Negocio detrás del pez que comió
Viene en camino la renovación del Estatuto General de Pesca, para darle su lugar a la acuicultura.
Mucho se habló en Semana Santa de la actividad pesquera y del consumo de este producto natural: cómo reconocer que está en buena calidad, qué tanto se come y qué tan accesible en precio iba a estar para esta época.
Pocos se interesaron por una propuesta que busca llevar a su producción técnica, la acuicultura, a ser un sector más relevante. El año pasado los pescados, crustáceos y moluscos vendidos al exterior estuvieron avaluados en 146,9 millones de dólares, con un crecimiento de 24 %; lo que si bien es menor en un universo de 41.831 millones exportados, plantea una hoja de ruta de crecimiento.
En el Ministerio de Agricultura reposa una propuesta que busca darle sostenibilidad a una actividad que se ha venido transformando de la captura, a una dotada de más planeación estratégica para vender y exportar. La acuicultura (enfocada en peces) es un sector que ha crecido al 10 % en la última década, y se ha venido fortaleciendo en la producción de agua dulce con especies como trucha y tilapia.
En palabras de la viceministra de Agricultura, Marcela Urueña, el proyecto de modernización del Estatuto General de Pesca, prevé “tener una norma más adecuada a la realidad de la actividad, buscando el crecimiento y desarrollo sostenible” cambiando desde su nombre e incluyendo a la “acuicultura”. Desde la forma.
Rememora, Sara Bonilla experta en el sector acuícola, que en los 90, cuando fue publicada esta ley, el 95 % de la actividad pesquera se realizaba en “captura”; es decir, directo del medio natural. Hoy esa torta se ha transformado y la producción acuícola ya participa en el 57 %. En general, la actividad pesquera ha sido poco reseñada y analizada a profundidad en país como lo planteó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), en 2016.
Esta “actualización” se ve necesaria además porque así se fortalece a la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca(Aunap), pues la empodera para generar articulación institucional y con el comanejo de recursos (ver Claves).
Le da dinero para fortalecer la producción de pescados, “provenientes de diversos sectores de la economía nacional o producto de regalías” e incluso plantea la creación de un Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero, dice en el documento del proyecto conocido por EL COLOMBIANO.
Su inversión sería desde aspectos tan básicos como la generación y análisis de cifras
del sector, pasando por la promoción de acuicultura en embalses, hasta la creación de “paquetes tecnológicos”, con planeación estratégica para ser más eficientes, dijo Alexánder Bernal, gerente de la Federación Colombiana de Acuicultura y Pesca (Fedeacua).
Las necesidades
“La gente no se quiere formalizar porque es muy costoso (...) y ponen demasiados requerimientos”, aseguró Dora Bedoya, representante de la Asocia
ción de Piscicultores de San Carlos en Antioquia, aunque reconoce que de los 60 productores que asocia ya hay 50 % con concesiones de agua, cultivo y comercialización, requisitos para ser formales.
A los cultivadores les parece estrafalario que los permisos sean tan difíciles y que después de los avales de cultivo las autoridades lleguen con una exigencia de vertimientos, que puede costar entre 1,5 y 2 millones de pesos.
Sobre todo en el caso ambiental el obstáculo se da muchas veces por cuenta del desconocimiento de la corporación autónoma regional sobre el sector, así como un crecimiento de la actividad para el cual “el país no estaba preparado”, reseñó Bonilla.
Por ejemplo, el año pasado, la exportación piscícola creció desde 48,9 millones de dólares a 68,4 millones; es decir, 39,4 % de acuerdo con la plataforma de Colombia Productiva, Maro —que tiene los datos actualizados del Departamento Nacional de Estadística (Dane)—.
Se estima que hasta ahora solo el 3 % de los productores acuícolas están formalizados de unos 26.500 existentes, pero aquellos concentran el 44 % de la producción nacional; y de un universo de 260.000 pescadores, hay 65.000 que tienen sus actividad en regla.
La intención es generar “condiciones para la carnetización de estos actores con miras a convertirlos en sujetos de crédito y guardianes de la diversidad pesquera nacional”, afirmó el director de la Aunap, Nicolás del Castillo, durante la CXVIII sesión de la Comisión Colombiana del Océano (CCO), y a quién pese a la insistencia no fue posible consultarlo.
Así, al formalizar la cadena se puede potenciar su apuesta internacional; que en la piscicultura tiene como cliente fundamental Estados Unidos, pero que ha hecho méritos para abrir su llegada a Europa, por el cumplimiento de estándares (ver Paréntesis).
Hacia 2032
Uno de los sectores para mostrar es el sector piscícola, pues de acuerdo con el presidente de Colombia Productiva, Camilo Fernández de Soto: “Gracias a la priorización que se hizo en 2015 de este sector, su evolución fue más rápida, con lo que se convirtió en uno de los de mejor desempeño en las ventas al mundo”.
La producción piscícola llegó a 130.000 toneladas anuales en 2018 de las cuales el 45 % se concentra en el Huila, 13 % en el Meta. Antioquia aunque tiene un porcentaje menor “tiene un potencial de crecimiento alto (...) pues los empresarios son muy juiciosos en los procesos”, dijo el gerente de Fedeacua.
Por ahora, el Producto Interno Bruto (PIB) de la pesca y acuicultura alcanzó los 1,3 billones de pesos en 2018, últimas cifras disponibles del Dane, lo que representó 0,16 % del total nacional avaluado en 854,7 billones de pesos; y en el sector agropecuario, representa 2,6 %, de un total de 53,2 billones.
En el panorama actual también hay una inquietud sobre el precio interno. Cuenta Bedoya que productores
como los huilenses ingresan pescado a Antioquia a menores precios y esto va en contravía con sus ingresos.
Justamente por eso, el Ministerio de Agricultura incluyó a este sector en el Plan de Ordenamiento de la producción, para “suavizar los ciclos de producción evitando los momentos de sobreproducción y escasez, así como la disminución en la volatilidad de los precios, lo que beneficiará tanto a productores como a consumidores”, aseguró Urueña.
Dijo con optimismo Bernal que mientras haya agua, el sector crecerá, pero hay que plantear una hoja de ruta. Más aún con un consumo interno que está en 6,8 kilogramos al año, lejos de los 13 de América Latina y de los 20 kilos del promedio internacional.
La idea es que con la nueva ley se pueda ver hacia dónde va a el sector y si se va a potenciar la introducción de nuevas especies o el fortalecimiento de las nativas, lo que en el último caso requerirá inversiones que permitan investigar cómo a través de la recuperación de peces como el bagre doncella o el capaz se pueden reemplazar las importaciones, que llegaron el año pasado a 323.857 toneladas.
El sueño es que a 2032, se produzcan 454.000 toneladas; es decir, multiplicar por cinco la cuantía de pescado de 2014, y por ocho las exportaciones hasta alcanzar 384 millones de dólares
“La ley actual es funcional, lo que se espera es que se mantenga lo que hay, pero con una prospectiva clara”. SARA BONILLA Experta en acuicultura