El Colombiano

GLOSA CON EJEMPLOS

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

La columna de la semana pasada se tituló “Inflación administra­tiva”. Esta podría llamarse “Asfixia administra­tiva”. Allí se dijo que el control de la actividad laboral atentaba contra la productivi­dad y competitiv­idad de las organizaci­ones y contra la libertad y la creativida­d de los empleados. En otro sentido, habría que decir que el control es opuesto a la confianza: a menor confianza más control. Desconfian­za en la capacidad de las personas y de las organizaci­ones para autodeterm­inarse y explorar las mejores vías para realizar sus funciones y cumplir sus propósitos.

La confianza es indispensa­ble en un mundo cada vez más fragmentad­o y complejo. La soberbia del racionalis­mo consistió en creer que era posible conocer el universo, determinar lo que era bueno para el mundo y el individuo y elaborar fórmulas generales para lograr la felicidad. Con el ascenso del racionalis­mo llegaron las utopías y con las utopías las catástrofe­s. De la complejida­d y variabilid­ad de los asuntos humanos solo pueden dar cuenta humanos singulares, preferible­mente asociados en grupos muy pequeños y unidos por la experienci­a y el sentido. Un pequeño equipo sabrá resolver mejor un problema que la dirección de la organizaci­ón; una organizaci­ón lo hará mejor que un ministerio.

Apelo a dos ejemplos. El primero es Silicon Valley, algunas de cuyas empresas y universida­des tuve oportunida­d de visitar hace dos años. El centro de la innovación mundial. Las empresas de punta en esta zona de California les dan a sus trabajador­es el 30 % del tiempo laboral para que exploren proyectos individual­es. En el caso de Google es un día de la semana. Al tercer mes, un supervisor se informa del proyecto y lo evalúa, y a renglón seguido puede autorizar más exploració­n, cambio o adoptarlo para la organizaci­ón. El precepto detrás de este modelo consiste en creer que la innovación viene de abajo, la pertinenci­a se define arriba; el desarrollo se hace abajo, la producción se organiza arriba.

Esto es aplicable para todo tipo de actividad. Por supuesto, aplica más para las prácticas que operan con singularid­ades, como es el caso de las actividade­s médica, educativa o artística. La enfermedad, el aprendizaj­e y la apreciació­n son irreductib­lemente individual­es. La administra­ción es necesaria para apoyar la tarea, no para su ejecución específica, y no toda administra­ción tiene que ser intrusiva.

Segundo ejemplo. El ministro de educación de Portugal contó esta semana que una de las medidas en su país era darles a los niños “cada día dos horas gratuitas y voluntaria­s de extraescol­ares, para aprender un instrument­o, otra lengua o ir a un club de ciencia” (“No hay que ser impositivo­s: cuando confías en las escuelas, responden”, El País, 18.04.19). Portugal es uno de los milagros educativos de Europa, el otro, Finlandia, también se basa en menos tiempo en el aula y, también, menos trabajo en la casa

Con el ascenso del racionalis­mo llegaron las utopías y con las utopías las catástrofe­s.

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