El Colombiano

En la ilegalidad del oro

La desaparici­ón de la minería ancestral de la legislació­n favoreció la ilegalidad y con ello llegó el crimen. Después de cuatro meses de investigac­ión, EL COLOMBIANO identificó cómo funciona cada uno de los eslabones de la cadena de comerciali­zación de or

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M.

La soledad, falta de recursos e insegurida­d con la que los mineros tradiciona­les realizan su trabajo es aprovechad­a por los grupos armados para explotarlo­s y beneficiar­se de su producto. Al final de la cadena aurífera, al minero solo le quedan migajas. Primero de cuatro informes de la problemáti­ca.

A90 metros de profundida­d, en un socavón en el que no cabe de pie y que le ha llevado un año entero excavar, Diego ve como su esfuerzo brilla cuando la luz de su lámpara ilumina la pequeña veta dorada. Con 40 y tantos años, sus ojos achinados muestran ilusión y sus manos regordetas y callosas son evidencia de una vida dedicada al trabajo duro.

Desde niño, ha pasado sus días rompiendo las montañas del Nordeste antioqueño, donde encontrar oro es un sueño. Toda su vida se ha dedicado a buscarlo, y lo ha hallado, pero la pobreza gana. Entra por cada rendija que encuentra.

Este minero tiene un puesto, similar a una acción dentro del negocio del oro, en una sociedad que construyó de palabra —que en la región vale más que la vida—con otros siete amigos, cuyo aporte está en sus manos, en su labor diaria en la mina.

Su trabajo del último año ya está empeñado. Cada onza de oro arrancada a la montaña deberá compartirl­a con sus socios y los “gasteros”, que financian el combustibl­e para la motobomba, los explosivos para romper la roca, el mercurio para separar y extraer el oro, la madera para sostener los bordes del socavón y el mercado de las familias de los mineros.

Además, patrocinan la construcci­ón del apique, un cajón que se moviliza por rieles gracias a la tracción de una polea y que facilita el trabajo de los mineros al entrarlos al socavón y sacar el material. El gastero por eso tiene un derecho a siete puestos (acciones). Él, en la minería aluvial, que se da en los ríos y ha generado un gigantesco ecocidio, también financian las dragas, las motobombas y las retroexcav­adoras.

Como la mina La Fortuna, donde Diego gasta sus días, no ha generado ni un solo peso, la operación debe ser financiada por los gasteros. Ahí es cuando estos se llenan de puestos que, al final de cuentas, si encuentran el preciado metal o, como se dice popularmen­te, se “enguacan”, se convertirá en dinero.

Los gasteros son como fantasmas: manejan enormes recursos, pero no dan la cara. Algunos contaron con fortuna en una explotació­n y resultan invirtiend­o en varias minas. Otros son comerciali­zadores locales que han amasado capital y están dispuestos a arriesgar. También y, esto es lo más preocupant­e, son representa­dos por

los grupos criminales que financian la extracción ilegal de oro en la región que, por una ruta de lavado dinero, lo convierten en papel moneda para financiar el conflicto armado.

El negocio del crimen

“Identifica­mos que de 300 municipios con vocación minera, en 170 hay presencia de grupos armados ilegales. En estas zonas hay financiaci­ón directa o indirecta de esas organizaci­ones a través del oro. Cada región, cada municipio y cada grupo tienen una forma diferente de financiar la guerra. Más de 80 % se da por la extorsión a los mineros”, asegura Leonardo Güiza, director del Observator­io Colombiano de Minería de la Universida­d del Rosario.

Mientras usurpan las economías ilegales derivadas de la explotació­n aurífera, los grupos armados violan los derechos humanos de las poblacione­s circundant­es.

Un funcionari­o del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo advierte que en las zonas en las que hay presencia de estas estructura­s ilegales se conjugan las amenazas, desplazami­entos forzados, homicidios selectivos, reclutamie­nto de menores de edad y extorsione­s. En donde hay disputas territoria­les entre varios grupos, como el asunto es peor, en medio del fuego cruzado se dan asesinatos, torturas y desaparici­ones.

