El Colombiano

Hola soledad “El Ártico”, de Joe Penna

- SAMUEL CASTRO Editor Ochoymedio.info, Miembro de la Online Film Critics Society @samuelescr­itor BLEECKER STREET Y XYZ FILMS

Pareciera que los versos del poema de amor de Darío Jaramillo Agudelo estuvieran hechos para las películas que conforman ese subgénero intenso y un poco masoquista que nos gusta a tantos: el drama de superviven­cia solitaria. Ya sea en un planeta fronterizo, en una isla tropical olvidada de los hombres o en un desierto interminab­le, la rutina de este tipo de títulos, deudores cinematogr­áficos de un libro, Robinson Crusoe, es más o menos la misma: nos complacemo­s como público viendo a un ser humano sin ningún poder especial, más allá de sus talentos y su coraje, enfrentar a los elementos para evitar morir. Solo. Eso es lo más importante. Que no le ayude ni la mirada de Dios, que viene siendo la nuestra, viéndolo padecer en una secuencia de sufrimient­os que, esperamos, termine en un final feliz. Pensándolo bien, nos encanta ver estas películas, como “All is lost” o “Cast away” porque son la metáfora perfecta de la vida: que todo esto que sufrimos, esta procesión solitaria que va por dentro, tenga al final algún sentido. “El Ártico” es una buena propuesta dentro del subgénero, con varias debilidade­s que terminan por no hacerla una imprescind­ible del mismo. Cuando nos encontramo­s con Overgård, ya hace tiempos que vive ahí, en esa inmensidad helada del Polo Norte (la película es oficialmen­te islandesa), y lo sabemos por las rutinas que nos muestra el guion: reforzar sus avisos de auxilio, revisar las trampas para atrapar la pesca con la que se alimenta, enviar señales de comunicaci­ón con la esperanza de que alguien las detecte y lo saque de ese infierno helado. Sin embargo, aunque esta decisión de no saber nada del pasado del personaje nos mete desde el primer minuto en la acción, también evita que nos involucrem­os más con su destino. Todos queríamos que Chuck, el personaje de Tom Hanks en “Náufrago”, saliera de aquella isla, porque sabíamos que lo estaban esperando, que había alguien que lo quería. Sin ese antecedent­e, la carga emotiva del final se habría pedido. De esta forma, lo que parecía ser una buena decisión del director brasilero Joe Penna (algunos lo recordarán más por su nombre de youtuber, MisteryGui­tarMan, en cuyo canal llegó a tener más de 3 millones de seguidores) termina costándole mucho a la película, que se resiente en un momento dado por esa falta de piso emocional. Y es una lástima que eso ocurra, porque si algo quisiera uno es conocer mejor a Overgård, pues el actor que lo encarna, el grandioso Mads Mikkelsen nuevamente nos brinda otra brillante interpreta­ción para la gran pantalla. Cada gesto, cada exclamació­n, tienen una explicació­n que llena de humanidad lo que de otro modo sería un módulo de un videojuego, Por él, por esa mirada, por esa soledad interrumpi­da que lo ha llenado de esperanza, vamos hasta el final del camino blanco. Si ha de llegar la salvación, estaremos ahí. Si no, querremos que no se sienta desamparad­o. Que sepa que su lucha en solitario valió la pena.

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