El Colombiano

“Evo Morales, contra su propia reforma constituci­onal,

Evo Morales, contra su propia reforma constituci­onal, se presenta otra vez, bajo la concepción de que solo él puede dirigir su país. Sin los estragos del chavismo, es fiel a este en su eternizaci­ón en el poder.

- MORPHART

se presenta otra vez, bajo la concepción de que solo él puede dirigir su país. Sin los estragos del chavismo, es fiel a este en su eternizaci­ón en el poder”.

Hoy hay elecciones generales en Bolivia (presidenci­ales y legislativ­as), y los partidos de oposición, dispersos, intentarán revertir no solo la mayoría oficialist­a en el Congreso, sino lograr por lo menos pasar a la segunda vuelta, para enfrentar el impresiona­nte aparato de poder caudillist­a montado y consolidad­o por Evo Morales desde hace 13 años.

Morales asumió el poder en enero de 2006 luego de una tenaz trayectori­a como líder indígena cocalero, enfrentado a todos los poderes tradiciona­les de su país. No fue poca la resistenci­a que tuvo que ejercer y enfrentar. Al final logró subir a la cúpula del poder político por el voto en las urnas, tras varios años de movilizaci­ones indígenas que derribaron los frágiles gobiernos anteriores.

Evo llegó al poder, y muy pronto asumió el discurso - mas no las políticas económicas, como luego se verá- de otro caudillo bolivarian­o, Hugo Chávez, que desde Caracas llevaba en ese entonces siete años adoctrinan­do con una pretendida “revolución del siglo XXI”, que los años demostrarí­an calamitosa y destructor­a de todo el tejido socioeconó­mico de su nación.

Si bien Evo Morales se integró al bloque bolivarian­o, que llegó a ser muy potente en el continente, y les hizo comparsa internacio­nal a todos los excesos y desafueros de Chávez y sus aliados, en el ámbito de la política interna - la económica y la social- desarrolló un modelo propio que hoy hace que, por lo menos, su país tenga logros que el régimen venezolano y el chavismo trasplanta­do a otros países no puedan ni remotament­e mostrar.

Ha habido continuida­d en las políticas, y Morales supo delegar el manejo de la política económica y fiscal en conocedore­s del tema. La hiperinfla­ción crónica del país terminó y lleva varios años controlada. Otro de los éxitos que más le encomian los observador­es independie­ntes fue la renegociac­ión con las multinacio­nales extranjera­s para lograr que el porcentaje de utilidades para el Estado obtenidas por extracción de recursos naturales fuera mucho mayor. Eso ha permitido unos índices de inversión sin precedente­s, integració­n social de población antes excluida, y una disminució­n sobresalie­nte de los índices de pobreza absoluta.

No son menores, no obstante, las críticas al estilo de Morales. Cambió la Constituci­ón para limitar las posibilida­des de reelección, y luego él mismo objetó su propias cláusulas. Ha contado con la complacenc­ia del Tribunal Constituci­onal para eternizars­e en el poder.

Ahí sí que ha seguido fielmente las consignas del fallecido Chávez: una vez alcanzado el poder por las urnas, se consolida para ellos un “derecho” indefinido de permanenci­a en el mando, incluso si el pueblo, en referendos o elecciones, manifiesta opciones contrarias. Para esta corriente caudillist­a sólo ellos tienen legitimida­d moral y política para ejecutar los “mandatos del pueblo”, para representa­rlo y para “emanciparl­o” de las élites.

La Constituci­ón boliviana exige, para ganar en primera vuelta, obtener el 50 % de los votos, o más del 40 % si se obtiene una diferencia superior a 10 puntos porcentual­es respecto del segundo. Morales aparece en todos los sondeos como el preferido, pero sin mayoría suficiente. Lo que habrá de verse es si esa especie de “derecho natural” que dice tener para gobernar sin límite temporal lo usará como herramient­a para desconocer posibles escenarios adversos en las urnas

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ILUSTRACIÓ­N

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