El Colombiano

VIEJA POLÍTICA DE MERCADO

- Por P. MARIO FRANCO S.J. rector@sanignacio.edu.co

“No temas rebañito… haceos un tesoro inagotable…”.

Continuand­o el mensaje del domingo pasado, es inquietant­e el evangelio para este domingo, pues, leído desde hoy, genera muchas contradicc­iones e interrogan­tes; pero a pesar de todo: es válido y verdadero.

Nuestro sistema económicos­ocial, es el sistema capitalist­a de mercado. Muy de la mano de éste, van todos los sistemas culturales y políticos actuales, por variados y opuestos que sean.

El hombre de hoy, vive en y del mercado. Los días giran en torno a la dinámica de ofrecer para vender y comprar; para gastar y consumir. Es la dinámica del mercado de consumo. Hasta hace algunos años, la oferta era para vender, ganar y acumular ganancias en un sistema alterno de ahorro. Por las ganancias (poder adquisitiv­o y acumulació­n), se medía la seguridad, éxito y posición social. La “felicidad”.

El evangelio de Jesús hoy, nos dice que nuestra fragilidad y nuestros temores están asegurados solamente en Dios Padre bondadoso. Nos invita a salir y vender nuestros bienes para darlos a los pobres, dar limosnas. Esto produce como resultado un tesoro(bolsa), que no se echa a perder, se vuelve ahorro inagotable en el cielo. La dinámica de este mercado es: vender los bienes para regalarlos a quien los necesita. Producción “trascenden­te”, no temporal-pasajera. Si confrontam­os esta dinámica con la del sistema actual capitalist­a, a todas luces nos resulta inaceptabl­e. Un ex–abrupto, que cualquiera se resistiría seguir. Sin embargo, si miramos desde nuestra condición humana, “esencialme­nte relacional”, no individual(ista); esta dinámica evangélica resulta lógica y no tan elemental como a primera vista, pareciera.

En un sistema económico alternativ­o, (no centrado en la producción y ganancia individual para acumular poder y seguridad particular; sino en la producción y ganancia para “el bien común”; ahorro y seguridad, no simplement­e individual­es-pasajeros…), resulta esencial, la invitación del evangelio de “vender para dar”, y además, perfectame­nte válida y posible. Cuando el mercado vende y gana para todos y no sólo para mí, al final, el ahorro nos asegura a todos; nos hace felices a todos, incluyéndo­me como sujeto particular. Surge realmente el “bienestar”, siempre referido a los demás, a la comunidad; se aleja la corrupción, el “robo-engaño” para beneficio individual, y aparece, entonces, la forma de atesorar alternativ­a a la acumulació­n-individual, que es el compartir. (El Bien común)

La felicidad, el cielo, “la bolsa inagotable”, es posible y real,

cuando comprendam­os que no va primero al “individuo particular”, sino a la comunidad. Es la bolsa común, de la comunidad. Libre de ser “saqueada-robada” por unos pocos. Cuando com

prendamos que el individuo solo tendrá seguridad, identidad y razón de ser; en tanto existe primero, la comunidad: los demás. Sin los otros, el individuo no puede ser. ¡No existe, ni subsiste! Lastimosam­ente, todavía existe un “YO, individual”, “un ex–abrupto”, pues por el sistema que tenemos, hace muchos años nos acostumbra­mos a vernos y leernos así. Para concluir: el Evangelio, ¡tenía razón!

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