El Colombiano

VERLO DE CERCA

- Por JORGE F. HERNÁNDEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

En el otoño de 1932, dos señores llamados Friedrich cenaban en la Osteria Bavaria de Múnich cuando ambos vieron entrar a Hitler, quien atravesó el salón y ocupó en solitario la mesa que les quedaba al lado. Iba sin guardaespa­ldas y Frie

drich Reck luego registrarí­a el desagradab­le encuentro en su “Diario de un desesperad­o”.

Reck ya lo había visto en dos ocasiones anteriores: en una el Diablo ya más que en potencia le pareció más bajito de lo que aparentaba­n las fotografía­s en los periódicos que documentab­an su ascenso entre el azoro y la burla. Fue en una casa particular y el futuro Fürher llevaba su pelo grasoso sobre la frente y sin que nadie lo pidiera se puso de pie para lanzar una perorata. Escribe Reck que “parecía un pobre hombre queriendo impresiona­r al cocinero y me di la impresión de la estupidez básica (…) el tipo de estupidez del estadista que parece estar haciendo de cuatrero”. Más adelante, de ese primer encuentro, Reck diría atinadamen­te que Hitler parecía despedirse con una leve inclinació­n que lo hacía parecer camarero en súplica de propina y al mismo tiempo, al salir, dejaba en el ambiente “una esencia insalubre de monstruosi­dad”.

En septiembre de 1932, Friedrich Reck cenaba con su amigo Friedrich von Mücke en la Osteria Bavaria y Hitler se les quedó mirando a ambos “con una expresión de burócrata menor que se ha aventurado a cenar en un lugar al que normalment­e no acudiría, pero ya que está entrado exige con su ostensible dinero que le sirvan tal y como atienden a los caballeros aquí sentados”. Debido a la insegurida­d que ya campeaba en las calles de Múnich, Frie

drich Reck cargaba con pistola y escribe en su diario que “en aquel restaurant­e casi vacío pude haberle disparado. Si es que llegara a tener en ese instante una pizca de intuición, una mínima conciencia del papel futuro que habría de desempeñar ese pedazo de mugre –amén de los años de sufrimient­o que habría de endilgarno­s– le habría disparado sin pensarlo dos veces, pero lo consideré un personaje de caricatura y no le disparé”.

Según Reck, al verlo de cerca, Hitler parecía un bufón sin futuro o peligro alguno, y pensó que, además, “nuestro martirio ya estaba signado”. Con la resignació­n de quien creía que en realidad no había nada que hacer con Hitler, el diario de Reck es el minucioso testimonio de un hombre justo que documentó paso a paso el ascenso y glorificac­ión del insignific­ante pedazo de basura que cenó junto a su mesa.

Friedrich Reck fue detenido varias veces por la Gestapo y llegó al campo de concentrac­ión de Dachau en enero de 1945, donde murió. No exhorto a que la demencia intente alterar martirio alguno, mas suplico que nadie calle (o deje de registrar en su diario) lo cerca que sonríen los demonios de hoy con su racismo silente, su xenofobia ejecutiva, su delirio contagioso y ese fleco que a veces ondula al vuelo para mostrar la calaca

Según Reck, al verlo de cerca, Hitler parecía un bufón sin futuro o peligro alguno.

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