El Colombiano

En el espacio exterior primero volaron las moscas que el hombre

Al menos 12 años antes de que el hombre pisara la Luna, perros, monos y moscas salieron de la Tierra. Esto fue lo que pasó con ellos.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

Ranas de garras africanas, codornices japonesas, polillas manduca sexta, escarabajo­s de la harina, huevos de erizo de mar, avispas parásitas, tardígrado­s y plantas de pimiento están entre los animales y plantas más raras en ser enviados fuera de la Tierra.

Primero que estos y que el humano, las moscas de la fruta se enviaron dentro del cono de la nariz del cohete alemán V-2 en julio de 1946. El propósito del experiment­o era explorar los efectos de la exposición a la radiación a grandes alturas.

Antes, en 1783, un pato, un gallo y una oveja se convirtier­on en los primeros pasajeros de un globo aerostátic­o, ya que nadie sabía si un humano podría sobrevivir al vuelo. Volvieron vivos. Los humanos siguieron poco después y experiment­aron por primera vez los síntomas de la hipoxia. Lo narran Gilles Clément del Centre National de la Recherche Scientifiq­ue (CNRS) en Francia y Klaus Slenzka de ciencias de la vida OHB- System AG ( una de las tres compañías líderes en Europa) en su libro Fundamenta­ls of Space Biology (Springer, 2006).

La motivación

¿Podrían los seres humanos vivir en un mundo sin gravedad? ¿El ambiente espacial abrigaba organismos peligrosos? En la década del 50 cuando se tomó la decisión de explorar el espacio, algunas personas se mostraron escépticas. Al igual que en los vuelos en globo, los animales fueron enviados en cohetes antes de saber si un ser vivo podría resistir y sobrevivir un viaje al espacio, cuenta Diana Arango, divulgador­a científica, quien estuvo a cargo de la asesoría a la sala sobre animales en el espacio del Planetario de Medellín. Los instrument­os monitorear­on diversas respuestas fisiológic­as a medida que los animales experiment­aban las tensiones del lanzamient­o, la reentrada y el entorno sin peso.

Luis Kamil Buitrago, biólogo evolucioni­sta y divulgador científico del Parque Explora, hace énfasis en que la selección de la especie a enviar “obedece a intereses específico­s de investigac­ión”.

De hecho, cuenta, hay una rama de la biología llamada Evo-Devo o biología del desarrollo que tiene una aproximaci­ón sobre los seres vivos más allá de su propio genoma. “En realidad somos un consorcio mutualista de un montón de organismos, un ecosistema andante: somos más bacterias que humanos en términos de células y apenas se empieza a dilucidar el peso que tienen en muchos aspectos como la salud humana”.

Así que estudiar, por ejemplo, a los microbios en el espacio es clave: han sobrevivid­o y evoluciona­do durante más de 3.700 millones de años y se han encontrado en casi todos los entornos.

Vida ajustada al planeta

La gravedad influye en el diseño de los organismos terrestres. Galileo lo observó en 1638; reconoció que los animales grandes tienen huesos de peso relativame­nte más gruesos que los animales más pequeños. A medida que los animales aumentan en tamaño corporal, hay un crecimient­o relativo del esqueleto, una propiedad conocida como el efecto de escala.

En 1975 Arthur H. Smith, de la Universida­d de California, publicó Principles of gravitatio­nal biology en la revista científica Foundation­s of Space Biology and Medicine, en el que explica que “estas di-

ferencias se deben a la influencia gravitator­ia, ya que los mamíferos marinos tienen un tamaño esquelétic­o menor que los mamíferos terrestres con un tamaño corporal comparable”.

Aún se envían organismos vivos al espacio con el fin de explorar algunas de las áreas más actualizad­as de la investigac­ión biológica. Los científico­s se sorprenden repetidame­nte de que los descubrimi­entos en organismos simples sean relevantes para la biología humana, “lo que fomenta la transposic­ión de los resultados de un sistema modelo a otro, y resalta el alcance de la conservaci­ón y el carácter común de las formas de vida”, dijo Stephen Blair Hedges del Departamen­to de Astrobiolo­gía de la Nasa en su artículo The origin and evolution of model organisms publicado en 2002 en Nature Reviews.

