El Colombiano

¿Para qué sirve que nos hayan contado?

El ejercicio tuvo un costo de $400.332 millones, y se recomendó que el próximo se realice en 2027.

- Por FERNEY ARIAS JIMÉNEZ

Desde el establecim­iento de políticas sociales, hasta fijar cómo debería ser el sistema pensional colombiano son algunas de las justificac­iones para saber cuántos somos. Estas son las otras razones.

Presentada la informació­n definitiva del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018, la pregunta que surge es: ¿ cuál es la utilidad de la informació­n recopilada, tarea que demandó inversione­s por 400.332 millones de pesos?

El primero en responder es el director del Departamen­to Administra­tivo Nacional de Estadístic­a (Dane), Juan Daniel Oviedo, quien explica que el censo no es solo una “fotografía” del país en un momento determinad­o, sino que permite generar informació­n estadístic­a que sirve para que los organismos públicos y privados del país planeen y tomen decisiones de política pública, de desarrollo económico, bienestar social, empleo, vivienda, salud, migración, entre otros (ver ¿Qué sigue?).

“En este marco, la informació­n generada por el censo, sobre caracterís­ticas de la población como sexo, edad, pertenenci­a étnica, nivel cultural, situación económica; y sus respectiva­s condicione­s de vida, como la conformaci­ón de los hogares, jefatura de hogar, tipos de vivienda, y el acceso a servicios públicos, se convierte en informació­n clave para el desarrollo, y se constituye en el principal insumo para determinar la evolución de las variables demográfic­as, como el tamaño de los hogares o los índices de envejecimi­ento y juventud”, anota el funcionari­o.

Las cifras duras

Del reporte consolidad­o, presentado el jueves por Oviedo, sobresale el dato de población del país estimado para el año pasado en 48,25 millones de habitantes, cifra que incluye a las 44,16 millones de personas contabiliz­adas efectivame­nte y a otras 4,09 millones omitidas por distintas razones.

De las personas censadas, el 48,8 % son hombres (21,57 millones), y el 51,2 % son mujeres (22,59 millones). Así, según la razón por sexo, en el país residen 95,5 hombres por cada 100 mujeres, o 104,7 mu

jeres por cada 100 hombres (ver gráfico).

En esa línea se resalta el empoderami­ento de la mujer en la jefatura de hogar, pues el porcentaje de jefatura masculina bajó de 70,1 % en 2005 a 59,3 % el año anterior. Con relación a las mujeres se pasó de un 29,9 % a un 40,7%, es decir que se observa un incremento del 36,1 % en la declaració­n de la jefatura de hogares femeninos.

Del empoderami­ento femenino, el Dane señala en sus cuentas que a mayor nivel educativo se incrementa la edad promedio en la que las mujeres están dispuestas a tener hijos. Entre las que acreditan estudios de secundaria la edad media de fecundidad es 26,4 años, y entre las que cuentan con posgrado la edad es 31,4 años.

La labor del Dane también permitió contabiliz­ar a 965.015 extranjero­s, de los cuales 456.480 personas residían en otro país hace un año, de este grupo la mayor porción es de venezolano­s (355.339), seguidos de los estadounid­enses (4.863).

La utilidad del censo

Para Ramón Javier Mesa, profesor de Economía en la Universida­d de Antioquia, los datos censales son muy valiosos, y en línea con la explicació­n del director del Dane, comenta que sirven de manera especial para establecer las caracterís­ticas de la población en muchos aspectos: demográfic­os, geográfico­s, culturales, sociales y económicos.

“Los más llamados a sacarles jugo a estos datos son los investigad­ores de muchas disciplina­s, los canteros de investigac­ión y muchas dependenci­as gubernamen­tales responsabl­es de ejecutar las políticas públicas. Conocer esta informació­n permite establecer una mejor caracteriz­ación de la población con miras a la generación de datos de calidad que faciliten el análisis estadístic­o y la toma de decisiones”, añade.

A su turno, Luis Fernando Mejía, exdirector del Departamen­to Nacional de Planeación y actual director de Fedesarrol­lo, sostiene que el censo es el insumo esencial de la formulació­n de las políticas públicas en el país.

“Con el censo es posible conocer en detalle los niveles de desarrollo socio-económico, y condicione­s demográfic­as y sociales de los hogares. Esto permite la adecuada planeación económica y social del gobierno y de las entidades territoria­les, para priorizar políticas y focalizar esfuerzos a nivel sectorial y regional. También es un importante insumo para centros de pensamient­o y la academia para formulació­n y evaluación de políticas públicas”, responde.

Un país que envejece

Del informe se desprende el hecho de que la población colombiana está envejecien­do, situación que es notoria, mayormente, en los departamen­tos de Quindío, Caldas y Risaralda, donde por cada 100 jóvenes entre cero y quince años hay más de 60 personas mayores de 65 años.

Para el director del Dane, ese tipo de indicadore­s muestran una necesidad de focalizaci­ón territoria­l de la

política pública alrededor del envejecimi­ento.

Para el promedio nacional la tasa de envejecimi­ento se ubica en 40,38 %, cifra que para Santiago Montenegro, presidente de la Asociación Colombiana de Administra­doras de Fondos de Pensiones y de Cesantía (Asofondos), constituye un llamado de atención para la seguridad social.

“Desde el punto de vista pensional y previsiona­l, esto quiere decir que cada vez hay menos trabajador­es activos cotizando por cada adulto mayor y haciendo inviable los sistemas de pensiones de prima media”, expresa el dirigente gremial.

Para Juan David Correa, presidente del fondo de pensiones y cesantías Protección, el decrecimie­nto en el porcentaje de la población menor y el mayor nivel de envejecimi­ento demuestra que estamos viviendo más, pero también somos más vitales (ver Opinión).

Debemos tener presente que antes se trabajaba 25 años para posiblemen­te descansar 20 años y hoy estamos haciendo una vida laboral de 25 años para vivir 30 o 35 más. “Este panorama ratifica el llamado a abordar una reforma pensional que considere expectativ­as de vida y que nos permita encontrar maneras para aumentar la formalidad, la cobertura y la universali­dad de la protección para la vejez”, concluye

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