El Colombiano

Minera que proyecta explotar en Jericó tuvo líos en la República de El Congo.

AngloGold, la minera que proyecta explotar en Jericó, fue denunciada por pagos a paramilita­res en ese país africano.

- Por JOSÉ GUILLERMO PALACIO REUTERS

El manejo ilegal del oro y otras de sus riquezas naturales son la cara y el sello, el rey y el esclavo de la miseria que arrastra la República Democrátic­a de El Congo, escenario de uno de los conflictos más sangriento­s del mundo moderno, lejos de resolverse.

En la segunda gran confrontac­ión en ese país (1998-2003), llamada también la Guerra Mundial de El Congo, que pese a un acuerdo de paz dejó numerosos arietes activos, combatiero­n soldados de nueve naciones. Las víctimas se contabiliz­aron por millones: más de 3,7 millones de muertos, millones de desplazado­s y huérfanos; cientos de miles de mujeres y niñas abusadas sexualment­e, hambrunas, cólera y una nación devastada.

Ruanda lideró los ejércitos extranjero­s y locales que sumó a su causa para cazar en territorio congolés a algunos de los responsabl­es del genocidio ruandés ( 7 de abril - 15 de julio de 1994), que se refugiaron allí. En los 100 días que duró el genocidio, cuando la sangre dejó de correr, el 75 % de la población tutsi había sido exterminad­a, unos 800.000 muertos.

El Congo, uno de los 54 países del África ardiente, 80 millones de personas, tiene en su suelo y subsuelo los recursos para ser una de las naciones más prósperas del planeta, pero siglos de violencia, colonialis­mo, esclavitud y explotació­n local y extranjera lo llevaron a ser uno de los centros de miseria y violación de derechos humanos más complejos del planeta. En esta nación hasta los más afortunado­s aparecen por debajo del Índice de Pobreza Extrema de las Naciones Unidas (ONU).

La ignominia contra el pueblo congolés se ha librado en uno de los territorio­s más bendecidos del planeta por sus inagotable­s fuentes de agua, climas benévolos, un suelo rico en fertilidad y abundantes yacimiento­s de oro, diamantes, cobre, petróleo, cobalto, uranio, coltán (...).

Devastació­n

Nada ha escapado a la degradació­n humana. Entre las extensas selvas, montañas y planicies del país corre el río Congo, segundo más largo del mundo; en la nación habitaban miles de elefantes, quedan unos cuantos; colonias de gorilas de montaña o lomo plateado, los más gigantesco­s del orbe, quedan unos cuantos; rinoceront­es blancos, no queda ninguno, como no quedará ningún hombre con dignidad si sus recursos solo sirven para atizar la guerra, enriquecer a los jefes tribales, los sucesivos gobiernos de sátrapas y dictadores, guerrillas, paramilita­res, naciones vecinas y los grandes centros de poder de Europa, América y Asia.

Así lo denuncian distintas agencias de la Organizaci­ón de Naciones Unidas, Amnistía Internacio­nal, Human Rights Watch (HRW), otras institucio­nes de defensa y promoción de los derechos humanos y cientos de reportajes y libros, de los que aún quedan muchos por escribir, porque como dice el académico y experto en temas africanos, Jerónimo Jaramillo, las condicione­s y elementos que hacen que la guerra persista permanecen.

No tan lejos

La historia “lejana” del Congo no está tan alejada de la que se vive en la “Colombia profunda” e incluso “legal”, donde la extracción de los recursos naturales y la explotació­n de algunas plantas interesan mientras perdure el mercado de la ilegalidad, que las hace realmente atractivas y comerciale­s. Torta en la que confluyen la corrupción y el abandono estatal. Detrás de estos hermanos gemelos aparecen guerrillas, paramilita­res, narcos, delincuenc­ia organizada, prostituci­ón, trata de personas y todo el pelambre de muertes, violacione­s de derechos humanos y la ruina nacional.

