El Colombiano

Intercambi­o de reinas, de Marc Dugai

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Hace poco escribí sobre Las dos reinas ( Josie Rourke), una cinta acerca del conflicto entre la Reina Elizabeth I y su prima Mary de Escocia. Lo proponía como un filme igual a casi todos sobre las monarquías europeas, pero con la novedad de querer abordar la trama y sus personajes desde el empoderami­ento femenino, que es una de las agendas ideológica­s del cine actual. Pero en Intercambi­o de rei

nas, a pesar de tener los mismos componente­s, la posición de la mujer vuelve a ser menos que adversa y el relato lo enfatiza con toda contundenc­ia. Basada en Cambio de princesas , una novela de Chantal Thomas, la historia da cuenta de un matrimonio doble entre herederos al trono de Francia y España en el siglo XVIII, cuando el hijo de Felipe V, Luis I de España, de 15 años, se casó con la francesa Luisa Isabel de Orleans, de 12; y Luis XV de Francia, de 11, con la infanta española Mariana Victoria de

Borbón, de 4 años. Esto básicament­e es trata de niños, pero como era un asunto de poder, además naturaliza­do por siglos, nadie lo cuestionab­a ni lo veía de la mala manera que ahora lo podemos ver. La ralea real nacía y fue siempre educada para eso, para dar continuida­d a una estirpe que preservara el poder. Parecían privilegia­dos a los ojos de todos, pero en realidad, como queda claramente constatado en esta película, como individuos eran prisionero­s de un sistema. Simplement­e resultaban siendo piezas de intercambi­o entre las casas reales – que se podían devolver si estaban defectuosa­s – en función solo de los intereses de la corona, suprimiend­o cualquier albedrío de la persona, más aún si se trataba de niños, como en este caso. Desde la perspectiv­a actual, llanamente se trata de una severa opresión a estos niños, quienes no tenían voz y eran instruidos en unas buenas maneras que los constreñía a ocultar sus emociones. Por eso esta es una película tremendame­nte triste, porque no solo da cuenta de la consabida soledad y frialdad del poder, sino que eso se potencia al tratarse de niños. Sobre todo parte el corazón ver a la infanta soportar incólume la impositiva situación y los desplantes y comentario­s de su imberbe esposo. No es de extrañar que de estas circunstan­cias surgieran los tiranos del futuro. La película, además, sabe ofrecer las diversas variantes de esta condición desde sus cuatro protagonis­tas. Mientras las dos niñas son la doble cara de la rebeldía y la sumisión frente a ese estado de cosas, los dos jóvenes representa­n la inteligenc­ia y la torpeza de esos regentes que definirán el destino de toda una nación por el simple derecho de cuna. Por eso se trata de una película reveladora de un novedoso sentido, que muy escasament­e se puede vislumbrar en esos reiterativ­os y cansados filmes de cortes, palacios y monarcas. Si Las dos

reinas introducía desde la perspectiv­a histórica el empoderami­ento femenino,

Intercambi­o de reinas nos da una casi inédita visión del, muchas veces, tortuoso papel que la infancia jugaba en estos malabares del poder.

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FOTO SURTSEY FILMS. Dos princesas deben asumir el rol crucial de unir pueblos. A pesar de que apenas son niñas, la responsabi­lidad cae sobre sus hombros.
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OSWALDO OSORIO Crítico de cine

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