El Colombiano

NO NECESITO QUE UNA PRUEBA DE ADN ME DIGA CUÁN NEGRA SOY

- Por ERIN AUBRY KAPLAN redaccion@elcolombia­no.com.co

Nunca me han interesado las pruebas de ADN. No tengo nada en contra de que las personas descubran que son un 18 % alemanas o un 79 % irlandesas, pero creo que las pruebas son una moda que nos distrae de las duras realidades de la raza y la identidad en Estados Unidos. Nos alientan a pretender que, en términos de moldear lo que realmente somos, las narracione­s individual­es son más importante­s que la narración del país en conjunto. No hay pruebas para la separación y el tribalismo, y, sin embargo, están integradas en nuestro ADN cultural.

No necesito que una prueba de ADN me diga que vengo de todas partes. Los criollos son la mezcla racial americana original entre negros y los europeos, franceses y españoles en su mayoría, y con frecuencia los nativos americanos. Pero esta mezcla apenas ha sido celebrada. En cambio, fue la vara de medir los límites a los que las leyes de Jim Crow debían ir para controlar las líneas raciales en Luisiana y el Sur. El multirraci­alismo criollo no ha sido visto como estadounid­ense por excelencia, sino como algo que socava lo que debería significar el estadounid­ense por excelencia. Tanto los negros como los blancos vieron a los criollos con especial desprecio y más que una pequeña sospecha, como si estuviéram­os tratando de unirnos a un club al que nunca podríamos pertenecer, debido a nuestro color.

Yo nunca quería ser negra. Muchos criollos se sentían de la misma forma y estaban cómodos con su lugar en un espectro de color negro que ha existido en este país desde que los barcos de esclavos primero llegaron a Estados Unidos. La blancura es un absoluto, y por lo tanto no tiene espectro, así que negro era lo único que podíamos ser en todo caso.

Así que yo no quería preguntas, planteadas por pruebas de ADN ni otra cosa, sobre esa pertenenci­a. No quería descubrir por medio de algún análisis de datos que no soy negra sino que provengo de “todas las naciones”, como lo expresó una modelo latina en un comercial para pruebas de linaje.

Esta es la raíz de mi enojo, esta idea de que tener antecedent­es geográfica y étnicament­e mixtos es liberador, que rompe fronteras.

En la experienci­a de mi familia, ser mixto no ha sido liberador sino constricti­vo. Y, sin embargo, estoy orgullosa de esta historia y no quiero perderla. La alarma que sentí por la prueba de ADN fue un instinto para proteger esta historia, protegerme a mí misma, de siglos de intentos por hacer que mi identidad no tenga sentido.

Sé que algunas personas se sienten diferente. He visto anuncios de pruebas de linaje con personas negras que, gracias a sus resultados, pueden afirmar su herencia africana y sentirse más completos.

Pero todos los avisos comerciale­s me recuerdan que compañías como 23andMe y similares están ofreciendo historiale­s individual­es como producto. Su mayor atractivo podrá ser que, dado que rastrean la historia cientos de años, antes de que Estados Unidos fuera un país, sacan a Estados Unidos de la ecuación por completo. Esto nos permite abarcar nuestros “verdaderos orígenes” sin tener que considerar la verdad de cómo esos orígenes se desarrolla­ron, y aún se reproducen, en este lado del Atlántico

Creo que las pruebas son una moda que nos distrae de las duras realidades de la raza y la identidad en Estados Unidos.

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