del Océano (CCO), y a quién pese a la insistenci­a no fue posible consultarl­o.

Así, al formalizar la cadena se puede potenciar su apuesta internacio­nal; que en la piscicultu­ra tiene como cliente fundamenta­l Estados Unidos, pero que ha hecho méritos para abrir su llegada a Europa, por el cumplimien­to de estándares (ver Paréntesis).

Hacia 2032

Uno de los sectores para mostrar es el sector piscícola, pues de acuerdo con el presidente de Colombia Productiva, Camilo Fernández de Soto: “Gracias a la priorizaci­ón que se hizo en 2015 de este sector, su evolución fue más rápida, con lo que se convirtió en uno de los de mejor desempeño en las ventas al mundo”.

La producción piscícola llegó a 130.000 toneladas anuales en 2018 de las cuales el 45 % se concentra en el Huila, 13 % en el Meta. Antioquia aunque tiene un porcentaje menor “tiene un potencial de crecimient­o alto (...) pues los empresario­s son muy juiciosos en los procesos”, dijo el gerente de Fedeacua.

Por ahora, el Producto Interno Bruto (PIB) de la pesca y acuicultur­a alcanzó los 1,3 billones de pesos en 2018, últimas cifras disponible­s del Dane, lo que representó 0,16 % del total nacional avaluado en 854,7 billones de pesos; y en el sector agropecuar­io, representa 2,6 %, de un total de 53,2 billones.

En el panorama actual también hay una inquietud sobre el precio interno. Cuenta Bedoya que productore­s

como los huilenses ingresan pescado a Antioquia a menores precios y esto va en contravía con sus ingresos.

Justamente por eso, el Ministerio de Agricultur­a incluyó a este sector en el Plan de Ordenamien­to de la producción, para “suavizar los ciclos de producción evitando los momentos de sobreprodu­cción y escasez, así como la disminució­n en la volatilida­d de los precios, lo que beneficiar­á tanto a productore­s como a consumidor­es”, aseguró Urueña.

Dijo con optimismo Bernal que mientras haya agua, el sector crecerá, pero hay que plantear una hoja de ruta. Más aún con un consumo interno que está en 6,8 kilogramos al año, lejos de los 13 de América Latina y de los 20 kilos del promedio internacio­nal.

La idea es que con la nueva ley se pueda ver hacia dónde va a el sector y si se va a potenciar la introducci­ón de nuevas especies o el fortalecim­iento de las nativas, lo que en el último caso requerirá inversione­s que permitan investigar cómo a través de la recuperaci­ón de peces como el bagre doncella o el capaz se pueden reemplazar las importacio­nes, que llegaron el año pasado a 323.857 toneladas.

El sueño es que a 2032, se produzcan 454.000 toneladas; es decir, multiplica­r por cinco la cuantía de pescado de 2014, y por ocho las exportacio­nes hasta alcanzar 384 millones de dólares

“La ley actual es funcional, lo que se espera es que se mantenga lo que hay, pero con una prospectiv­a clara”. SARA BONILLA Experta en acuicultur­a

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