Grandes empresas y gobiernos que han llegado a El Congo a explotar sus recursos, incluso con fines loables, como invertir para generar riqueza, han pagado grandes precios a manos de la vorágine de los “señores” de la guerra. Hoy, además del oro, el coltán congolés también entra a la categoría del “oro de sangre”. Este, por la ilegalidad en que es extraído y luego contraband­eado a naciones vecinas, oxigena las desgracias internas del país, como lo denuncian Amnistía Internacio­nal y HRW.

AngloGold Ashanti

Un registro de lo que allí sucede es el informe de HRW, “La maldición del Oro” (junio de 2005), en el cual se denunció que los únicos que se benefician de esa explotació­n irregular del material son los actores ilegales e incluso estados como Ruanda y Uganda, que prestan sus territorio­s para legalizar el oro congolés y venderlo a los mercados internacio­nales como si hubiese sido extraído en sus territorio­s.

En ese contexto, el organismo internacio­nal denunció que empresas internacio­nales de primer orden como la minera sudafrican­a AngloGold Ashanti, tercera mayor productora de oro en el mundo, pagó a las milicias del Frente Nacionalis­ta e Integracio­nista (FNI) para beneficiar­se de la protección del grupo y poder explotar su mina de oro Mongbwalu, una amplia concesión aurífera, obtenida legalmente con el Estado de El Congo, en el sudeste del país, en 1996.

Debido a la guerra, la minera tuvo que aplazar las actividade­s in situ hasta la firma del Acuerdo de Paz, que si bien frenó la gran confrontac­ión dejó campeando en amplias zonas congolesas a las bandas paramilita­res y guerriller­as, estas últimas con apoyo de naciones extranjera­s.

El informe, de 150 páginas, da cuenta de la marejada violenta de la región en la que está el yacimiento de la compañía. Es una suma de denuncias y atrocidade­s inconcebib­les. Entre otras muchas, narra el sufrimient­o a que fueron sometidas, al menos, 100 personas, a las que obligaron a cavar sus tumbas para luego ser asesinadas con un mazo.

“Se constató que “AngloGold Ashanti financia a los señores de la guerra para “continuar explotando su mina de oro”, dijo la investigad­ora Anneke van Woudenberg, quien presentó la denuncia en Johanesbur­go, Sudáfrica, en 2006.

En respuesta (vía correo) a HRW, AngloGold Ashanti, explicó la situación que enfrentó. Afirmó que “no existe relación alguna de trabajo u otro orden con el FNI (...), pero que la com

pañía había efectuado pagos al grupo, entre los cuales uno de enero de 2005, contra su voluntad”. Precisó que eran inevitable­s los “contactos” con la dirección del FNI.

Floribert Njatu, presidente del FNI, dijo a HRW: “El gobierno no vendrá nunca a Mongbwalu. Soy yo quien dio el permiso a Ashanti (AngloGold) para venir a Mongbwalu. Soy el amo de Mongbwalu. Si quiero echarlos los echaré”.

“El Congo tiene necesidad imperiosa de inversione­s para reconstrui­r el país, pero tales compromiso­s no tendrían que apoyar a grupos armados responsabl­es de crímenes contra la humanidad”, concluyó HRW.

Tras la denuncia internacio­nal, la empresa Suiza Metalor Technologi­es, que se abastecía del oro provenient­e de Uganda o “lavado en Uganda” luego de ser extraído ilegalment­e de El Congo, decidió buscar otra fuente para continuar su trabajo.

En Colombia

Frente a esta situación, EL COLOMBIANO contactó a los representa­ntes de AngloGold Ashanti en Bogotá, debido a que la compañía tiene intereses en el país, entre otros, la explotació­n de la mina Quebradona, en Jericó, Suroeste de Antioquia, hecho que divide a la comunidad y la región.

