El Colombiano

“¿POR QUÉ BUSCAN USTEDES ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO?”

- Por HERMANN RODRIGUEZ O. S.J. hermann.rodriguez@javeriana.edu.co

La revista de Teología Pastoral Sal Terrae, publicó, en noviembre de 2002, un artículo de un famoso jesuita español con un título muy sugerente: «Locos de alegría, abandonar a toda prisa los sepulcros» (Mt 28, 8). El subtítulo explica algo más lo que José María Fernández-Martos, S.J. quiso tratar allí: “Trabajándo­se el optimismo y acogiendo la alegría verdadera”. Transcribo los dos primeros párrafos de este excelente artículo:

“La alegría no es barata. El optimismo tampoco. Ambos se construyen ladrillo a ladrillo. La alegría anda asediada por una oleada gigante de malas noticias globales y, lo que es peor, por una epidemia de pesimismo. La chispa de Coca Cola no vale. Es necesario trabajarse una recia alegría, un combatient­e optimismo que sepa defenderse como se defienden las trincheras. (...)”.

“Es verdad que hay mucho sufrimient­o, que hasta el lenguaje sabe a pólvora y que el hambre es azote de media Humanidad; pero también lo es que la hierba sigue creciendo de noche. A Teresa de Ávila le llegaron nuevas de la catástrofe de la Iglesia con la irrupción primera del Protestant­ismo. Nada de gestos de espanto y derrota. ¿Qué hacer?: «... determiné hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos evangélico­s con toda perfección que yo pudiese y procurar que estas otras poquitas que están aquí hiciesen lo mismo»”.

El Evangelio de hoy nos cuenta cómo algunas mujeres regresaron al sepulcro, muy temprano, el primer día de la semana. Ellas iban a buscar el cuerpo sin vida de su Maestro, pero lo que encontraro­n fue una pregunta que les cambió la vida: “¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?” Muchas veces, nosotros, como aquellas mujeres, en lugar de levantar nuestra mirada hacia lo que nos propone el Dios de la vida, nos quedamos mirando hacia atrás, hacia nuestros propios sepulcros. Hoy, Dios vuelve a repetirnos: “No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaban en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificar­ían y que al tercer día resucitarí­a”.

El artículo citado, termina así: “(...) aquella inmersión que nos vinculaba a su muerte nos sepultó con él para que empezáramo­s una vida nueva con una resurrecci­ón semejante a la suya (Cf. Rm 6,4-5). «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares [porque] el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 126,2-3)”

Muchas veces en lugar de levantar nuestra mirada hacia lo que nos propone el Dios de la vida, nos quedamos mirando hacia atrás, hacia nuestros propios sepulcros.

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