El Colombiano

Rodrigo Arenas Betancourt, a 100 años de un artista monumental.

El 23 de octubre se cumplen 100 años del natalicio de este escultor antioqueño. Conozca quién es y por qué se celebra este día.

- Por RONAL CASTAÑEDA

Sus grandes monumentos en espacios públicos parecen romper el cielo. Apuntan más allá de las montañas suscitando temas esenciales del hombre: la vida y la muerte, la naturaleza, los sueños, el destino, la libertad y la patria, de la que estuvo enamorado.

El cuerpo de su obra está desperdiga­do en monumentos públicos del país, principalm­ente en Medellín, donde hay por lo menos 15 esculturas –también muchas se encuentran en coleccione­s privadas–. De la ciudad sobresalen el Monumento a la raza (1988), en el Centro Administra­tivo de La Alpujarra; El hombre creador de energía (1970), que está en la plazoleta central de la Universida­d de Antioquia, y La vida, tentación del hombre infinito (1974), la fuente de estructura espiral que está en el barrio Suramerica­na, cerca a las oficinas de Sura.

Su obra, sin embargo, traspasa fronteras, no es de una ciudad ni de un país. Está en el corazón del hombre.

El 23 de octubre se conmemorar­án los 100 años del natalicio de este escultor nacido en Fredonia, Antioquia (19191995). Su centenario tendrá diferentes celebracio­nes, la Alcaldía de Fredonia, la Gobernació­n y la Universida­d de Antioquia son algunas de las institucio­nes que se han unido para celebrar.

Enorme

La batalla del Pantano de Vargas, también conocida como Monumento a los Lanceros, es considera como la obra escul

tórica más grande de Colombia y es una de las siete obras capitales que el mismo maestro escogió. Mide 33 metros de altura, 100 de longitud y 30 de ancho, y pesa aproximada­mente 235 toneladas.

Está ubicada en el municipio de Paipa, Boyacá, donde ocurrió la histórica batalla de la Independen­cia, en 1819. Unas líneas de la más reciente novela de Fernando Vallejo,

Memorias de un hijueputa, se refiere a esta pieza como la más deslumbran­te que haya visto y la compara con el David, de Miguel Ángel.

La gran estructura que el mismo maestro veía como su obra capital, carga 14 lanceros que lucharon a muerte por la libertad del país. Las lanzas enrevesada­s entre caballos y hombres no solo muestran una cuestión bélica, sino la lucha por vivir, el desorden de la sociedad y la cultura. Se erigió en 1969, por los 150 años de la Independen­cia. En 1975 el monumento fue declarado como bien de interés cultural de la nación y su figura hizo parte de los billetes de 1.000 pesos que circularon en 1987, en reconocimi­ento a su obra.

No en vano Vallejo lo comparó con el David.

En el libro Rodrigo Arenas Betancourt, el maestro (1996) el investigad­or Carlos Mario Jara

millo indicó que el artista usó sus esculturas como una prolongaci­ón de su pensamient­o.

Su Bolívar desnudo, que está en la Plaza principal de Pereira, era como un David retando con su desnudez a Goliat. Lo hizo sin uniforme, libertario y violento, para que despertara emociones olvidadas. “Me in

“La patria es ese pequeño pedazo de tierra al cual puedo asimilarme como ceniza y rescoldo enamorado” RODRIGO ARENAS BETANCOURT Escultor

teresa el Bolívar en quién el pensamient­o fue acción y la acción leyes”, cita a Arenas Betancourt en la publicació­n.

Óscar Roldán, director del Museo de la Universida­d de Antioquia (Muua), lo ve como un artista interesado por el origen, los mitos raizales, indígenas y de nación, de dónde venimos.

“Es un artista con “A” mayúscula. Sus capacidade­s y retos eran de una envergadur­a ingenieril”. Pone como ejemplo la fuente de Suramerica­na o los lanceros de Rionegro.

Sin casa

A pesar de los homenajes y las celebracio­nes, de que su reconocimi­ento en el medio es casi unánime, la obra de Rodrigo Arenas Betancourt no tiene doliente. Desde que murió, hace casi 25 años, ha habido intentos, todos desafortun­ados, de hacer un museo para preservar su obra. El primero que se hizo para formalizar­lo fue en 2002 cuando el gobierno de turno emitió la Ley 748 para exaltar la memoria del maestro con la construcci­ón y dotación de un centro cultural educativo en Sabaneta.

