El Colombiano

SOBRE RAPPI Y UNICORNIOS

- Por DAVID GONZÁLEZ ESCOBAR Universida­d Eafit, Ingeniería Matemática y Economía, 5° semestre. davidgonza­lezescobar@gmail.com

En Colombia, en medio del trópico, también existen unicornios: en 2018 Rappi se unió al exclusivo club de start-ups tecnológic­os que logran una valoración superior a los 1.000 millones de dólares.

Y no hay que creer en unicornios para sentir la intromisió­n de Rappi en nuestras vidas. Sea por su publicidad agresiva en redes sociales, por haber encontrado por donde pedir aguardient­e a las dos de la mañana o por ver la invasión naranja de rappitende­ros en supermerca­dos, restaurant­es, fiestas de Halloween y espacios públicos; resulta imposible ser ajeno a la expansión de Rappi en los últimos años.

Bajo una cultura que prioriza el crecimient­o sobre todas las cosas, Rappi ha ido expandiend­o sus servicios desde la idea de ser “una tienda de barrio a domicilio” a ofrecer domicilios de prácticame­nte lo que sea.

No parecen querer quedarse ahí. Sus recientes incursione­s al sector de salud con una alianza con Sanofi y al sector financiero con Rappi Pay muestran las ganas que tiene Rappi de aprovechar la gran cantidad de datos que poseen y la integració­n de distintos sectores de la economía que ha permitido la era digital para buscar controlar una proporción aún mayor del mercado, al estilo de aplicacion­es chinas como WeChat o Alibaba.

Lo que sin duda es real de los unicornios son las polémicas que traen. Aunque Rappi –muy al tanto del discurso de la economía colaborati­va de Uber y Airbnb– describe a sus rappitende­ros como “emprendedo­res inLa disrupción de Rappi debería cuestionar­nos más sobre las inflexibil­idades de nuestro mercado laboral. dependient­es” y no como empleados de su compañía, se empieza a enfrentar a críticas sobre su impacto en el mercado laboral del país, en discusione­s que apenas comienzan y que eventualme­nte podrán tener repercusio­nes en su modelo de negocio. Los problemas anteriores no tienen fácil solución, sin embargo, no deberían ser un impediment­o para que en Colombia creamos en unicornios y apoyemos el crecimient­o de Rappi, una empresa que tiene el potencial de contribuir a transforma­r la dinámica de la economía del país. La disrupción de Rappi nos debería hacer cuestionar­nos más a fondo sobre las inflexibil­idades de nuestro mercado laboral. Si Rappi es el problema, ¿por qué la informalid­ad lleva tantos años en niveles cercanos al 50 %? Y más importante, ¿por qué hay tanta gente dispuesta a trabajar con Rappi?

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