¿POR QUÉ LOS NO CREYENTES HACEN DUELO POR NOTRE DAME?
Desde que la Catedral de NotreDame se incendió al comienzo de la Semana Santa, ciertos parisinos y sus simpatizantes han sido golpeados por emociones a las que no están acostumbrados. Se han encontrado apasionadamente involucrados con el destino de una iglesia.
En la tarde del 15 de abril, cuando las llamas todavía ardían, el Reverendo Jean-Marc
Fournier, el sacerdote capellán del departamento de bomberos de París, corrió a la catedral y rescató la corona de espinas que, según se dice, fue llevada por Jesús en la crucifixión. Él y sus colegas recuperaron una túnica que pertenecía a Luis IX, el cruzado santificado que trajo la corona de Tierra Santa. Pronto Fornier estaba siendo llamado un héroe por instituciones que no estaban íntimamente ligadas a las creencias católicas, como la red radial Europa 1 y BuzzFeed.
Mientras tanto, jóvenes se congregaron en las orillas del Sena, algunos llorando. Algunos de ellos cantaron y oraron; el diario alemán de tendencia progresiva Die Tageszeitung se refirió a ellos como peregrinos. Otros parecían ser turistas y espectadores, aparentemente sorprendidos por la intensidad de sus propios sentimientos.
Trajo a la mente el poema de Philip Larkin “Church Going,” el cual evoca a las personas que “gravitan” por instinto a una iglesia abandonada después de que la doctrina religiosa se ha perdido. “Lágrimas corrían por todos los rostros en Francia,” escribió el político Phi
lippe de Villiers, sin mucha exageración, “incluso el más masculino y el más secular”.
Uno podría ser perdonado por preguntar: ¿Por qué? Durante siglos los franceses veneraron sus catedrales, sacerdotes y reliquias. Pero no ha sido así siempre: después de la Revolución Francesa, Notre-Dame fue utilizada como bodega. Y no lo han hecho últimamente: solo el 6 % va a misa, en comparación con el 35 % de hace medio siglo. ¿Hay un catolicismo latente en Francia que no vimos? ¿O son estas expresiones de impulsos religiosos más incipientes?
Ciertamente personas tienen tales impulsos. La periodista italiana Oriana Fallaci, quien se encolerizó contra la inmigración musulmana a Europa a principios de siglo, creía que lo hacía como una orgullosa atea. Sin embargo, de manera extraña, su queja más apasionada fue que los inmigrantes que acampaban habían “profanado” el área frente al Duomo, la catedral de su Florencia natal, y también habían “profanado” el Baptisterio.
Ciertamente, también, se ha subestimado la continua relevancia del catolicismo para la vida francesa. El 15 de abril, el presidente Emmanuel Macron estaba de pie ante la catedral aún en llamas, con camiones de bomberos disparando chorros de agua contra el cielo nocturno detrás de él. Antes de consolar a los parisinos o ciudadanos franceses, dijo: “Esta noche, mis pensamientos, obviamente, antes que nada, están con los católicos, los católicos de Francia y los de todo el mundo, especialmente durante esta Semana Santa”. Estos católicos, en un entonces considerados una fuerza gastada en la política francesa, han flexionado su músculo político últimamente, especialmente en sus protestas inesperadamente grandes en 2012 y 2013 contra la legalización del matrimonio gay.
Pero hay poca evidencia que indique que los franceses han estado regresando al catolicismo. El encuestador Jérôme Four
quet argumenta en su libro “L’archipel français”, o “El archipiélago francés”, publicado el mes pasado, que en materia de religión el país está pasando por un “cambio antropológico”. Al igual que en los Estados Unidos, el tamaño de la generación aún religiosa nacida después de la Segunda Guerra Mundial disfrazó durante mucho tiempo la decadencia. Hoy, a medida que esa generación envejece y muere, se abre una trampa demográfica debajo de los pies de la población religiosa.
Hoy en día hay menos de la mitad de los párrocos franceses que en 1992. Desde la década de 1970, Fourquet señala que el porcentaje de personas que desean ser enterradas cuando mueren, como prefiere la iglesia, se ha reducido a la mitad, mientras que el porcentaje que desea ser cremado se ha más que duplicado.
En parte es por esto que el incendio en Notre Dame sacudió tanto a algunos. Objetos y tradiciones en conjunto con creencias religiosas dan un sentimiento de sensatez y estabilidad.
El incendio en Notre-Dame es angustioso de una manera que se siente religiosa porque es religiosa: nos obliga a entender a Francia como la crearon quienes la crearon. Las personas que lloran en las orillas del Sena deben haber sentido esto, incluso si no pudieron expresar exactamente por qué estaban llorando