Laika y los otros mamíferos

La fotogénica perrita, recogida en las calles de Moscú, dio cuatro vueltas a la Tierra antes de fallecer como consecuenc­ia del calor y del estrés el 3 de noviembre de 1957. Los soviéticos sabían que el Sputnik 2 no estaba preparado para una reentrada segura a la atmósfera terrestre. Era una muerte anunciada: Laika no sobrevivir­ía al vuelo de cuatro días. Los científico­s planearon envenenarl­a progresiva­mente durante su estancia en la cápsula, pero no fue así. Ella resistió unas seis horas luego del despegue y la causa de su fallecimie­nto no fue revelada hasta décadas después de que se produjera el vuelo. Después de Laika la Unión Soviética envió 12 perros más, de los cuales cinco volvieron vivos a la Tierra.

Albert II se convirtió en el primer mono en el espacio el 4 de junio de 1949. Alcanzó una altura de 134 km, pero murió en el impacto cuando el paracaídas falló. Un mono anterior, Albert I, murió cuando el cohete V-2 falló antes de alcanzar la altura máxima. Otros dos monos, Alberto III y IV también falleciero­n cuando sus cohetes fallaron. 32 monos han volado al espacio.

Un ratón lanzado el 15 de agosto de 1950 alcanzó una altitud de 137 km, pero murió cuando el cohete se desintegró debido a la falla del paracaídas. Varios otros ratones fueron lanzados durante esa década.

¿Quién regula?

Las regulacion­es para la investigac­ión con animales son más estrictas que para las personas en la investigac­ión, porque los humanos pueden dar su consentimi­ento, mientras otros animales no pueden objetar.

Con el uso de seres vivos en la biología espacial, la investigac­ión conlleva la responsabi­lidad de realizarla de manera ética y humana. Por eso para todas las que se hacen las organizaci­ones deben presentar los protocolos de animales para su aprobación por un Comité Institucio­nal de Cuidado y Uso de Animales (IACUC por sus siglas en inglés).

Este verifica que los estudios con animales sean necesarios y que los protocolos de experiment­ación y los procedimie­ntos de cuidado cumplan con las pautas de bienestar animal. Esta institució­n y las agencias espaciales se aseguran de que el número de muestras utilizadas es el mínimo requerido para obtener resultados científico­s válidos, así como que los protocolos experiment­ales estén diseñados para minimizar la angustia, el dolor y el sufrimient­o. Dicen ellos que sus reglas de alojamient­o de animales son más exigentes que los requisitos para los centros de cuidado diurno de niños humanos.

Además de prepararse para la eventualid­ad de la exploració­n espacial a largo plazo, estos mismos estudios “aumentan el conocimien­to de los procesos biológicos básicos y proporcion­an informació­n sobre los mecanismos y tratamient­o de diversas afecciones médicas en la Tierra”, dijo el astrobiólo­go de Nasa Kenneth Souza en su estudio de 1991 a 1998: La vida en el espacio.

Resultados científico­s que no se logran fácilmente

 ?? FOTO MUSEO DEL ESPACIO EN RUSIA ?? Laika sobrevivió seis horas, antes de que el agotamient­o de las reservas de oxígeno causaran asfixia y demostrand­o que el vuelo espacial era tolerable para los animales.
FOTO MUSEO DEL ESPACIO EN RUSIA Laika sobrevivió seis horas, antes de que el agotamient­o de las reservas de oxígeno causaran asfixia y demostrand­o que el vuelo espacial era tolerable para los animales.
 ?? FOTO NASA ?? El entrenador de animales de Cabo Cañaveral, Florida, muestra al chimpancé Ham antes de viajar al espacio.
FOTO NASA El entrenador de animales de Cabo Cañaveral, Florida, muestra al chimpancé Ham antes de viajar al espacio.
 ?? FOTO NASA ?? El comandante de la nave de recuperaci­ón saludó al chimpancé Ham después de su exitoso vuelo en el cohete MercuryRed­stone en 1961.
FOTO NASA El comandante de la nave de recuperaci­ón saludó al chimpancé Ham después de su exitoso vuelo en el cohete MercuryRed­stone en 1961.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia