Investigar, el reto al que se apuntan los colegios
A la par del crecimiento de la investigación escolar llegan los desafíos para maestros y alumnos.
Si usted ya pasó por el colegio, seguro en algún año participó en un proyecto de la feria de la ciencia o en un semillero de su institución educativa, quizá llevó su trabajo a mostrarlo fuera.
La investigación escolar ha existido desde hace mucho en estas instituciones, y cada vez enfrenta nuevos retos. “Cuando se habla de este tema se piensa en los contextos universitarios”, explica Ana Brizet Ramírez Cabanzo, doctora en Educación y especialista en el tema, quien añade que en Colombia se están fortaleciendo cada vez más este tipo de experiencias formativas y existen una cantidad de semilleros con niños y adolescentes, comunidades múltiples y diversas”.
Paola Trujillo, directora de Educación y Desarrollo Escolar del Parque Explora, cuenta cómo en los últimos años, de los 12 que ya lleva la Feria CT+I en la que los estudiantes llegan con sus proyectos, es notorio un aumento en la participación. “Se ha ido incrementando la investigación escolar desde el punto de vista del rol del maestro y de cómo podemos dar respuesta a las problemáticas y necesidades del estudiante. Eso ayuda a darle otra dirección al aprendizaje, que tenga sentido, que sea de una forma disruptiva, los jóvenes empiezan a encontrar en su búsqueda cómo dar respuesta o cómo pueden integrarlas en sus proyectos”.
Dentro del aula
Al hablar del tema hoy se vislumbran dos grandes niveles: el investigar en el aula y el maestro que trabaja sobre su propia práctica.
“Dentro del salón de clases se fomenta que los estudiantes aprendan desde otro lugar, asuman posturas teóricas y metodológicas y generen propuestas de intervención para transformar realidades”, explica Ramírez.
En el país se propician escenarios para que los niños y jóvenes con sus familias hagan estos procesos. “Puede que no se llamen así, sino iniciativas, proyectos o experiencias de aula. De hecho en Bogotá, Medellín y otras ciudades se ven estudios maravillosos de maestros inquietos que favorecen escenarios de investigación formativa en el aula”, añade ella.
¿Y si hay tantas, por qué no se conocen? Ramírez responde que muchos de los maestros no escriben sus experiencias, “no las cuentan, no las socializan y por ende no las sistematizan, y no porque no tengan nada que contar, al contrario, porque falta un empujón para dar cuenta de la valía, de la riqueza y potencial pedagógico formativo de sus experiencias”.
Una de las propuestas de las redes nacionales que trabajan esta idea de estudio es que se piense esta área como parte constitutiva y estructural de los proyectos pedagógicos dentro del salón de clases.
Gustavo Gallego, vicerrector del Inem José Félix de Restrepo, explica que este tema ha estado inmerso en el proceso de formación, pero que obtuvo un empujón cuando las especialidades en el bachillerato ingresaron a los convenios con las universidades, “por ejemplo nosotros cuando comenzamos a trabajar con entidades de formación terciaria como el Politécnico, el Sena, La Universidad María Cano o el Cesde, recibimos la exigencia de que los estudiantes tuvieran formación en investigación y por eso hace parte del currículo”.
No siempre pasa
No todas las instituciones incluyen este tema en su plan de estudios, “no podemos desconocer que el currículo está cimentado en una fragmentación de saberes, disciplinas, tiempo y espacio y los procesos de investigación rompen ese tipo de lógicas”, detalla Ramírez.
A pesar de ello, los proyectos existen y aunque estén al margen de un esquema institucional permiten descubrir otra manera de hacer escuela. “Eso empieza a potenciar e identificar otro tipo de cultura escolar y encontramos como se consolidan proyectos que empiezan a mostrar los vínculos con otros saberes y la interdisciplinariedad va tomando vida”.
