LA OEA, LA ONU Y LA CRISIS DE VENEZUELA
A cualquier demócrata decente lo debe haber contrariado, indignado y sorprendido el retiro de Uruguay de la Asamblea de la OEA en Medellín, que invocó razones de “deterioro institucional” del organismo, al querer desconocer como presidente de Venezuela a Nicolás Maduro. Su vicecanciller Ariel Bergamino, antes que promover una discusión a fondo sobre si la Organización debía o no aceptar a delegados del presidente interino Juan Guaidó, con base en los mandatos fundacionales de la OEA y el espíritu de velar por la democracia continental y contra las dictaduras, cargó a favor de un régimen al que sostiene la manu militari con la que obliga y somete a sus ciudadanos a condiciones oprobiosas.
El informe de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, lo acaba de corroborar: 3,7 millones de venezolanos están desnutridos, 1.557 personas murieron de noviembre de 2018 a mayo de 2019 por falta de insumos médicos, desde 2014 a mayo pasado van 5.045 detenciones por motivos políticos.
Hay torturas y ejecuciones extrajudiciales. Los indígenas son reprimidos brutalmente por las Fuerzas Armadas al resistir el ingreso de multinacionales rusas, chinas e iraníes, que por supuesto le devuelven el favor de la protección y el respaldo al gobierno Maduro.
Uruguay, Nicaragua, México y Bolivia, entre otros, prefieren protestar porque la OEA recibe a delegados de Guaidó, en detrimento de la legitimidad del régimen enquistado en Caracas y Miraflores, y que provoca una emergencia humanitaria sin precedentes en la América Latina del presente milenio.
Miles de seres humanos envueltos en hollín por las carreteras colombianas buscando transporte, comida, refugio. Con niños famélicos de brazos y maletas y zapatos raídos. ¿A dónde mira Uruguay ante esta crisis? Se comporta leguleya e indolente. Formalista y solapada. ¿Cuál consenso y cuál despolarización de la OEA reclama? Acaso no se entera de que es unánime el fracaso del chavismo como un proyecto sociopolítico que, ante su debacle, optó por corromper toda la institucionalidad, anular las libertades y fulminar cualquier vestigio del legado de Bolívar —si es que lo hubo—.
¿Qué hace Uruguay queriendo reclamar reconocimiento y respeto a un gobierno que ha instrumentalizado los restos de sus programas sociales para discriminar a quienes le simpatizan y a quienes le critican, y que ejerce control social lanzando migajas o negándolas?
La discusión sobre Venezuela, en el Sistema Interamericano, debe ser sobre las libertades políticas y los derechos humanos pisoteados por un régimen al que ya no le cabe más ilegitimidad en la práctica y los resultados, y que hizo trizas los deberes constitucionales con su pueblo
¿Qué reconocimiento reclama Uruguay para un régimen que despedazó a Venezuela?