Nueve años después, luego de varias iniciativa­s para hacer cumplir la ley, el Ministerio de Cultura dio una respuesta oficial que indicaba que, como era una “ley de honores”, la iniciativa no era de obligatori­o cumplimien­to ni comprometí­a el presupuest­o general de la nación.

En múltiples ocasiones, las alcaldías de Fredonia y Sabaneta han mencionado el interés de albergar el museo, pero no hay presupuest­o para consolidar­lo. Así mismo varias administra­ciones del departamen­to han tocado el tema de soslayo.

El último pronunciam­iento lo hizo el actual gobernador, Luis Pérez Gutiérrez, el 7 de agosto de 2016: “El director del Área Metropolit­ana y la Gobernació­n de Antioquia se compromete­n para trabajar rápidament­e para que el departamen­to y Colombia tengan un nuevo museo”, dijo en un acto público del Día de la Independen­cia de Colombia.

Las palabras se diluyeron como la batalla del Pantano de Vargas, en el desorden del tiempo. Todavía hoy no hay museo ni doliente del patrimonio del maestro.

Desidia institucio­nal

La última esposa y viuda de Rodrigo Arenas Betancourt, María Elena Quintero de Arenas, vela por la obra del maestro. Ella y los cinco hijos del escultor (dos colombiano­s y tres mexicanos) cuidan y son los responsabl­es de su legado. En la casona de más de 120 años en Caldas, sur del Valle de Aburrá, trata de conservar como puede los cientos de bocetos en planotecas metálicas. “Tenemos un archivo de cerca de 5.000 fotografía­s entre diapositiv­as, negativos y fotografía­s, paquetes de obras monumental­es en yeso, algunas de ellas muy desgastada­s”, comenta.

Hay papeles y anotacione­s que Rodrigo llamaba bitácoras,

algunas libretas y obras en fibra de vidrio, moldes y más de 500 bocetos de sus piezas monumental­es. “Inicialmen­te, en 1996, hicimos una fundación para preservar su trabajo, pero quebró. Era muy difícil vender sus esculturas para sostener la casa”, expresa Quintero, que vive en la casona caldense.

Dice que son los dos hijos antioqueño­s los que se han encargado del sostenimie­nto de la propiedad, pero lo hacen con lo mínimo: vigilancia, servicios públicos y aseo. En 2011 el Museo Nacional emitió una alerta para recuperar la colección del polvo, los hongos y la humedad, un certificad­o que hizo un llamado de urgencia para proteger el legado. Dice María Elena que no ha habido eco ni interés de ninguna institució­n hasta ahora.

“El mejor escenario sería un museo, ya que él trabajó y realizó su obra para el pueblo. Quedaríamo­s muy contentos si se hiciera el Museo Arenas Betancourt en cualquier parte de Colombia o México”, concluye. Para el director del Muua, Óscar Roldán, el tema es una deuda social. “Esta sociedad parece no entender el tiempo y nuestra historia, claramente se nos pierde el placer de entender el genio del artista, como sucede con Débora Arango o Eladio Vélez”. El curador reflexiona sobre la importanci­a de nuestros artistas. “¿Por qué celebramos a Da Vinci y no los 120 de Pedro Nel Gómez?”. De la misma manera, cree que la cuestión por la obra de Arenas es cómo la sociedad y sus gobernante­s valoran y miran sus autores, que al fin y al cabo, son los narradores de la historia del país, ese rescoldo de tierra que enamoró al maestro

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“El hombre creador de energía”, Universida­d de Antioquia
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“Monumento a la Raza”, La Alpujarra
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TOS JAIME PÉREZ, JUAN ANTONIO SÁNCHEZ, EDWIN BUSTAMANTE. ?? Algunas de las obras más representa­tivas del maestro están en el centro de la ciudad. María Elena Quintero de Arenas y sus cinco hijos son quienes están cuidando parte de la obra del artista en una casa en Caldas.
“La Fuente de la Vida”, sector Suramerica­na FO TOS JAIME PÉREZ, JUAN ANTONIO SÁNCHEZ, EDWIN BUSTAMANTE. Algunas de las obras más representa­tivas del maestro están en el centro de la ciudad. María Elena Quintero de Arenas y sus cinco hijos son quienes están cuidando parte de la obra del artista en una casa en Caldas.
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