La especialista considera que es necesario que el currículo se torne más flexible y dinámico, lo bueno, según ella, es que este proceso plantea reflexiones con relación a la enseñanza y la evaluación ya que esta era “nos exige más que pensemos críticamente, pero ¿cómo hacerlo?, a través de los procesos de investigación”, concluye.
“Hay una consolidación de redes de maestros en todo el país que hacen investigación en la escuela.”. ANA BRIZET RAMÍREZ CABANZO Coordinadora Red Chisua
Los profesores y su plan
Otra faceta es la que los maestros aplican en su manera de enseñar, “y esto –anota la especialista Ramírez– nos permite pensar al docente no como un alguien que profesa dogmas, disciplinas, contenidos y saberes disciplinares sino como aquel que tiene que ver con la artesanía de la formación humana en la educación”.
Un ejemplo de ello es el profesor Iván Darío Martí
nez, docente de básica secundaria en ciencias sociales en el Inem José Félix de Restrepo. Su trabajo investigativo se ha enfocado en la enseñanza de las sociales con la música y su experiencia la compartió en el pasado Encuentro de Investigación Escolar que se realizó en Medellín a comienzos del mes de Junio organizado por la red RIE (ver recuadro).
“Todo surgió de la necesidad de buscar alternativas de enseñanza diversas en el aula de clase, sobre todo en las sociales”. Martínez tiene un fuerte vínculo con la música y eso generó este proyecto que consistió en usar canciones para que aprender sobre geografía e historia contribuyera a mejorar los procesos de los estudiantes. “Son otras
posibilidades y herramientas dentro del aula”.
Ramírez precisa que el maestro ha de pensarse desde un sujeto que se empodera, un viajero intelectual que permita el reconocimiento del otro .
Ese rol de profesor investigador trae para los pedagogos múltiples desafíos, entre los que se encuentran el manejo de las emociones. Marisol Lo
pera Pérez, docente de la institución educativa San José Obrero en San Antonio de Prado, de la Universidad de Antioquia y del programa Ondas, también estuvo en el encuentro y habló de ese punto vital en el trabajo de los educadores. “Es un asunto muy abierto que hay que estudiarlo y trabajarlo. Es normal que cuando se está al frente de un proceso de investigación en la escuela se sientan emociones como frustración”.
Lopera asegura que cada profesor va encontrando un camino, pero que se hace necesario visibilizar las emociones que se convierten en obstáculo. “Entenderlas en los docentes y jóvenes puede potenciar el procedimiento, no solo tiene que ver con ellas sino también con una estructura lógica de pensamiento, hay que acercar a los estudiantes y no ver el investigar como un ejercicio de algunas elites académicas o de posgrado sino como una forma de pensamiento en la que se construye el conocimiento del mundo”.
Los recursos cuentan
Una de las falencias que encuentran los procesos investigativos escolares está permeada en la adquisición de dinero.
“No todas las Secretarias de Educación del país disponen de presupuestos para que en los colegios se avance en estos programas, muchos de los maestros que trabajamos en esto lo hacemos a título personal, sin embargo buscamos recursos por otros medios, convocatorias y alianzas, no para que nos den dinero, sí para que nos provean de materiales didácticos o insumos”, anota Ramírez, quien confirma que a nivel nacional hay instituciones que promueven convocatorias, “y ahí las condiciones son diferentes, participamos, podemos armar ponencias y crear redes y comunidades de aprendizaje. No nos quedamos en las dificultades, pero necesitamos condiciones óptimas para desarrollar los procesos”.
Concluyen los especialistas que hoy se vive un momento fundamental para poder apostarle a una transformación educativa en la que la investigación sea aún más protagonista y esto no va solo enfocado a la ciencia o la tecnología, además en competencias ciudadanas, habilidades comunicativas y hasta el trabajo con las necesidades del entorno.
Con la investigación —dice Ramírez– se genera pensamiento crítico, se reconoce la realidad del país y hay un empoderamiento frente a la capacidad de transformación social. El camino está servido