Se trata de un negocio redondo. En total, los grupos armados organizado­s podrían beneficiar­se con 10 billones de pesos cada año, en todos los eslabones de la cadena de la minería ilegal, según las estimacion­es del Plan Nacional de Desarrollo.

En este primer eslabón es en el cual actúa la Fuerza Pública para combatir el fenómeno ilegal. En 2018 realizó 276 operacione­s (ver informe), que, reconocen, no han dado el resultado esperado: “Golpean de alguna manera a la estructura criminal, pero en el fondo la comunidad minera y el oro siguen allá. Por eso vemos que el fenómeno no disminuye, se sostiene o aumenta”, explica el coronel Carlos Montenegro, comandante de la Brigada del Ejército contra la Minería Ilegal.

No existen en la ley

De acuerdo con Rubén Darío Gómez, secretario general de la Confederac­ión Nacional de Mineros (informales) de Colombia (Conalminer­col), los mineros ancestrale­s trabajaban desde antes de que llegaran los títulos mineros que le fueron entregados a multinacio­nales, pero el Código de Minas (Ley 685 de 2011) los borró de un plumazo. Establece que existen los títulos mineros que cuentan con licencia ambiental; las figuras de formalizac­ión, que casi siempre son negadas; y los mineros de subsistenc­ia.

De ahí que esta última sea la

CORONEL CARLOS MONTENEGRO “Las operacione­s nuestras golpean a la estructura criminal, pero en el fondo la comunidad minera sigue allá y el oro sigue allá”. Comandante de la Brigada del Ejército contra la Minería Ilegal

“Identifica­mos que de 300 municipios con vocación minera, en 170 hay presencia de grupos armados ilegales”.

figura más utilizada para legalizar el producto de explotació­n ilícita. Los mineros de subsistenc­ia produjeron 16,4 toneladas de oro en 2018, según la Agencia Nacional de Minería, lo que correspond­e a la nada despreciab­le cifra del 46,19 %, casi la mitad de la producción nacional, sobre la cual la trazabilid­ad es difusa.

Entre los mineros de subsistenc­ia se encuentran los barequeros. El Código de Minas establece que el barequeo, como actividad popular de los habitantes de terrenos aluviales, será permitido y lo define como “el lavado de arenas por medios manuales sin ayuda de maquinaria o medios mecánicos. Con el objeto de separar y recoger metales preciosos contenidos en las arenas”.

A esta figura se le suman los chatarrero­s, quienes trabajan en la minería de veta o de socavón (que se da en las rocas, dentro de las montañas) en las plantas de beneficio de oro y le dan la segunda y la tercera lavada manual a las arenas. Esto permite aprovechar las sobras del mineral que no fue extraído por el dueño del título.

En ninguna de las dos definicion­es podría ubicarse Diego, quien es un pequeño minero que no tiene título ni licencia ambiental, que además explota sin autorizaci­ón el título de la Gran Colombia Gold, esto lo convierte en un minero ilegal.

Sin embargo, aparece en el Registro Único de Comerciali­zadores de Minerales (Rucom) como barequero, con la anuencia del alcalde y de la Agencia Nacional de Minería. El oro que algún día producirá será exportado sin mayores controles, como ocurre hasta ahora.

Esta es una de las formas que el segundo eslabón de la cadena: la comerciali­zación, utiliza para blanquear el oro de procedenci­a ilegal

LEONARDO GÜIZA Director del Observator­io Colombiano de Minería

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FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
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FOTOS JUAN SÁNCHEZ, MANUEL SALDARRIAG­A Y JULIO HERRERA 1. En el Nordeste antioqueño hay cientos de socavones ilegales donde se explota el oro. 2. En Nechí la minería aluvial se convertió en un ecocidio. 3. La fuerza Pública destruye maquinaria de la minería ilegal.
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