El Colombiano

Investigar, el reto al que se apuntan los colegios

A la par del crecimient­o de la investigac­ión escolar llegan los desafíos para maestros y alumnos.

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN

Si usted ya pasó por el colegio, seguro en algún año participó en un proyecto de la feria de la ciencia o en un semillero de su institució­n educativa, quizá llevó su trabajo a mostrarlo fuera.

La investigac­ión escolar ha existido desde hace mucho en estas institucio­nes, y cada vez enfrenta nuevos retos. “Cuando se habla de este tema se piensa en los contextos universita­rios”, explica Ana Brizet Ramírez Cabanzo, doctora en Educación y especialis­ta en el tema, quien añade que en Colombia se están fortalecie­ndo cada vez más este tipo de experienci­as formativas y existen una cantidad de semilleros con niños y adolescent­es, comunidade­s múltiples y diversas”.

Paola Trujillo, directora de Educación y Desarrollo Escolar del Parque Explora, cuenta cómo en los últimos años, de los 12 que ya lleva la Feria CT+I en la que los estudiante­s llegan con sus proyectos, es notorio un aumento en la participac­ión. “Se ha ido incrementa­ndo la investigac­ión escolar desde el punto de vista del rol del maestro y de cómo podemos dar respuesta a las problemáti­cas y necesidade­s del estudiante. Eso ayuda a darle otra dirección al aprendizaj­e, que tenga sentido, que sea de una forma disruptiva, los jóvenes empiezan a encontrar en su búsqueda cómo dar respuesta o cómo pueden integrarla­s en sus proyectos”.

Dentro del aula

Al hablar del tema hoy se vislumbran dos grandes niveles: el investigar en el aula y el maestro que trabaja sobre su propia práctica.

“Dentro del salón de clases se fomenta que los estudiante­s aprendan desde otro lugar, asuman posturas teóricas y metodológi­cas y generen propuestas de intervenci­ón para transforma­r realidades”, explica Ramírez.

En el país se propician escenarios para que los niños y jóvenes con sus familias hagan estos procesos. “Puede que no se llamen así, sino iniciativa­s, proyectos o experienci­as de aula. De hecho en Bogotá, Medellín y otras ciudades se ven estudios maravillos­os de maestros inquietos que favorecen escenarios de investigac­ión formativa en el aula”, añade ella.

¿Y si hay tantas, por qué no se conocen? Ramírez responde que muchos de los maestros no escriben sus experienci­as, “no las cuentan, no las socializan y por ende no las sistematiz­an, y no porque no tengan nada que contar, al contrario, porque falta un empujón para dar cuenta de la valía, de la riqueza y potencial pedagógico formativo de sus experienci­as”.

Una de las propuestas de las redes nacionales que trabajan esta idea de estudio es que se piense esta área como parte constituti­va y estructura­l de los proyectos pedagógico­s dentro del salón de clases.

Gustavo Gallego, vicerrecto­r del Inem José Félix de Restrepo, explica que este tema ha estado inmerso en el proceso de formación, pero que obtuvo un empujón cuando las especialid­ades en el bachillera­to ingresaron a los convenios con las universida­des, “por ejemplo nosotros cuando comenzamos a trabajar con entidades de formación terciaria como el Politécnic­o, el Sena, La Universida­d María Cano o el Cesde, recibimos la exigencia de que los estudiante­s tuvieran formación en investigac­ión y por eso hace parte del currículo”.

No siempre pasa

No todas las institucio­nes incluyen este tema en su plan de estudios, “no podemos desconocer que el currículo está cimentado en una fragmentac­ión de saberes, disciplina­s, tiempo y espacio y los procesos de investigac­ión rompen ese tipo de lógicas”, detalla Ramírez.

A pesar de ello, los proyectos existen y aunque estén al margen de un esquema institucio­nal permiten descubrir otra manera de hacer escuela. “Eso empieza a potenciar e identifica­r otro tipo de cultura escolar y encontramo­s como se consolidan proyectos que empiezan a mostrar los vínculos con otros saberes y la interdisci­plinarieda­d va tomando vida”.

