El camino de la vida de Marina Martínez Villa
Un recuerdo que hicieron los sobrinos de doña Marina, quien falleció la semana pasada en Medellín, a los 100 años.
Cada sobrino recuerda a Marina desde que nació. La recordamos trabajando en el Banco de la República y pendiente de su mamá, Emiliana. Vivían en un pequeño apartamento enseguida de su hermana mayor, Bertha, en la casa de Prado. Recordamos también que había renunciado recientemente a Coltejer y tenía muchas bellas anécdotas de esa, la primera empresa que le había dado empleo en Medellín.
Era una joven bonita que venía de su ciudad natal: Santa Fe de Antioquia. Donde había sido una excelente estudiante, al lado de sus nueve hermanos. Ella fue la antepenúltima en llegar a este mundo.
Del banco nos traía billeticos nuevos, la delicia de sus sobrinos. Era una duda constante si gastarlos o guardarlos. Al banco iba en un pequeño Ford Taunus. Poco
duró esa dicha porque era nerviosa y el carro no le subía la loma de Palacé. Claro que ella le echaba la culpa a su hermana Paulina, un poco pasada de peso, quien tenía que bajarse y seguir a pie.
Marina no se casó y se dedicó a ser una buena tía. Hasta alcahueta en muchos casos. No tuvo hijos, pero sí muchos sobrinos, sobrinos nietos y sobrinos bisnietos que la contemplaron en su vejez, retribuyéndole lo que hizo por sus papás y abuelos.
De memoria prodigiosa nos recitaba poemas y cantaba arias de ópera. ¡Cómo olvidar El barbero de Sevilla y Lucía de Lammermoor!
Ella fue la memoria para que hoy, quienes le sobrevivimos, sepamos muchas cosas de la familia, de Santa Fe de Antioquia, de Medellín y del mundo. Tenemos fotos y grabaciones de anécdotas y poemas.
Marina cumplió cien años el 30 de noviembre pasado. Hubo una gran celebración. Casi 150 familiares de todas las edades se los celebramos con cantos que ella nos enseñó y que interpretaba a capella con sus nueve hermanos. Tenía un oído prodigioso. Tocaba lira y nunca dejó de cantar.
Hoy desde el Cielo debe haber entrado al coro de los suyos y, desde Allá, nos canta para decirnos que nunca nos olvidará y que será una estrella luminosa, un ángel guardián para los que seguimos en el sendero de la vida