Hola soledad “El Ártico”, de Joe Penna
Pareciera que los versos del poema de amor de Darío Jaramillo Agudelo estuvieran hechos para las películas que conforman ese subgénero intenso y un poco masoquista que nos gusta a tantos: el drama de supervivencia solitaria. Ya sea en un planeta fronterizo, en una isla tropical olvidada de los hombres o en un desierto interminable, la rutina de este tipo de títulos, deudores cinematográficos de un libro, Robinson Crusoe, es más o menos la misma: nos complacemos como público viendo a un ser humano sin ningún poder especial, más allá de sus talentos y su coraje, enfrentar a los elementos para evitar morir. Solo. Eso es lo más importante. Que no le ayude ni la mirada de Dios, que viene siendo la nuestra, viéndolo padecer en una secuencia de sufrimientos que, esperamos, termine en un final feliz. Pensándolo bien, nos encanta ver estas películas, como “All is lost” o “Cast away” porque son la metáfora perfecta de la vida: que todo esto que sufrimos, esta procesión solitaria que va por dentro, tenga al final algún sentido. “El Ártico” es una buena propuesta dentro del subgénero, con varias debilidades que terminan por no hacerla una imprescindible del mismo. Cuando nos encontramos con Overgård, ya hace tiempos que vive ahí, en esa inmensidad helada del Polo Norte (la película es oficialmente islandesa), y lo sabemos por las rutinas que nos muestra el guion: reforzar sus avisos de auxilio, revisar las trampas para atrapar la pesca con la que se alimenta, enviar señales de comunicación con la esperanza de que alguien las detecte y lo saque de ese infierno helado. Sin embargo, aunque esta decisión de no saber nada del pasado del personaje nos mete desde el primer minuto en la acción, también evita que nos involucremos más con su destino. Todos queríamos que Chuck, el personaje de Tom Hanks en “Náufrago”, saliera de aquella isla, porque sabíamos que lo estaban esperando, que había alguien que lo quería. Sin ese antecedente, la carga emotiva del final se habría pedido. De esta forma, lo que parecía ser una buena decisión del director brasilero Joe Penna (algunos lo recordarán más por su nombre de youtuber, MisteryGuitarMan, en cuyo canal llegó a tener más de 3 millones de seguidores) termina costándole mucho a la película, que se resiente en un momento dado por esa falta de piso emocional. Y es una lástima que eso ocurra, porque si algo quisiera uno es conocer mejor a Overgård, pues el actor que lo encarna, el grandioso Mads Mikkelsen nuevamente nos brinda otra brillante interpretación para la gran pantalla. Cada gesto, cada exclamación, tienen una explicación que llena de humanidad lo que de otro modo sería un módulo de un videojuego, Por él, por esa mirada, por esa soledad interrumpida que lo ha llenado de esperanza, vamos hasta el final del camino blanco. Si ha de llegar la salvación, estaremos ahí. Si no, querremos que no se sienta desamparado. Que sepa que su lucha en solitario valió la pena.