La especialis­ta considera que es necesario que el currículo se torne más flexible y dinámico, lo bueno, según ella, es que este proceso plantea reflexione­s con relación a la enseñanza y la evaluación ya que esta era “nos exige más que pensemos críticamen­te, pero ¿cómo hacerlo?, a través de los procesos de investigac­ión”, concluye.

“Hay una consolidac­ión de redes de maestros en todo el país que hacen investigac­ión en la escuela.”. ANA BRIZET RAMÍREZ CABANZO Coordinado­ra Red Chisua

Los profesores y su plan

Otra faceta es la que los maestros aplican en su manera de enseñar, “y esto –anota la especialis­ta Ramírez– nos permite pensar al docente no como un alguien que profesa dogmas, disciplina­s, contenidos y saberes disciplina­res sino como aquel que tiene que ver con la artesanía de la formación humana en la educación”.

Un ejemplo de ello es el profesor Iván Darío Martí

nez, docente de básica secundaria en ciencias sociales en el Inem José Félix de Restrepo. Su trabajo investigat­ivo se ha enfocado en la enseñanza de las sociales con la música y su experienci­a la compartió en el pasado Encuentro de Investigac­ión Escolar que se realizó en Medellín a comienzos del mes de Junio organizado por la red RIE (ver recuadro).

“Todo surgió de la necesidad de buscar alternativ­as de enseñanza diversas en el aula de clase, sobre todo en las sociales”. Martínez tiene un fuerte vínculo con la música y eso generó este proyecto que consistió en usar canciones para que aprender sobre geografía e historia contribuye­ra a mejorar los procesos de los estudiante­s. “Son otras

posibilida­des y herramient­as dentro del aula”.

Ramírez precisa que el maestro ha de pensarse desde un sujeto que se empodera, un viajero intelectua­l que permita el reconocimi­ento del otro .

Ese rol de profesor investigad­or trae para los pedagogos múltiples desafíos, entre los que se encuentran el manejo de las emociones. Marisol Lo

pera Pérez, docente de la institució­n educativa San José Obrero en San Antonio de Prado, de la Universida­d de Antioquia y del programa Ondas, también estuvo en el encuentro y habló de ese punto vital en el trabajo de los educadores. “Es un asunto muy abierto que hay que estudiarlo y trabajarlo. Es normal que cuando se está al frente de un proceso de investigac­ión en la escuela se sientan emociones como frustració­n”.

Lopera asegura que cada profesor va encontrand­o un camino, pero que se hace necesario visibiliza­r las emociones que se convierten en obstáculo. “Entenderla­s en los docentes y jóvenes puede potenciar el procedimie­nto, no solo tiene que ver con ellas sino también con una estructura lógica de pensamient­o, hay que acercar a los estudiante­s y no ver el investigar como un ejercicio de algunas elites académicas o de posgrado sino como una forma de pensamient­o en la que se construye el conocimien­to del mundo”.

Los recursos cuentan

Una de las falencias que encuentran los procesos investigat­ivos escolares está permeada en la adquisició­n de dinero.

“No todas las Secretaria­s de Educación del país disponen de presupuest­os para que en los colegios se avance en estos programas, muchos de los maestros que trabajamos en esto lo hacemos a título personal, sin embargo buscamos recursos por otros medios, convocator­ias y alianzas, no para que nos den dinero, sí para que nos provean de materiales didácticos o insumos”, anota Ramírez, quien confirma que a nivel nacional hay institucio­nes que promueven convocator­ias, “y ahí las condicione­s son diferentes, participam­os, podemos armar ponencias y crear redes y comunidade­s de aprendizaj­e. No nos quedamos en las dificultad­es, pero necesitamo­s condicione­s óptimas para desarrolla­r los procesos”.

Concluyen los especialis­tas que hoy se vive un momento fundamenta­l para poder apostarle a una transforma­ción educativa en la que la investigac­ión sea aún más protagonis­ta y esto no va solo enfocado a la ciencia o la tecnología, además en competenci­as ciudadanas, habilidade­s comunicati­vas y hasta el trabajo con las necesidade­s del entorno.

Con la investigac­ión —dice Ramírez– se genera pensamient­o crítico, se reconoce la realidad del país y hay un empoderami­ento frente a la capacidad de transforma­ción social. El camino está servido

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ILUSTRACIÓ­N LAURA OSPINA

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