“Se está llegando a la etapa final para adjudicar las obras de un proyecto largamente esperado, sometido a toda clase de obstáculos. La promesa es que, en 2025, la capital verá rodar su metro”.
Se está llegando a la etapa final para adjudicar las obras de un proyecto largamente esperado, sometido a toda clase de obstáculos. La promesa es que, en 2025, la capital verá rodar su metro.
Ayer, con la presentación de dos propuestas para la construcción y operación de la primera línea del metro de Bogotá, se aseguró que ese proyecto finalmente se va a llevar a cabo. Si todo sale bien, el próximo 21 de octubre se definirá el ganador de la licitación y en el curso de las dos semanas siguientes se firmará el contrato. Las obras deben comenzar en abril del año entrante y se estima que en 2025 deberían rodar los primeros vagones del metro bogotano.
No ha sido fácil llegar hasta acá. Del metro se habla desde 1950, a raíz del colapso del tranvía de Bogotá el 9 de abril del 48. No obstante, por la falta de recursos y de visión, la ciudad optó por los buses para transportar a sus habitantes. La idea del metro vuelve a surgir con fuerza en los años ochenta, ante el descontento de los bogotanos por el caótico e inhumano medio de transporte colectivo que debían utilizar.
Desde entonces se presentaron a la opinión varios proyectos de metro, posteriormente descartados por la ausencia de una estrategia clara para obtener los recursos para su construcción. La llamada Ley de Metros, la ley 310 de 1996, que obliga al gobierno nacional a contribuir con no menos del 40 % en la construcción de los sistemas de transporte masivo, definió una financiación viable para ese tipo de obras tan costosas.
Aún así, los sucesivos proyectos que se diseñaron después de la expedición de la ley fracasaron. Uno de los más avanzados, que contemplaba cuatro líneas, se hundió en medio de los escándalos del carrusel de la contratación de la alcaldía de Samuel Moreno. El alcalde siguiente, Gustavo Petro, no logró culminar la propuesta de construcción del metro con la cual había impulsado su elección.
El proyecto actual ha tenido que enfrentar desde el comienzo una fuerte oposición. El tema de si el metro debe ser aéreo o subterráneo, que es realmente una decisión técnico-económica, se convirtió en el eje del debate político. El proyecto, a pesar de ello, avanzó y se fue consolidando. Fue esencial la constitución de la empresa del Metro, que como entidad independiente en la que participan el Distrito y el gobierno nacional, definió las fases en que se construirá el metro y la forma como se podría financiar. En consecuencia, el Conpes de enero de 2017 aprobó los recursos para el metro y otros sistemas de transporte y el Concejo Distrital, a su vez, las vigencias futuras. Una vez definido esto fue posible hacer públicos los requisitos para participar en la licitación del metro.
De las más de 100 empresas que mostraron su interés por participar en el proyecto final, se fue desgranando el grupo que tenía capacidad probada e interés para realizarlo. En junio pasado, al momento de abrirse la licitación quedaban seis consorcios en liza y, finalmente ayer, solo dos hicieron propuestas.
Está próximo el fin de un proceso muy complicado, en el que los enemigos políticos del alcalde Peñalosa hicieron todo lo posible para detener el proyecto del metro. La solidez de este y la tozudez de sus defensores ha permitido llegar a esta etapa, la más avanzada en la larga historia que ha transcurrido desde que se dieron las primeras ideas al respecto. Los bogotanos están muy cerca de contar con su anhelado metro, una pieza clave para mejorar la movilidad que tanto los agobia