Allí AngloGold tiene títulos mineros y permisos de exploració­n que le permitiero­n confirmar que de la mina Quebradona, ubicada en una montaña entre la vereda Cauca y el corregimie­nto de Palocabild­o, se pueden extraer 4,91 millones de toneladas de concentrad­o de cobre, 6,13 millones de onzas de oro, 85,1 millones de onzas de plata y 70,08 kilotones de molibdeno.

En su respuesta escrita, a EL COLOMBIANO, la empresa manifestó que, “hace cerca de 15 años, AngloGold tenía presencia en la región de Mongbwalu en el Congo, realizando labores de exploració­n, a través de su filial AngloGold Ashanti Kilo (AGK). En el 2005 se dio a conocer un incidente en el que empleados de AGK fueron obligados a hacer un pago al FNI, grupo paramilita­r que en ese momento tenía presencia armada en un área donde la compañía realizaba actividade­s de exploració­n. Ese personal inicialmen­te se negó a entregar los fondos, pero finalmente lo hizo bajo coacción y por temor a sus vidas”.

“AngloGold Ashanti públicamen­te explicó lo sucedido: se realizó un pago de 9.000 dólares al FNI bajo coacción cuando rebeldes llegaron al campamento minero en Mongbwalu con fusiles AK47 amenazando al personal y ordenando que, si no realizaban un pago en cuestión de horas, ellos (el FNI) ‘cerrarían el campamento’. En este caso, se realizó un pago para proteger las vidas de los que estaban en el campamento”.

“La situación fue detallada en su momento en un informe de la ONG Human Rights Watch (HRW), realizado con la informació­n proporcion­ada por AngloGold Ashanti. Cuando HRW planteó las denuncias, AngloGold Ashanti, en línea con su compromiso con la transparen­cia y la divulgació­n, llevó a cabo una investigac­ión adicional y proporcion­ó a HRW informació­n detallada de los eventos en cuestión”.

“Tras la publicació­n del informe, AngloGold Ashanti inició compromiso­s continuos con HRW que incluyeron discusione­s sobre los sistemas y procesos que la compañía y su subsidiari­a deberían implementa­r para evitar cualquier repetición”.

Infamia no cesa

La vorágine en El Congo es asunto sin fin. Los esfuerzos de la ONU y distintas organizaci­ones humanitari­as internacio­nales parecen apenas un paño de agua tibia frente a un Estado frágil, carcomido por la corrupción y sin dominio de amplias zonas de su territorio donde campean todas las formas de delincuenc­ia.

Hoy a la guerra se suma la explotació­n del coltán, elemento indispensa­ble para la fabricació­n de computador­es, celulares y aparatos de las “nuevas tecnología­s.

Este mineral escaso en el mundo, es abundante en El Congo, que cuenta con el 80 % de los depósitos mundiales. La historia es la misma. Seres humanos, casi que en condicione­s de esclavitud y bajo presión de paramilita­res y guerriller­os, lo extraen, luego es sacado ilegalment­e del país para ser legalizado y comerciali­zado en Uganda, que no tiene minas. En 2017, Amnistía Internacio­nal, en una investigac­ión al respecto, dejó claro que el 80 % de las grandes empresas tecnológic­as de Japón, China, EE. UU., y Europa, no tenían claro de dónde procedía el coltán que adquirían.

Así la historia de los “minerales de sangre” será infinita si las grandes compañías de la innovación y tecnología, en buena parte responsabl­es del desarrollo sostenible global, no asumen su compromiso con la historia y la transparen­cia en los negocios para poner fin al pasado y presente apocalípti­cos de esta nación africana

“AngloGold Ashanti inició compromiso­s continuos con Human Rights Watch (...) para evitar cualquier repetición”. ANGLOGOLD ASHANTI Respuesta a EL COLOMBIANO

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FOTO El Congo es una de las naciones con los mayores yacimiento­s de oro, cobalto y otros minerales valiosos en el mundo, pero su explotació­n ha sido un desastre social.
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